sábado, 20 de febrero de 2016

"Reconocer nuestras deficiencias es el principio de la sabiduría"

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"Solo los locos están seguros y decididos" —Michel de Montaigne

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Amamos opinar y expresar nuestros puntos de vista. Opinamos sobre todo: lo divino y lo humano, lo bueno y lo malo, lo ancho y lo angosto, lo alto y lo bajo...

El problema de nuestro afán opinador es que en muchas ocasiones opinamos sobre cosas que no tenemos la más mínima idea o tenemos sólo información superficial.

En política, por ejemplo, opinamos sobre tal o cual candidato no basados en un estudio juicioso de su trayectoria o programa de gobierno, no; opinamos con base en información fragmentaria que obtenemos de los colegas en el bar y al leer unos cuantos titulares de prensa.

Luego nos enredamos en fogosas discusiones defendiendo nuestros frívolos veredictos. Y no importa cuales son los argumentos de la contraparte, no importa si son mejores que los nuestros: no damos nunca nuestro brazo a torcer.

Está en la naturaleza humana detestar contradecirse  (eso maltrata nuestro frágil ego), así que defendemos con bravura lo que en muchas ocasiones es indefendible.

Sin embargo, si lo que buscamos es expandir nuestro conocimiento y adquirir sabiduría, en lugar de andar opinando por deporte, podemos reconocer nuestra ignorancia y habituarnos a usar el humilde y a la vez maravilloso y liberador: ‘no lo se’.

El premio Nobel de Física Richard Feynman (1918-1988), quizá el físico con el currículum más importante del siglo XX, durante su segundo año en la Universidad de Princeton desarrolló el hábito de llevar un cuaderno en cuya portada escribía: “Cuaderno de las cosas que no se”.

Con el paso de lo años, ese cuaderno se convirtió en uno de sus orgullos, pues en él estaba registrado todo aquello que había sido capaz de comprender.

Es un rasgo común en las mentes mejor cultivadas aceptar con humildad que desconocen algo. "Un verdadero genio es el que admite que no sabe nada" afirmó Albert Einstein. Reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento es el primer paso para empezar a adquirir sabiduría.

El economista Russ Robert escribió un estupendo párrafo en su libro How Adam Smith Can Change Your Life sobre la necesidad de reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento:
A medida que me he ido haciendo mayor, me he vuelto menos confiado y quizás más honesto. La economía es demasiado compleja; no podemos medir con precisión todas las interacciones de sus diferentes piezas. No tenemos datos suficientes, y no entendemos cómo encajan las cosas. Somos como borrachos que buscan bajo una farola sus llaves perdidas, no porque ahí es donde las hemos perdido, sino porque ahí es donde hay luz. Debemos ser humildes y más honestos. Nuestros estudios empíricos son muy imperfectos. A menudo sostenemos las opiniones que sostenemos debido a nuestra ideología y principios. Luego encontramos alguna evidencia que apoya ese punto de vista. Ignoramos el resto... Ser conscientes de las limitaciones de la razón es una señal de advertencia que nos recuerda que no somos tan inteligentes como pensamos; no somos buscadores perfectos de la verdad. Estamos llenos de errores. Reconocer nuestras deficiencias es el principio de la sabiduría.

La humildad es un gusto adquirido. Una vez que uno la llega a apreciar, es un plato que se sirve mejor caliente. Es increíble lo liberador que puede resultar decir "no sé".

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