“Donde las emociones y las ideas cobran sentido”.
En el tren he estado leyendo distintos artículos sobre la consciencia, uno de los mayores enigmas de la ciencia.
En Muy Interesante, las posturas encontradas entre filósofos y neurocientíficos sobre el particular. El premio Nobel Francis Crick (1916-2004) trató el “problema fácil” y el “problema difícil” de la consciencia. El fácil es cómo guarda la información el cerebro; el difícil, cómo un sistema físico genera estados conscientes. En ‘La búsqueda científica del alma’ (1995) escribió: “Nuestros gozos y nuestras penas, nuestros recuerdos y nuestras ambiciones, nuestro sentido de identidad personal y de libre albedrío, no son en realidad sino la conducta de vastos ensamblajes de neuronas y de sus moléculas asociadas”. Ni él ni su colaboador Christof Koch encontraron la sede de la consciencia, pero sí que las señales eléctricas actuaban en sintonía. Por el contrario, el filosofo Daniel Dennet (autor de ‘Dulces sueños’) considera que la consciencia es una metáfora sin fundamento real. Una ilusión de actividad bioquímica. “No hay impresiones subjetivas, sólo información en un dispositivo que procesa datos” (Michael Graziano, Princeton). Una tercera vía es la de John Searle (Berkeley), que cree que la consciencia sí existe, que es un fenómeno biológico que existe en el cerebro como la digestión en el estómago. La comprensión sólo está al alcance de los seres humanos; los ordenadores, como máximo, emulan, imitan. El lingüista Noam Chomsky ha ido más allá y considera que nunca llegaremos a comprender qué es realmente la consciencia.
Investigación y Ciencia dedica su monográfico del primer trimestre de 2016 precisamente a la Consciencia. Desde la Neuropsicobiología, el Dr. Gerhard Roth (Universidad de Bremen) la sitúa en el Neocórtex. En la formación reticular, los mediales, los grupos nucleares centrales y laterales. “Los neurofisiólogos consideran que la conjunción de tálamo e hipocampo la puerta que da acceso a la consciencia”. “La atención, en cuanto concentración, refuerza ciertos estados de la consciencia”. Las sensaciones tienen un origen subcortical; la amígdala juega un papel capital. La corteza cingular actúa en el reconocimiento y corrección de los errores.
José María Valderas repasa la trayectoria de Francis Crick, el Darwin del siglo XX. “El claustro ocupa una posición ideal para integrar información subyacente a nuestra percepción y acción conscientes”. Sí, el claustro parece ser el “director” de la consciencia.
Las técnicas de neuroimagen avanzan en el acceso a pensamientos y estados mentales, pero queda mucho camino a recorrer en descifrar la actividad consciente.
Los filósofos reduccionistas opinan que no hay consciencia, ni espíritu, ni alma inmortal. Hay mecanismos físicos muy complejos. “Las vivencias se imprimen en el cerebro y éste busca determinadas experiencias. Si sólo contemplamos los sucesos neuronales, subestimamos esta dinámica”.
Algunos neurocientíficos consideran que los ordenadores podrán tener consciencia humana. Lo hemos visto en el cine (Terminator, Star Trek, AI, Metrópolis). Igor Aleksander ha establecido los cinco axiomas de la consciencia: sentido del lugar, poder de representación (del pasado), atención dirigida, planificación (proyección), decisiones & sentimientos.
Autoconsciencia: ¿Para qué poseemos un yo? ¿Por qué no somos simplemente autómatas biológicos carentes de consciencia sobre nosotros mismos? “Para cada dentro hay un fuera, y para cada exterior existe un interior; aunque diferentes, sin inseparables” (Allan Watts).
John Bargh (Yale) escribe sobre la mente inconsciente, a partir de las investigaciones de Daniel Kahneman (lo automático y lo controlado, ‘Pensar rápido y pensar despacio’). “¿Qué quiere la gente?” nos seguimos preguntando como en la época de Freud. Nuestra mente inconsciente no sólo nos programa para una opción determinada, sino que nos hace reunir la motivación para lograrla. El inconsciente no sólo se manifiesta durante el sueño, sino también durante la vigilia.
Durante la epilepsia, la consciencia se interrumpe… y luego se retoma. La anestesia general es una pérdida pasajera de la consciencia mediante fármacos que inhiben áreas cerebrales y el flujo de señales entre el tálamo y la corteza cerebral. En el estado vegetativo, un 40% de los pacientes reciben un diagnóstico incorrecto.
Fascinante. Particularmente, y desde la ignorancia de un profano, creo que la consciencia no está ubicada en un área concreta sino que es una sincronización, que es real y que las máquinas nunca podrán ser conscientes, que ése es precisamente el límite de la inteligencia artificial.
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