Por Juan Manuel Mendioroz, MBA 2013-2014
Que los resultados económicos mueven a las empresas y a quienes
trabajan en ellas, puede parecer poco romántico pero es absolutamente
cierto. Las empresas tienen como primer objetivo ganar dinero y por su
parte, las personas que allí trabajen lo harán a cambio de recursos
económicos o materiales.
Esta visión materialista propia de las empresas tiende a valorar
especialmente las motivaciones extrínsecas, derivadas del ambiente externo, que
mueven a personas y organizaciones relegando las vinculadas al significado que
tanto las personas como las empresas dan a lo que hacen; cuando ponemos el
foco en esto
es cuando se obtienen resultados extraordinarios.
Para algunos escépticos, esto de la significancia puede parecer
muy válido pero secundario para el día a día de sus empresas. Para intentar
ilustrar su importancia resulta interesante ver cómo se obtienen resultados
extraordinarios en otro ámbito; como por ejemplo en el deporte -profesional o
competitivo- y si algo de
esto se puede aplicar al mundo empresarial.
En casi cualquier deporte, aquellos quienes se desempeñan en
seleccionados nacionales o están fuertemente identificados con el colectivo que
representan (comúnmente diríamos que son hinchas del equipo en el que juegan)
tienden a defender su causa de una manera especial, tal vez con mayor entrega
que cuando lo hicieran solo por profesionalismo, deportividad o por el premio
económico. Esto es lo que comúnmente conocemos como tener la “camiseta puesta”.
Quienes integran el equipo tienen un fuerte sentido de pertenencia y comparten
los valores de la institución que defienden. Esta mayor identificación con “la
causa” probablemente les permita potenciar al máximo sus capacidades y superar limitaciones.
Además de su propia performance, no es de extrañar que estos sean mejor
valorados por los aficionados que los que cumplen su desempeño de manera “profesional”.
Llevando esto al mundo empresarial, resulta interesante ver cómo
el autor y conferencista británico Simon Sinek1 desarrolla el siguiente
concepto: las empresas que se centran en el porqué (hacen las cosas) y no en el
qué (hacen) logran mejores resultados. Un ejemplo emblemático es el de Apple,
la compañía fundada por Steve Jobs ha logrado destacarse de sus competidores
(fabricantes de computadoras) buscando ofrecer la mejor experiencia de
informática mediante un permanente desafío al statu quo. Esto tiene como
resultado productos y una forma de entregarlos “diferente”; los cuales cumplen
con ese desafío. Quienes trabajan en Apple tienen un sentido de pertenencia y
orgullo que los hace alcanzar niveles de excelencia en su desempeño. Sus
clientes además muestran una conocida fidelidad hacia la marca, lo cual se
transforma en ventas y en altísimo valor de marca.
A la hora de armar nuestros equipos de trabajo, o cuando cada uno
de nosotros decide incorporarse a una organización, es vital que tengamos
presente las motivaciones relacionadas al significado que le damos a lo que
hacemos. El mismo Sinek utiliza una frase ilustrativa: “Si uno contrata gente
que solo necesita un trabajo, ellos trabajarán por el dinero. Pero si contratas
a gente que cree en lo que tú crees, trabajarán para ti con sangre, sudor y
lágrimas”. Si empresa y persona comparten valores y una forma de hacer las
cosas, estarán dadas las condiciones necesarias para alinear los objetivos de
cada parte.
La conformación del equipo o la sola definición de a dónde
queremos llegar (misión o alcance de un proyecto), por sí solos no generan
lealtades, la mayoría de las veces es necesario el rol de un líder que con su
propio carisma logre las lealtades necesarias para alcanzar la meta. Pero
conseguir que las personas estén alineadas y comprometidas con la misión no es
algo que debe quedar reservado exclusivamente a los grandes líderes
inspiradores sino que cada directivo, o líder, tiene el desafío de crear un
marco de procesos y canales de comunicación, que permita a las personas
encontrar su lugar desde donde contribuir para alcanzar la meta común.
A modo de resumen, lograr la excelencia parece estar más vinculado
a motivaciones relacionadas al significado que las personas y empresas dan a lo
que hacen que a las motivaciones económicas o materiales. Los desafíos del
directivo serán por tanto armar un equipo donde se compartan determinados
valores y creencias, generar un marco en donde cada uno pueda hacer propia la
misión y encontrar su contribución para alcanzarla. En paralelo debemos ir
gestionando el talento individual para obtener el máximo de cada uno. Si como
directivos somos capaces de lograrlo seguramente seamos capaces de obtener
resultados extraordinarios que serán valorados por nuestros clientes. Sucede en
el deporte y sucede en Apple.
1
Simon O. Sinek, “Start with Why: How Great Leaders Inspire
Everyone to Take Action”. Penguin
Group US, 2009.
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