- El filosofo catalán acaba de publicar ‘Creo’, una reivindicación de la vida interior y de la búsqueda del sentido de nuestra existencia
Antonio Fornés (L’Hospitalet de Llobregat, 1968) es doctor en Filosofía y teólogo. Acaba de publicar Creo, una reivindicación de la vida interior y un mundo de ruiseñores frente al gris de los filisteos y la sociedad actual que nos empuja a vivir sin introspección.
Aboga por buscar sentido a la vida y dotarla de trascendencia; por no transitar por este mundo sin interrogarnos sobre el por qué de nuestra existencia y si hay o no Dios. En su anterior libro, Reiníciate, ya hacía un llamamiento a parar el vertiginoso ritmo de vida en el que estamos atrapados y encontrar un espacio para la reflexión y hallar en nosotros respuesta a los problemas.
¿Creo completa el proceso que proponía en su libro anterior, Reiníciate?
Sí y no. Creer es una manera muy profunda y muy radical de reiniciarse. Los dos libros enlazan en una cuestión de fondo: Uno no puede transitar por la vida sin hacerse preguntas radicales. Obviar y limitar esas preguntas es una de las tendencias de la sociedad actual, limitarse a lo puramente mecánico. Al final de lo que habla Reiníciate es de que busquemos el sentido de nuestra vida en nuestro interior y eso enlaza con Creo. Una manera muy concreta de reiniciarse es el camino de la fe, de la creencia en Dios. Ambos libros proponen un análisis interior e ir contra corriente ante el estado actual de las cosas de que lo único real e importante es lo medible y lo material, lo científico. La razón tiene límites y no tienen por que coincidir con los límites de lo existencial y lo real, que escapa a lo que nosotros entendemos hoy por científico o racional.
Lo que dice la ciencia es válido mientras no se demuestre lo contrario.
Da la impresión de que el ateísmo domina y es mayoritario, eso no es así. Lo que hay es un desprestigio de la fe y de la creencia, pero ateos verdaderos hay muy pocos: Nietzsche, Sartre… Personas que realmente asumen lo durísimo y lo terrible que es razonar que el mundo no tiene sentido, que es absurdo y que estamos solos. En medio están las personas que han cambiado de una fe religiosa a una fe más banal y simplificada: música, deporte, nacionalismo... cualquier idolatría. Y la más extendida, la fe en la tecnología y la ciencia. Pero la ciencia en realidad no prueba nada porque establece leyes universales e infinitas a través de comprobaciones finitas. Popper ya dejó zanjado este tema. La ciencia no demuestra nada, falsea otras leyes y señala las que acercan más a la verdad. Pero la verdad sigue lejos. En estos días un cierto cientifismo absurdo e ignorante reduce estas leyes a la verdad y todo lo que no tenga que ver con esa verdad recortada es falso. Es un absurdo total.
Afirma que es católico. ¿Es practicante?
Soy practicante. Pero este libro no habla de religión o de religiones. Es una reflexión sobre la trascendencia y cuáles son las vías para apostar por la existencia de Dios. Yo me declaro católico y es normal por mi cultura y el lugar donde vivo. Lo extraño sería que fuera hindú. A la hora de escoger una religión el hecho cultural te influye mucho. Pero es evidente que la católica, comparada con el resto de religiones, aporta un punto de sublimidad que las demás no tienen. En el libro lo único estrictamente religioso que cito es el Sermón de la montaña. El problema de los propios cristianos es que nadie se ha creído de verdad un mensaje tan revolucionario y tan escandaloso como ése, que dice que los dueños del mundo son los que sufren y no tienen nada.
El problema de los propios cristianos es que nadie se ha creído de verdad un mensaje tan revolucionario”
¿Qué es lo que hace a la religión cristiana más sublime que las demás?
Es una cuestión peliaguda. Es legítimo ser de cualquier religión. La mayoría de religiones tiene ideas comunes, una búsqueda de la verdad y de un sentido de la vida. Pero no todas las creencias son iguales. El cristianismo es especialmente sublime porque es revolucionario. En una sociedad material que se mide por el poder, es una religión que está enfocada a los que no tienen, a los que sufren. Da ejemplo desde el minuto cero. Dios se encarna en una persona. Por ello es distinta, por ese mensaje a los oprimidos, a los abandonados de la sociedad… Ahora sólo eres lo que produces o lo que tienes. El cristianismo dice que eso no tiene importancia, por eso es revolucionario. También dice que Dios es amor y que le encontraremos en la entrega a los demás, pero eso está muy alejado de nuestra realidad. Los cristianos no asumen realmente el cristianismo. Nietzsche decía que quizá sólo ha habido un cristiano en el mundo y que murió en la cruz.
