El psiquiatra francés Boris Cyrulnik, tras recibir el Honoris Causa de la Universidad de Lovaina. (EFE)
La divulgación científica y la autoayuda no tienen por qué ir en detrimento del rigor. Lo corrobora Sálvate, la vida te espera (Debate), una obra que ya forma parte de esa minoría de ensayos que, a pesar de estar destinados a un público generalista, se convierten en un manual de referencia en sus respectivas disciplinas casi al instante de su publicación. La autoría corresponde al afamado neuropsiquiatra Boris Cyrulnik (Los patitos feos o Morirse de vergüenza, también editados en España por Debate), o lo que es lo mismo, el padre de la resiliencia, y bien es cierto que su autoridad académica en la materia ha ayudado a que la comunidad científica apenas aguardase para encumbrar su última obra. Pero los elogios no previenen sólo de psicólogos, psiquiatras y neurólogos, sino también del público, el verdadero responsable de que el título original, Sauve-toi, la vie t'appelle, se colase en el top 50 de las obras más vendidas en Francia durante el pasado año (la tercera en el género de ensayo).
La biografía de Cyrulnik, como éste no duda en reconocer a El Confidencial, es el pilar fundamental sobre el que se asienta toda su producción científica. El concepto de resiliencia, entendido como la capacidad para superar situaciones dolorosas y traumas saliendo fortalecido de ellos, nunca podría haberse desarrollado sin la experiencia de su conflictiva infancia. Cyrulnik es un superviviente del Holocausto nazi, pero no solo físicamente, sino también desde el plano psicológico, pues ha logrado controlar y superar las secuelas de su trauma infantil (muerte de sus padres en un campo de concentración, peregrinaje por orfanatos, persecución policial…) para salir adelante, fortalecido y triunfante.
¿Cómo? “Primero conociendo los mecanismos generales de la memoria y la representación de los recuerdos, luego identificando las vulnerabilidades particulares y, finalmente, desarrollando la capacidad paradominar las emociones negativas”, explica el neuropsiquiatra. Las miserables circunstancias vitales de este francés nacido en el seno de una familia judía en plena ocupación nazi no son comparables con las dificultades surgidas del contexto económico actual, a pesar de lo cual se han disparado las enfermedades psíquicas e, incluso, doblado el número de suicidios con respecto a la tendencia anterior al estallido de la crisis.
Educación y familia
¿Cuáles son las principales causas de que hoy en día seamos tan vulnerables ante el dolor? ¿Qué nos incapacita para no ser capaces de superar pequeños traumas, en ocasiones pasajeros, hasta llegar al punto de la desesperación y el suicidio? “Aunque existe una tasa mayor de suicidios entre los hombres que entre las mujeres, la característica común a todas estas personas es que han tenido una infancia marcada por el abandono (figurado), lo que les ha impedido desarrollar la inteligencia emocional y la capacidad para dominar sus emociones. De este modo, son mucho más sensibles y, por tanto, vulnerables a los acontecimientos traumáticos. En realidad lidian con una pequeña malformación neurológica que les impide controlar las emociones y se derrumban ante un acontecimiento vital grave, como puede ser la pérdida del trabajo o de la vivienda, así como una separación conyugal”.
La presencia parental es fundamental para el desarrollo neuronal y emocional de los niños, lo que determinará su capacidad para superar las dificultades en la edad adulta La resiliencia, advierte el académico francés, es una aptitud que debe aprenderse desde la infancia, pues los primeros meses de vida son cruciales para controlar las emociones en la etapa adulta. Por eso lamenta que las políticas educativas y las de conciliación familiar no se ajusten a esta realidad, dado que familia y escuela, las principales instituciones de socialización en la infancia, son los escenarios en los que se desarrolla la resiliencia. “La presencia parental es muy importante para el desarrollo neuronal de los bebés. Si la madre y el padre no pueden atenderlo porque tienen que trabajar, los niños no serán emocionalmente estables y tendrán más posibilidades de sufrir depresiones durante la adolescencia. Al mismo tiempo pensarán más en la idea de la muerte, una premisa previa a los suicidios”, que también han repuntado entre los jóvenes.
