No hay un perfil que defina de manera completa a la persona que respira un proyecto personal y que hace un pacto consigo mismo para llevarlo adelante contra viento y marea. Pero tal vez es que se emprende en muchas ocasiones en solitario o, todo lo más, con un reducido número de personas a nuestro alrededor. Y se suma a ello que en ocasiones no ha trabajado nunca en otra empresa, faltándole la experiencia de gestionar equipos.
Los emprendedores que tienen éxito con su proyecto se enfrentan antes de lo que piensan a una “tormenta perfecta”: construir un equipo. ¿Cómo formar un equipo que tiene que respirar los mismos principios que está viviendo el emprendedor? ¿Cómo transmitir a las personas que se incorporan su visión y foco que le permiten llevar adelante su sueño?
No hay empresa de éxito que no tenga un equipo de personas sólido. En un mundo en el que las ventajas competitivas se diluyen cada día que pasa, gracias entre otras cosas a la facilidad para intercambiar experiencias e ideas, la única posibilidad real de mantener la diferencia es que tu equipo sea “roca sólida”. Sin embargo, los emprendedores comenzamos solos durante un periodo de tiempo y ésa será la característica que posiblemente imprima carácter a nuestra manera de pensar, dificultando el salto a la creación de un equipo. ¿Cómo afrontarlo?
La definición y apuesta por la cultura corporativa, al rescate. La cultura corporativa es la gasolina que alimenta al equipo. Es la hoja de ruta que imprime carácter al contrato que firman las personas, que hace que cada uno se sienta parte integrante del proyecto. Si partimos de la base de que el equipo será uno de los elementos que nos diferenciará en un mercado en el que es muy complejo ser diferente, la certera definición de cómo somos como equipo, será una pieza básica para conseguirlo.
¿Qué compone la definición de cultura corporativa? Entre otras, a modo de ejemplo:
- objetivo de la compañía
- características que buscamos en el equipo: esfuerzo, vocación de servicio, transparencia, liderazgo, marca personal…
- participación del equipo a la hora de alimentar el conocimiento e innovación en la compañía: recogida de ideas, valoración de las mismas.
- fórmulas para el reconocimiento del esfuerzo.
- las reglas de juego que deben ser asumidas por todos, sin excepciones.
- la relación con nuestros clientes: nivel de servicio, interlocución, transparencia, empatía, cómo debemos gestionar las expectativas…
El momento de la verdad viene en el momento que hemos “dibujado” cómo queremos ser de mayores: mantener vivo el espíritu que pintamos en un documento, requiere dar voz y voto a las personas que componen el equipo. Y mantener alto el interés por participar. En este punto, los medios sociales son una clara ventaja. Cuando muchas empresas piensan que los medios sociales son un “altavoz hacia fuera”, la realidad es que muchas empresas ya han descubierto que el hábito de uso de estas herramientas por parte de su equipo, supone una ventaja competitiva para crear dentro de la empresa un “mercado de las ideas” como Gary Hammel lo denomina. Pero sobre este tema, volveré en posteriores entradas.
En último lugar, pero no menos importante: lo escrito permanece. Si escribimos nuestra cultura corporativa, debemos ser consecuentes con lo allí escrito. Construir un equipo es sobre todo un reto basado en la coherencia para quien lo lidera. Evitemos decir una cosa y hacer la contraria, pues será una garantía de estar perdiendo credibilidad en vez de ganarla. Si la ganamos, nuestro liderazgo será sólido y nuestro equipo una roca cohesionada sin fisuras. Y nuestros competidores nos envidiarán y temerán por ello.
No ganar esa credibilidad es la garantía de un divorcio permanente entre las personas que se incorporan al proyecto a medida que éste crece. Nadie dijo que gestionar las expectativas de las personas fuese fácil, pero si mi opinión os vale de referencia, no hay nada más satisfactorio que crear un proyecto en el que las personas son la clave.
A por ello ;-)
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