¿Por qué si es tan revolucionario tiene una imagen tan alejada de eso?
Es innegable que ha habido una instrumentalización de la religión por parte de las clases dominantes durante siglos para someter a los demás. Pero han sido las personas, no la religión. Y eso no dice nada de la existencia de Dios, sólo habla de los hombres malvados con poder que lo han utilizado.
En el libro cita a Pascal: “Si me buscas es porque me has encontrado”. ¿No cree que perseguir esa trascendencia sin una base y no hallar respuestas puede llevar a un vacío mayor del que te lleva a buscarla?
Lo que yo pretendo, muy modestamente, no es redimir al mundo sino despertar a la gente y decirle que hay toda una tradición y una corriente de pensamiento occidental que estamos abandonando y que aborda esta cuestión. Para todos nuestros problemas hay una capacidad de pensamiento que nos puede alimentar y aliviar. Si en la calle paras a la gente y le preguntas por las tuercas que lleva un Boeing 777 no tendrá ni idea. En cambio si le preguntas por la existencia de Dios en un minuto puede tener opinión y te puede dar respuesta incluso con discursos larguísimos. Esto es una cosa seria y hay que dedicarle un tiempo. El libro dice a la gente que no puede seguir viviendo así, tiene que cambiar y hay pensadores con los que profundizar. No se trata de sentarse e inspirarse. La realidad no es sólo lo puramente racional, abarca más. Y hemos de caminar con lo racional y con el pensamiento. No hago una llamada a lo irracional o a misticismos raros. La razón tiene límites, pero tampoco hay que andar sin razón y pongo ejemplos de ello en el libro, como es el caso de los cristianos Tertuliano y Orígenes. Pero Creo y Reiníciate no dan respuestas definitivas, son preguntas. Hay gente que a veces no lo entiende. Yo hago planteamientos para empezar a andar. Quien espera una respuesta definitiva en cualquier libro se equivoca.
Pero salir de la caverna, como explica el mito platónico, no es un proceso agradable. Es doloroso. Y si encima la gente no es capaz de encontrar luego esa idea de Dios de la que habla…
Mi primer libro es Las preguntas son respuestas. Inevitablemente quien se hace preguntas profundas ya crece. Luego todos somos diferentes y cada uno llega a puntos distintos. Se trata de estar desasosegado, inquieto, intranquilo e iniciar ese camino que es un proceso de cambio. Lo que no es humano es decir ya he acabado, lo sé todo, estoy tranquilo y feliz. Quien diga eso se engaña o tiene un problema. El ser humano es un Homo Viator, un señor que camina. No hay final. Cada uno llega hasta donde puede y lo que nos transforma es caminar, es buscar. Que es doloroso lo pondría entre comillas. Aparentemente es más cómodo no hacerse preguntas, pero sólo aparentemente. Es más fácil llegar a casa y poner la tele y hacer lo que está de moda. Yo trabajé en la empresa farmacéutica durante muchos años y el segmento que más crece es el de medicamentos para la depresión y la ansiedad. La apariencia de confort es un vacío brutal en el que la gente sufre muchísimo. El hecho de empezar a caminar ya es una mejora y nos va a cambiar. Y sí es doloroso porque nada nos da más miedo que escucharnos a nosotros mismos y pensar en nuestra vida; porque así descubrimos el horror y el terror de lo que estamos haciendo. Pero es el único camino hacia la vida. El camino para encontrar a Dios está en nosotros, como decía San Agustín. No es medible ni comprobable, nunca podrá afirmarse ni negarse racionalmente su existencia, por ello está en nuestro interior.
La apariencia de confort es un vacío brutal en el que la gente sufre muchísimo”
Pero ese proceso radical que propone no es fácil.
Es más cómodo seguir igual y no hacerse preguntas, pero a la larga es peor. Es como un enfermo que no se quiere operar por miedo a las agujas o al bisturí. Es más cómodo, pero al final si no se opera, morirá. Es evidente que tener una fe como la cristiana es un camino mucho más radical porque frente a la mayoría de las religiones es menos formal y es más interior, de más exigencia personal. Como ya he dicho, uno de los problemas de los cristianos es no creernos la radicalidad del mensaje. La cruz es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, dice San Pablo. El mensaje cristiano es profundamente radical y revolucionario. Pero los cristianos no llegamos a esa radicalidad.