En lo que se refiere al segundo escenario clave de la socialización, el sistema educativo, las guarderías, e incluso los primeros cursos de Educación Infantil, son un freno para el correcto desarrollo de la resiliencia. “La edad a la que se comienza a acudir a la escuela debería retrasarse, sobre todo en el caso de los niños con una presencia parental deficiente, al menos hasta que estén bien formados emocionalmente y con unos lazos familiares fuertes y estables" que, lógicamente, no todos los niños desarrollan a la vez, matiza Cyrulnik.
La competitividad y los exámenes continuos tampoco son una buena idea para el neurólogo. “La teoría y la práctica han demostrado que si no existen notas, por lo menos hasta los 14 años, los resultados escolares son mucho mejores, además de que se evitan angustias y problemas psíquicos”. Esto es porque la angustia, el estrés y la depresión paralizan tanto las capacidades cognitivas como las emocionales.
Empoderamiento, ¿y resistencia?
La capacidad de cada uno para “salvarse y abrazar la vida” no solo está determinada por la infancia, sino que también influyen otros factores socioculturales, además de las características del trauma al que nos enfrentemos, que facilitarán o dificultarán la resiliencia. “Somos seres sociales y el conflicto individual puede surgir de la confrontación con ciertos aspectos socioculturales. Si estos se afrontan de manera colectiva y desde la positividad, la resiliencia será de mejor calidad”, lo que entronca con el concepto de empoderamiento. Un proceso clave para impulsar cambios positivos en nuestro entorno y fomentar la confianza en nuestras propias capacidades.
Familia y escuela, las principales instituciones de socialización en la infancia, son los escenarios en los que se desarrolla la resilienciaEmpoderamiento y resiliencia, dos aptitudes fundamentales para alcanzar el bienestar integral, forman parte de la encrucijada terminológica y multidisciplinar que tanto caracteriza los planteamientos teóricos de Cyrulnik para afrontar la etiología de los problemas psíquicos. No tanto el concepto de resistencia, que alguno de sus discípulos y colegas han definido como un factor previo imprescindible para navegar exitosamente sobre las dificultades vitales. “Para mí no es imprescindible porque puedes contar con una capacidad de resistencia excelente y, al mismo tiempo, tener una mala resiliencia”, apunta.
Para explicar su oposición, clave para la configuración de las estrategias utilizadas en tratamiento clínico, el autor pone como ejemplo varios estudios centrados en soldados retirados del ejército tras participar en operaciones bélicas. “Muchos de los que sintieron pánico y se derrumbaron durante el conflicto, y por tanto no presentaron una gran resistencia, luego tuvieron una resiliencia mejor los soldados más bravos y valientes”. La verdadera diferencia, dice, para que unos soldados se traumatizasen durante el resto de sus vidas y otros no, reside en los lazos sociales, el cariño del entorno y las habilidades emocionales cultivadas antes de la guerra.
Soledad y abandono, los obstáculos infraqueables
Nada será posible sin el apoyo del entorno, principalmente de la familia y seres queridos, insiste Cyrulnik, pero también de aquellas personas de nuestra “área de proximidad”, como los amigos, los compañeros de trabajo o los vecinos. El papel central que juega la presencia y ayuda de las personas próximas en la superación de los traumas, explica que los golpes más difíciles de sobrellevar sean los que provienen de este entorno.
“Cuando quien supuestamente te protege, ya sean tus padres, tu pareja o tu Estado, es el mismo que te agrede, la resiliencia será mucho más difícil”, por lo que habrá que ir a la raíz del problema para llegar a comprenderlo y manejarlo en sus respectivos parámetros, matiza el autor. Es por ello que las víctimas de violencia de género son las más desprotegidas y las que cuentan con menos recursos propios para salir adelante: su salvador potencial se convierte en su verdugo.
Desde la soledad no hay ningún tipo de salida posible, “sólo nos dejaremos llevar por automatismos negativos”, pues sin comunicación no podremos reconocer las vulnerabilidades ni potenciar las habilidades sociales como la empatía o la confianza en uno mismo. Todas ellas características claves para superar situaciones difíciles.
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