Herman
von Helmholtz se hizo célebre de la noche a la mañana en 1851, cuando
inventó el oftalmoscopio, un instrumento para examinar el interior del
ojo. El científico alemán, que se dedicó a estudiar la percepción
visual, planteó en su Tratado sobre la fisiología de la óptica
que las sensaciones no permiten un acceso directo a los objetos y
fenómenos, sino que sólo sirven a la mente como señales de la realidad.
Dicho de otro modo: no vemos con los ojos, sino con el
cerebro. Y, aunque sorprenda, esa aseveración sigue vigente. "Los ojos
comunican algo así como señales en código binario y luego el cerebro
crea las imágenes", dice Rodrigo Quian Quiroga, investigador argentino
radicado en Gran Bretaña que explora la visión.Una de las puertas de acceso a ese escenario del cerebro son las ilusiones visuales, que hacen que esas inferencias inconscientes dejen de tener sentido.
Quian Quiroga y otro argentino, el artista plástico Mariano Molina, realizaron durante el último año un proyecto singular. Trabajaron sobre la percepción visual cada uno desde su disciplina, la ciencia y el arte. El trabajo dio lugar a una exposición que acaba de inaugurarse en la Universidad de Leicester y que suscitó interés incluso entre revistas científicas como Lancet Neurology .
"Siempre tuve la idea de que los pintores saben mucho sobre percepción visual, tal vez no de una manera científica, pero sí intuitivamente -explica Quian Quiroga-. Obtuve un subsidio y traje a Mariano a trabajar con nosotros durante nueve meses."
"Fue una experiencia increíble -exclama Molina, profesor de dibujo y pintura egresado de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón-. Rodrigo me presentó algunos principios de neurociencias que no conocía. Hoy pienso que sería útil para los artistas adquirir este tipo de conocimientos durante su carrera."
El proyecto consistió en enseñarle a Molina algo de lo que se sabe sobre la percepción visual y trabajar juntos a partir de esa inspiración. El fruto de la interacción fue una serie de cuadros con provocativas imágenes.
El leitmotiv que utilizaron como disparador fueron las ilusiones visuales. Entre ellas, la llamada "rivalidad binocular", una propiedad de la visión que hace que cuando miramos algo distinto con cada ojo, se perciba una alternancia de las dos imágenes.
"Normalmente cada ojo ve la misma imagen con un leve desfase con respecto al otro. Es lo que permite crear la ilusión de tridimensionalidad, lo que da la sensación de profundidad -explica el científico-. Pero cuando cada ojo ve dos imágenes distintas, usando unos anteojos especiales que tienen lentes de dos colores, el cerebro se confunde y percibe una u otra imagen. No puede controlarlo. Mariano pintó varias telas con estos dos colores. Si uno se pone los anteojitos, va viendo primero una figura y después la otra. Es como si la misma tela tomara vida al ponerse los anteojos alternando entre las dos imágenes. En un momento ves un cuadro estilo Pollock y de repente una foto de Pollock pintando."
Otra curiosidad de la percepción visual es el fenómeno llamado after image effects : al mirar una imagen, se ve primero algo que parece no tener mucho sentido, pero cuando luego se lo ve en blanco y negro, se percibe el negativo de lo que se estaba mirando y de repente aparece una cara.
La muestra trata precisamente de cómo el cerebro construye la realidad de lo que vemos. Según explica el investigador, el de la visión es uno de los problemas más apasionantes de las neurociencias y se relaciona con otros íntimamente ligados con lo que nos hace humanos.
"La construcción interna que hacemos a partir de lo que percibimos puede ser diferente para cada uno de nosotros -arriesga-. Dos personas puestas a ver lo mismo ¿ven lo mismo o ven cosas diferentes? No hay manera de saber si tu rojo es igual al mío."
Y concluye Molina: "Siempre me fascinaron las ilusiones ópticas; son como malentendidos del cerebro. Esto me abrió la cabeza"..
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