¿Hay que creer para ser feliz?
Primero tendríamos que definir el concepto de felicidad, que es superdifícil. Tendemos a confundir la felicidad con el placer y bienestar. Yo veo la felicidad como un proceso que nunca acaba, es como el horizonte. Caminamos hacia la felicidad, pero nunca llegamos a ese horizonte de la velocidad. El hombre no se colma y siempre puede ser un poco más feliz o infeliz porque estamos abiertos al infinito. El hombre nunca puede estar colmado. Para el cristiano la felicidad de verdad está en el más allá, pero para el ser humano en general la felicidad es un camino. El no creyente tiene que ser capaz de asumir que si no crees en Dios, la vida es fundamentalmente un absurdo, lo cual no significa que no valga la pena ser vivida, como decía Albert Camus. Se puede vivir aceptando el absurdo, pero eso requiere de una fuerza brutal.
Parece que se ha prescindido de Dios, pero si se prescinde de Dios y de la espiritualidad no puedes seguir utilizando las mismas palabras en moral, en ética, en política… Los valores están fundamentados en un entorno religioso. Por ello Nietzsche, uno de los pocos ateos de verdad, es más duro con los ateos y decía que si Dios no existe la vida no puede seguir igual. Ser ateo de verdad es durísimo, por eso escribe que él vive en el hielo, porque no hay moralidad. Sartre escribe La Náusea cuando se plantea estas cosas. Un ateo de verdad es muy respetable, pero es muy difícil serlo. Hay que ser muy religioso para no creer en Dios. Por eso no es malo que la gente lea a los ateos de verdad. Probablemente sus argumentos refuerzan a los cristianos, porque ellos sí tienen consuelo. Lo que yo ataco es la gente que no se plantea nada, puedes no creer pero lo que no puedes es no interrogarte sobre el sentido de la vida.
Hay que ser muy religioso para no creer en Dios”
Pero la fe es una cuestión que viene dada. Si naces en una casa en que no te la transmiten, no la conoces y quizá no tienes esas inquietudes.
La pregunta por el sentido de la vida y la existencia de Dios es común a todos los seres humanos. La cuestión cultural está ahí y si naces en un país árabe lo normal es que seas musulmán. Yo creo que si buscas la verdad estás salvado. La fe y la religión no pueden ser algo reduccionista. No sólo los católicos o los musulmanes podemos salvarnos y pensar eso es integrismo. Obviamente yo creo que la mía, el catolicismo, es la verdadera. La diferencia entre un integrista y un creyente es admitir la duda. Decides creer sin tener todas las pruebas. Creer absolutamente es imbécil, con perdón. Lo que es cristiano es dudar. ¡Hasta Jesús dudó! Quien no tenga dudas es un fanático. Cuando una persona cree que está en posesión de la verdad, en esta materia, inequívocamente está equivocado.
¿Sin Dios puede tener sentido la vida?
Que una cosa tenga sentido significa que tiene un principio y un fin. Si Dios no existe, la existencia es algo aleatorio que no tiene sentido.
¿Y no hay sentido finito?
No, porque en lo finito no hay dirección ni finalidad. Para el creyente la vida tiene sentido, para el ateo, no. Tras este paso por aquí originado por mezclas químicas lo que hay es la nada. Sin Dios no hay fundamentación ni sentido, eso es lo que pienso.
¿Y no puede haber valores buenos en una vida sin Dios?
Lo que planteas son cuestiones metafísicas. Sin metafísica, sólo queda utilitarismo o consenso. No hay verdad, hay que ponerse de acuerdo. Eso elimina lo absoluto y da derecho a que todo el mundo haga lo que quiera. Ser consecuente de verdad es muy difícil. De todos modos, la cuestión de la pérdida de fe es una cuestión occidental, no pasa en todo el mundo, aunque seamos etnocentristas y nos pensemos que es una tendencia global.
Los problemas de verdad del hombre son los mismos de hace 2.500 años y tienen que ver con los sentimientos”
Pero ser cristiano, por lo que dice, cuesta. Elegir ese camino implica romper con muchas cosas. En el libro no habla mucho de ello.
No es que sea un camino difícil, es muy profundo. Es una religión que lo exige todo, palabra, obra y omisión. Ser cristiano es una transformación personal y que debería cambiar a la sociedad. Pero la mezcla del cristianismo con el racionalismo griego ha rebajado esa radicalidad. El cristianismo siempre ha sido minoritario en el mundo, sólo era mayoritario en Occidente y ahora aquí también se ha convertido en una minoría. Si no reivindicamos esa radicalidad y su razón de ser acabará por desaparecer. Lo único que puede cambiar el cristianismo es nuestra acción personal y nuestro ejemplo de vida. Pero en el libro no insisto en ello porque no es sobre el cristianismo.
