“…porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas…”
(Amado Nervo)
CUESTIONES FUNDAMENTALES
Bienvenidos a esta nueva temporada del curso “Ética y Responsabilidad Social en la Empresa”. Este es un tema que algunos podrían pensar que está muy alejado de los problemas que afligen a la gente y que nos interpelan diariamente. No es nuestra manera de pensar.La ética se cuela en nuestra vida sin que lo podamos evitar. Todos nuestros actos a nivel personal y como sociedad, tienen esta dimensión.
Por ejemplo, quienes piensan que la discusión sobre la reforma tributaria es solo técnica, basta con que vean los argumentos que se esgrimen, para percatarse de que más parece una discusión tomada de un libro de ética: Si se avanza o no en equidad (y con ello en la justicia), si se afecta el empleo (y con ello el bienestar de las personas), si se logra disminuir la evasión (y con ello el engaño).
QUÉ SOMOS Y QUÉ HACEMOS
Vamos a comenzar este curso refiriéndonos a algunos temas y principios fundamentales de la ética.¿Qué somos? ¿Qué significa ser un ser humano? Son preguntas que resultan ineludibles para entender la existencia y orientar nuestra vida.
La antropología nos ofrece algunas respuestas desde la perspectiva de la ciencia, la filosofía y la teología. Todas ellas buscan esclarecer lo esencial del hombre recurriendo respectivamente al conocimiento científico (basado en la razón), a la metafísica (que busca adentrarse en la esencia yendo más allá de lo empírico) y la revelación cristiana en la Biblia (que llama a la fe).
Las miradas son ciertamente distintas, pero no debiesen presentar contradicción porque la realidad del ser es una sola.
¿Qué debemos hacer frente a cada circunstancia? Es una pregunta que no podemos dejar de hacernos y que nos va a interpelar todos los días, porque como seres humanos que compartimos este planeta, vivimos en permanente interacción y, por consiguiente, resulta inevitable que nuestras acciones impacten el bienestar de otros.
No es una pregunta fácil, porque su respuesta depende de lo que previamente hayamos respondido a las cuestiones anteriores sobre quiénes somos y qué es lo que queremos ser.
Nuestras acciones tienen que estar inspiradas en lo que pretendemos ser, porque nuestros actos nos van delineando como personas. Lo esencial de nuestro ser queda marcado por la forma en que actuamos. En último término, cada uno de nosotros es el resultado de lo que hagamos en la vida. Lo decía Séneca: “La naturaleza no da la virtud: es el arte de hacerse bueno”.
Podemos ver que junto a la dimensión individual de nuestros actos (por el impacto que estos tienen sobre nosotros mismos), hay una dimensión social (por el impacto sobre los demás).
Todo acto humano tiene esta doble dimensión, lo que acarrea una gran responsabilidad que nos exige responder por nuestros actos.
¿Cómo abordamos el estudio de la bondad o maldad de los actos humanos? La ética se ocupa justamente, ya sea a la luz de la razón, ámbito propio de la filosofía; o a la luz de la fe, ámbito propio de la teología, a estudiar los actos humanos en su bondad o maldad.
Existen en toda sociedad algunos principios o normas que deben ser respetadas, porque son la base de una sana convivencia y permiten proteger algunos bienes indispensables de la vida del ser humano, sin los cuales no se podría vivir.
Es por ello que la sociedad toda, a través de los poderes del Estado, castiga severamente el asesinato, el robo, la violación, la traición a la patria y muchas otras conductas consideradas inadecuadas, pues se percibe que provocan un daño muy grande a las personas. Quienes sean responsables deben responder por sus actos.
La otra manera de juzgar en cada circunstancia lo que se debe hacer es preguntándose por el impacto que esta acción tiene sobre nosotros: si nos hace crecer o nos disminuye como personas, si nos edifica o nos destruye. Y del mismo modo, corresponde preguntarnos sobre cómo afectamos a los demás, si les da alas para crecer y desarrollarse o los restringe y limita en su perfeccionamiento.
Todos los seres humanos queremos ser felices, y si bien es muy difícil definir lo que significa serlo, al menos podemos afirmar que se es feliz cuando el hombre adquiere la mayor plenitud de su ser en la vida. Y parte fundamental del desarrollo de nuestro ser está vinculado a nuestras acciones, por lo que debemos privilegiar hacer lo que nos hace mejores personas.
NUEVE PRINCIPIOS
Resulta valioso contar con algunas guías de discernimiento como las que proveen Alejandro Llano y Carlos Llano, en “Paradojas de la Ética Empresarial”, Revista Empresa y Humanismo, Vol. I, Nº 1/99, pues como ellos mismos afirman: “Uno de los deberes más importantes que afronta la empresa actual es el poner a flor de piel el sentido de la moralidad de sus actos, al menos con tanta sensibilidad como tiene en su epidermis para captar el beneficio económico que le aportará cada operación… La excelencia de una corporación exige, como su requisito más elemental y básico, que sea moralmente intachable.”1. El bien debe seguirse y evitarse el mal.
2. No deben emplearse medios moralmente malos aunque los fines sean buenos. El fin no justifica los medios.
3. No deben perseguirse fines buenos que tengan efectos resultantes desproporcionadamente malos. El caso de la conciencia ecológica es el más notorio.
4. Ha de considerarse valioso todo aquello que contribuya al desarrollo del hombre. La persona es sujeto de dignidad y, por tanto, quien otorga valor al resto de las realidades.
5. Hay valores que son objetivos, válidos para toda persona y cultura.
6. El hombre debe adquirir las capacidades (virtudes) necesarias para alcanzar una vida lograda, plena y completa.
7. El bien común es preferible al bien privado si ambos son del mismo orden.
8. La persona no debe considerarse nunca solo como medio, sino siempre, también, como fin.
9. El bien no es menor porque beneficie a otro, ni el mal es mayor porque me perjudique a mí.
¡Hasta el domingo!
La profesora ayudante del curso es Lídice Majluf.
La excelencia de una corporación exige, como su requisito más elemental y básico, que sea moralmente intachable.
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