sábado, 25 de junio de 2016

Sin planificación no hay productividad

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¿No está el día dividido en veinticuatro horas, cada hora en sesenta minutos y cada minuto sub-dividido en sesenta segundos? Ahora, en 86.400 segundos se pueden hacer muchas cosas" - Alejandro Dumas

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Desde hace un par de meses estoy dedicado a incrementar mi productividad, quiero ser capaz de producir a un nivel muy superior del actual.

Después de mucho leer, pensar, probar, descartar y conservar lo que funciona, he llegado a la conclusión que la productividad es algo para lo cual no hay ni funcionan las fórmulas universales. Lo que sirve para unos, quizá no funciona para otros.

Si, existen algunos principios generales, pero cada uno tenemos prioridades, compromisos, horarios y personalidades distintas que hacen que las mejores prácticas sean aquellas que tienen en cuenta nuestras condiciones particulares.

Uno de las cosas en las cuales he hecho enormes avances es evitando las distracciones. Antes, por ejemplo, revisaba el correo con frecuencia. Es cierto que ojear que correos nuevos han llegado no toma más que un par de minutos; sin embargo, esos minutos sumados durante todo el día hacen una gran diferencia. Hoy reviso mi correo solo dos veces: una antes del mediodía y la otra al finalizar la  jornada.

También he logrado reducir a niveles insignificantes el tiempo perdido en páginas deportivas y YouTube. En esta última, por ejemplo, resulta que estoy suscrito a unos canales que de forma continua publican contenido que me interesa, y en ocasiones terminaba viendo algún vídeo cuando se suponía no debía hacerlo.

Una de las cosas en las cuales estoy trabajando aún y que he descubierto que es un gran ladrón del tiempo es en la falta de rutinas y de planificación.

Cuando planificamos nuestros días por adelantado ganamos un montón de tiempo. Resulta que tener que estar decidiendo a cada momento que es lo que voy a hacer enseguida termina consumiendo tiempo precioso.

Por el contrario, cuando sabemos que es lo siguiente, gracias a una planificación previa o a rutinas bien establecidas, no dudamos; y llegado el momento, en lugar de vacilar, actuamos.

Entiendo que tener programados todos nuestros días de manera precisa es una ilusión, siempre durante la semana surgen imprevistos; pequeños (o grandes) incendios que requieren atención inmediata.

Sin embargo, es preferible ajustar el plan a las nuevas circunstancias que estar sometidos a la permanente anarquía de la falta de esquema.

Por ejemplo, cuando no tengo decidido por adelantado sobre qué tema voy a escribir, termino perdiendo muchísimo tiempo buscando algo que me parezca interesante compartir. Debido a ello, ahora intento dejar organizados los temas durante el fin de semana, así cuando llega el momento de escribir, escribo, no investigo ni vacilo. Esta práctica le ha agregado varias horas a mi semana.

Cuando estudiamos las rutinas de los creativos que lograron producir enormes cantidades de trabajo, lo que encontramos es que todos eran implacables con sus rutinas de trabajo. Las horas que consagraban a su arte eran sagradas y, salvo fuerza mayor, jamás se saltaban una de ellas.

Así que si de verdad queremos multiplicar nuestra productividad, es necesario que dediquemos tiempo a planificar y crear rutinas que se ajusten a nuestro ritmo de vida y que evitan que tengamos que perder tiempo valioso decidiendo a qué nos vamos a dedicar en la siguiente hora. ​

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