Dice que la cuestión sexual ha provocado muchas pérdidas de fe.
Sin duda. Ahora me saldré del dogma y creo que la iglesia acabará aceptándolo. La cuestión sexual es coyuntural y cultural. Cuando muere Jesús la religión queda en mano de doce apóstoles que son campesinos y pescadores de la Judea de hace 2.000 años. Jesús es revolucionario, trata de tú a tú a las mujeres. Pero cuando muere la gente sigue en el contexto de la época. No hay ningún dogma que diga que las mujeres no pueden ser sacerdote. Y luego está el hecho de establecer el sexo como tabú, que en el siglo I era así y se ha mantenido. La Iglesia tiene que adaptarse a los nuevos tiempos porque no hay dogma tampoco en ese sentido. Lo importante es que todos somos iguales y todos somos hijos de Dios. Lo que sí es malo es la utilización del sexo y tratar a los seres humanos como cosas. Eso nos lleva al vacío. Paro las restricciones sexuales en temas como anticonceptivos, etc. no son dogmas, son culturales. Y la Iglesia debería renovarse.
¿La idea de Dios no es una proyección del hombre para hallar consuelo a esta vida?
Esa es una tentación continua en la que ha caído el hombre. No hay más que ver como Keylor Navas rezaba en la tanda de penaltis de la final de la Champions. Si a Dios le preocupa quien gana el partido, dimito de la religión. Llegamos a cosas muy ridículas, pero Dios es mucho más importante y serio. Convertimos a Dios en una gasolinera o un supermercado. Es algo humano que no dice nada sobre Dios. Sólo habla de nuestra mezquindad, de nuestros miedos, de nuestra necesidad de sentirnos protegidos, pero insisto en que no habla de la existencia de Dios. Es imposible saber cómo es Dios, no lo podemos imaginar. Y como humanos no podemos pensar en algo que jamás hayamos visto. Le asignamos atributos humanos a Dios porque no podemos salir de nosotros mismos ni de nuestra humanidad.
Vivimos solos porque no hablamos de las cosas importantes”
¿Es Job un modelo de como creer en Dios?
No. Es un ejemplo de que no hay que juzgar a Dios. Hay incomprensión y pérdidas de fe por la muerte y el dolor. No se puede meter a Dios en nuestra idea de bueno y malo. Eso es difícil. Se puede estar dolido con Dios, pero no se le puede juzgar. ¿Con lo insignificantes que somos cómo vamos a pensar que nuestra lógica es la lógica de todo el universo?
Hay sufrimiento inocente en este mundo. Gente que nace destinada a sufrir.
Eso no tiene explicación… Hay hambre en el mundo, pero es culpa de los hombres. En base a eso no se puede pedir cuentas a Dios o negar su existencia. El dolor y la creación son los dos grandes problemas teológicos: el por qué Dios decide crearnos y por qué si nos crea decide que suframos. No tengo respuesta y no creo que nadie la tenga. Pero la razón tiene un límite y no podemos meter a Dios en ese límite ni se le puede ver como un policía que vigila que todo esté bien.
En Reiníciate hay referencias que no parecen muy cristianas, como cuando habla de que es mejor dejar una pareja que intentar seguir y dice que “nada ni nadie resucita aquello que está muerto”.
Cuando digo que no tiene mucho sentido seguir con una relación cuando se ha acabado el amor entre dos personas, es un comentario apegado a la tierra. Viene a decir que no te has de conformar con la mediocridad ni con el malvivir. Busca siempre lo mejor en el crecimiento personal. Otra cosa es que nos vayamos al plano trascendente. Como cristianos sí creemos que Dios lo puede todo y también que Dios puede resucitar y yo quiero creer que resucitaremos al final de los tiempos.
En los dos libros reivindica la vida interior pero todo nos empuja a la vida exterior, a vivir de cara al escaparate.
