Escribo las primeras palabras de este post con la sensación de que tiene un sabor especial, el de los sueños cumplidos, el de las etapas completadas.
Pero tuve la gran suerte de pasar por una crisis (eso lo digo ahora, claro, a agua pasada, entonces no me consideraba para nada afortunada) y a través de esa crisis encontré otra forma de entender la vida, por primera vez empecé a caminar a mi ritmo.
Y este se convirtió en el lema del que hoy es mi negocio, Slowers, zapatos para caminar a otro ritmo: el de la vida slow, el de saborear las pequeñas cosas y disfrutar de cada momento.
Muchos me preguntan si yo ya era diseñadora, y no, no lo era. Estudié ingeniería de montes y trabajaba en consultoras ambientales redactando proyectos y estudios ambientales.
Así que el cambio fue importante, ¿odiaba mi trabajo? No, ¿me apasionaba? Tampoco.
Desde el primer momento supe que mi cambio personal tenía que ir acompañado de un giro profesional, es más, éste se convirtió en el motor que ha ido moviendo al resto.
Descubrir algunas pasiones que tenía dormidas muy dentro de mí fue la gasolina necesaria para poner en marcha toda la maquinaria, y te digo que cuando la rueda empieza a girar ya no hay quien la pare.
Justamente creo que ahí esta el quid de la cuestión, dar el primer paso, conseguir accionar todo el mecanismo. Y en mi opinión sólo hay una forma de llegar ahí y pasa por bajar el ritmo…SLOW LIFE!
Desde pequeños nos dedicamos a llenar cada hora del día para no estar solos con nosotros mismos. Nos desconectamos, y para volver a encontrar esa conexión con nuestro interior tenemos que aprender a pasar tiempo solos, a ser nuestros mejores amigos, aprender a estar en silencio sin hacer nada, a escucharnos, a parar.
Porque una vez has dado los primeros pasos ya no hay vuelta atrás, en los momentos en que me pierdo mi mantra es “adelante, María, no hay otro camino”.
En esos momentos me recuerdo a mi misma cuando fui capaz de reconocer que aunque había dedicado 7 años de mi vida a estudiar una ingeniería igual no quería trabajar de eso. Cuando todo era un sueño en mi cabeza y tuve el valor de ir a pedir un préstamo al banco. Cuando aún no era capaz de ver con claridad qué quería y aún así seguí adelante.
Así que ahora se que me lo debo a mi misma, que puede haber momentos más bajos, que las cosas no siempre salen como imaginas, ni a la velocidad en la que te sentirías cómodo (en eso justamente consiste el aprendizaje).
Y sin embargo, no creo que pueda existir algo más grande en la vida que la certeza de que te estás siendo fiel a ti mismo, que estás viviendo de acuerdo a tus valores y que estás creando tu vida de forma consciente.
María Pipollés
No hay comentarios:
Publicar un comentario