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En el último post que publicamos aquí con el título Hablar en público, clave para tu marca personal decíamos: Si no comunicas, no influyes; y si comunicas mal, influyes mal.
En cierta ocasión, charlando con Guillermo Perry, Economista Jefe del Banco Mundial para la región de América Latina y Caribe (1996–2007), me decía: «La capacidad de liderar e influir se basa mucho más en tener ideas claras y en saberlas exponer, que en la posición que se ocupa o en el respaldo político o económico que se tiene».
Contundente, pero cierto. Como se recoge en Tu futuro es HOY (Alienta, 2ª edición): «Liderar es influir y la comunicación es la base de la influencia». Conviene pues, apuntar diez ideas para mejorar nuestra capacidad de comunicación:
- La comunicación, como cualquier otra disciplina, tiene su técnica y su método. Algunos (sólo unos pocos) pueden aprenderla de manera intuitiva; la mayoría tiene que dedicarle tiempo para saber cuáles son sus claves, practicarlas e interiorizarlas.
- El primer error grave es pensar que comunicar es simplemente hablar. Comunicar es mucho más que eso y antes de abrir la boca ya estamos comunicando y diciendo muchas cosas. No se puede no comunicar. Todo es comunicación: palabras, gestos, silencios, forma de vestir… Cualquier pista da detalles e indicios sobre quiénes somos o sobre la credibilidad de nuestros mensajes.
- Primero conmueve y después convence. Liderar es movilizar emociones. El ser humano antes de pensar, siente. Se conquista por el ‘corazón’ y se argumenta por la ‘razón’. No es casual que el autor de El Principito escribiese: «Si quieres construir un barco no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo de mar». Los grandes líderes dan un gran sentido al trabajo de las personas; saben transmitir que lo que hacen es muy importante; saben vender un futuro ilusionante y con propósito.
- Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Es una frase utilizada hasta la saciedad pero que es precioso recordar nuevamente aquí. La brevedad es virtud de los más sabios. El periodista Manuel Campo Vidal apuntaba cierta vez: «Hablar mucho o, peor aún, hablar demasiado, puede diluir el mensaje, disminuir la relevancia de lo esencial a transmitir».
- La sencillez es otra de las grandes armas de la comunicación. Lo complejo y barroco aburren. A menudo se da una paradoja en el mundo de la comunicación: cuanto menos sabe una persona sobre un tema más complicado hace su discurso. La inteligencia convierte cualquier asunto en accesible a cualquier persona. La capacidad pedagógica es esencial para impactar. Jack Welch, ex CEO de General Electric y personaje incluido enAprendiendo de los mejores (Alienta, 9ª edición) explicaba: «Es increíble lo difícil que es ser simple para la gente; cuánto miedo le da ser sencilla. Les preocupa el hecho de que si son simples, los demás pueden pensar que son tontos. En realidad, claro está, es justo al revés. La gente con la mente más clara y preparada es la más simple».
- La relevancia del público al que se dirige. No vale el mismo discurso para cualquier ocasión. La pereza no es buena aliada para nada. Adaptar el mensaje y el lenguaje a cada audiencia es propio de grandes comunicadores. Otra cosa produce desconexión emocional. Éste es uno de los aspectos que más cuesta a la gente.
- El humor genera conexión emocional con la audiencia. Es difícil que nos caiga mal alguien que nos haga reír. Quizás por eso, ya el músico Víctor Borge decía: «El humor es la distancia más corta entre dos personas». No cabe duda, el humor lubrica y facilita las relaciones, generando acercamiento y predisposición entre las partes, además de desactivar las defensas para el enfrentamiento.
- Lo positivo siempre vende más. A la hora de relacionarse, ya sea en un entorno one to one o con más personas, conviene tener muy en cuenta que la actitud –la forma– con la que se abordan las relaciones determina en gran medida su éxito. Hay gente que ante contextos difíciles pone palos a las ruedas y hay quienes saben ofrecer alternativas y soluciones para salir adelante. Estos últimos triunfan más y mejor.
- En comunicación es igualmente relevante saber manejar los silencios.Como se suele decir en la radio: «Los silencios hablan». Las pausas tienen un gran valor comunicativo porque sirven para subrayar y digerir ciertos mensajes, de tal modo que queden mejor grabados.
- La comunicación, para ser buena, tiene que ser redundante. Los mensajes sólo calan y se interiorizan por repetición. Para que una idea quede interiorizada hay que repetirla muchas veces. ¿Sabes quiénes son las personas más ‘pesadas’ del mundo? Las madres, porque repiten insistentemente una y otra vez la misma idea hasta que queda incrustada en la cabeza del hijo o de la hija. Y funciona.
Francisco Alcaide Hernández | @falcaide
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