Ese es uno de nuestros problemas. La sociedad nos empuja continuamente a convertirnos en una máscara o un personaje, no a ser lo que somos y estamos híper condicionados por la actualidad y las redes sociales, etc. Se nos dice cómo debemos ser. Esto supone un estigma. Un compañero a los pocos días de publicar Creo me dijo que yo parecía “normal”. Se supone que sólo hay una manera de ser y todo lo demás es erróneo. Vivimos en una sociedad en que justamente por eso existe muchísimo sufrimiento interior, psíquico. Dickens empieza con aquel célebre texto de Historia de dos ciudades: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Vivimos en un mundo poderosísimo donde podemos hacerlo todo, pero esta sociedad que nos impulsa hacia fuera nos provoca un vacío existencial. No nos escuchamos a nosotros mismos, no sabemos qué queremos hacer con nuestra vida. Eso es inhumano.
¿Qué mejor sociedad para la clase dominante que una que no se haga preguntas?”
No parece que las cosas vayan a cambiar.
Independientemente de que uno crea en Dios o no, cualquier hombre se siente distinto al resto de la creación. Hay preguntas vitales que están en nuestro interior y obviarlas nos condena a un horror, a una vida mecánica y sin ningún sentido. Por eso siempre insisto en que debemos parar, escucharnos a nosotros mismos, tomar nuestras propias decisiones y no dejarnos llevar por las modas. Una de las constantes en este libro es que es tan legítimo creer como no creer, lo que no es legítimo es no plantearse la cuestión. Eso es inhumano. La idea de Dios es una idea poética. No es casualidad que en este mundo haya desaparecido la idea de Dios de la misma forma que ha desaparecido la poesía, lo sensible… todo lo que no tiene que ver con lo puramente material y con el dinero. Las personas no son valoradas por lo que son sino por lo que producen o lo que tienen. Vivimos en una sociedad deshumanizante y desestructurada que lleva al horror vital.
Insta a romper con este mundo hipercomunicado y a que seamos más reflexivos, pero eso puede dejarnos aislados.
Yo creo que la soledad es lo que hace el hombre actual. Voy a trabajar cada día en transporte público desde hace unos meses y eso es un ejemplo brutal de incomunicación humana. Más del 80% de la gente va enganchada al teléfono. En apariencia es el mundo de la comunicación. En realidad es el mundo de soledad absoluta y gélida. Eso no es comunicarse. El aluvión de información no equivale a comunicación. Vivimos solos porque no hablamos de las cosas importantes. Hay que mirar hacia el interior para luego dirigirse al exterior, pero no a un millón de personas. No se tienen mil amigos, aunque lo diga Facebook o Twitter. La comunicación son las cosas trascendentes de la vida y eso no lo puedes tener con más de diez personas. Lo que hace la gente en el psicólogo o en el psiquiatra es tener una conversación de verdad. Tenemos millones de conversaciones pero no nos comunicamos. Por eso hago una cruzada contra la tecnología, no va a salvar ninguno de nuestros males. No arreglará los problemas de verdad del hombre, que son los mismos de hace 2.500 años y tienen que ver con lo que sentimos. La tecnología no nos alivia, nos individualiza y ha banalizado muchas cosas.
Dices que la aceptación de la existencia de Dios es algo transformador. Pero la naturaleza humana no cambia así como así.
El hombre es el hombre, con sus limitaciones y carencias. Pero la apertura al infinito, en el que cabe más felicidad e infelicidad es lo que nos hace humanos. Si sólo pudiéramos ser felices no seríamos libres. Aunque nunca se llegue a la perfección, creer te da una postura diferente ante el mundo y ante las demás personas. Te lleva por caminos distintos que yo quiero pensar que serán transformadores. El hombre actual es el hombre del gris, de la mecanicidad, del hastío absoluto, de la luz artificial, de la incomunicación, es el hombre más poderoso de todos los tiempos y probablemente el más infeliz de todos los tiempos. Vivimos en un mundo sin poesía y abandonamos las cosas importantes por las que vale la pena vivir y que no son medibles. Son sentimentales, estéticas, espirituales… Mientras trabajamos o jugamos a fútbol somos sustituibles por otra persona. Cuando no lo somos es cuando disfrutamos de las cosas y entramos en la espiritualidad, pero eso está abandonado. Hemos eliminado la filosofía y la literatura y eso nos deshumaniza. A las grandes empresas les sale más a cuenta que seamos robots. Quieren seres productivos y no reflexivos. Eso es el fin de la civilización. ¿Vale la pena vivir en un mundo así?
¿Es optimista?
Hay que serlo porque el hombre es maravilloso y siempre se ha de tener esperanza. Pero la realidad cada vez es más aplastante y es una ola que va a más. Soy optimista si somos capaces de decir basta. ¿Qué mejor sociedad para la clase dominante que una que no se haga preguntas?
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