¿Sabes que puedes convertir tu trabajo en una vocación? Para conseguirlo no hace falta ser artista o religioso; haber soñado siempre con ello o dedicarse eternamente a dicha profesión. Se puede conseguir haciendo lo que haces y con una actitud determinada que depende fundamentalmente de ti mismo (aunque hay circunstancias, equipos y jefes que ayudan más que otros). Cuando uno vive el trabajo como una vocación disfruta más, le encuentra un sentido y cree que aporta positivamente a la vida de otros (aunque sea haciendo tornillos o limpiando casas). Y repito, todo esto es por ti, ni por la empresa ni por el jefe, sino porque nos pasamos demasiado tiempo en el trabajo para vivirlo como una condena, para ir “a currar” solo por dinero o para que la felicidad quede relegada a las aficiones o a los amigos. Es posible que pienses “sí, está muy bien, pero hay mejores empleos que cobran más”… De acuerdo, siempre hay mejores trabajos y también peores. Pero mientras tengas lo que tienes, conviértelo en algo más que solo una fuente de dinero. E insisto, no por tu jefe, sino por ti. Veamos cómo conseguirlo.
- Una mayor visión del para qué hacemos lo que hacemos
Hay un relato que refleja muy bien esta idea. En la época de la construcción de las catedrales, un hombre se encontró con tres picapedreros y les preguntó qué hacían. El primero respondió que picar piedra; el segundo, construir un capitel; y el tercero, construir una catedral. Los tres hacían exactamente lo mismo, pero el sentido era bien distinto. Y todo ello se logra ampliando la visión de lo que hacemos, como se demostró en el estudio de la Yale School of Management. Después de estudiar la motivación de limpiadoras de hospital, peluqueros o empleados de restaurante, se observó que aquellos que lo vivían como una vocación, tenían una visión más amplia: las limpiadoras eran conscientes de que ellas también ayudaban a la mejora de la salud de los enfermos; los peluqueros, que contribuían a que sus clientes ganaran más autoestima… Así pues, si quieres aportarle un poquito más de sentido a tu trabajo, pregúntate el para qué haces lo que haces, más allá de las tareas concretas. Amplía tu visión. Si tuvieras un jefe que te ayudara a ello, mejor; pero si no tienes esa suerte, date tú mismo tu respuesta.
- Crear relaciones personales más amplías en el trabajo
La vocación se puede producir de dos maneras: porque es un trabajo creativo que te permite expresarte; o porque tienes la capacidad de contribuir a la vida de otros. Lo primero no siempre es fácil, por lo que muchas veces resulta más práctico centrarse en las relaciones personales, es decir, ayudar a las personas de nuestro entorno, como clientes, compañeros, proveedores… no porque esperemos que ellos hagan lo mismo (que a veces el retorno brilla por su ausencia), sino por uno mismo. Eso significa tener un interés sincero sobre las personas, no una apariencia o como instrumento para conseguir más éxito.
- Incrementa el número de tareas que haces y que te aporten sentido
El sentido de contribución puede ocurrir cuando no te ciñes solo y exclusivamente a lo que se indica en tu contrato de trabajo. Las limpiadoras del estudio anterior, por ejemplo, también ayudaban al cuidado de las plantas que traían algunos pacientes. No estaba en su descripción del puesto, pero ellas lo hacían gustosamente. Por ello, amplía lo que haces dentro de los márgenes posibles para disfrutar más de lo que haces y encontrarle un mayor sentido.
En definitiva, el trabajo no tiene por qué ser un castigo, por muchos mensajes que nos hayan querido decir. El trabajo puede ser un lugar de aprendizaje, de superación personal, de encontrar personas interesantes y cómo no, de aportarle un poquito de sentido a nuestras vidas. En otras palabras, el trabajo puedes convertirlo en una vocación y esto, una vez más, depende fundamentalmente de ti mismo.
Fuente de la foto: Pixabay
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