En mis clases, uno de los mensajes fundamentales que intento que aprendan mis alumnos es que, en situaciones de cambio del entorno, no hacer nada es hacer algo. No tomar decisiones (o tomar la decisión de no tomarlas), es una decisión en sí misma. Es, de hecho, una decisión estratégica. Una estrategia legítima es el inmovilismo. Esa suele ser la estrategia más cómoda en el corto plazo (todos a sus puestos, aquí no cambiamos nada). Seguimos en zona de confort, esperando que pase la tempestad. De hecho, como decía Deming, no es necesario cambiar: sobrevivir no es obligatorio.
Innovar, por el contrario, suele ser arriesgado. Aunque, en palabras de Henry Chesbrough, si innovar es arriesgado, no hacerlo es letal. Efectivamente, nos puede pasar como a la rana de la fábula, que notaba que el agua se estaba calentando lentamente pero no saltaba: al final, murió hervida.
El entorno tecnológico y competitivo cambia a un ritmo vertiginoso. No es necesario insistir en ello. No quiero hacerme pesado. Sólo pasaré revista a algunas noticias de la última semana. Intel, por ejemplo, ha anunciado una inversión masiva, de 250 M$ en dos años para desarrollar microprocesadores para vehículos autoconducidos. BMW se alía con Baidu (el Google chino) para fabricar conjuntamente vehículos autónomos. Empresas surgidas de la nada, como ZooxLabs entran en el sector y alcanzanvaloraciones estratosféricas. La puerta del antiguo sector-fortaleza del automóvil está abierta, y se están colando, a raudales, emprendedores tecnológicos. Algunos viejos líderes, como Ford, estáncomprando desesperadamente esas startups. Pero también las empresas emergentes empiezan a comprar viejas ingenierías: Tesla ha adquirido la alemana Grohmann para acelerar su crecimiento y entrada en Europa. Parece claro que los automóviles se están convirtiendo en nodos autónomos, en un sistema de dispositivos electrónicos subconjunto de la internet de las cosas (IoT), que a su vez será un subconjunto de la Industria 4.0. Mientras, Singularity University nos avisa de que la inteligencia artificial cambiará cada aspecto de nuestras vidas. General Electric se ha apuntado a la moda (o necesidad) de comprar startups, y ha adquirido dos de ellas especializadas en inteligencia artificial. El supercomputador Watson de IBM empieza a trabajar con el sistema sanitario de Finlandia para mejorar sus procesos de toma de decisiones en base a la computación cognitiva. Y mientras, en China, país que ya lidera el ránking de publicaciones científicas en ese ámbito, invitan a los emprendedores tecnológicos a que huyan de Trump y vayan al país del Dragón.
Elon Musk nos ha dicho esta semanaque la fuerza de la tecnología nos empuja irremediablemente a establecer una renta básica universal. Sin demagogias, sin populismos, y sin estridencias, los políticos deberían ir pensando estratégicamente en cómo abordar este reto. Efectivamente, Brookings Institute considera casi imposible volver a los niveles de empleo anteriores a la crisis, debido al efecto de la robotización. La manufactura americana ha multiplicado por 2,5 su productividad desde 1980, pero ha perdido casi la mitad de sus puestos de trabajo en ese tiempo. El deprimidoManufacturing Rust Belt ha sido el granero de votos de Trump. El modelo americano de innovación tiene un defecto: propulsa a la estratosfera jóvenes empresas digitales en cuestión de meses, pero no crea suficiente empleo. Y no podemos decir que Obama fuera un espectador pasivo: el anterior presidente americano apostó estratégicamente por la ciencia y la tecnología, inspirado en el modelo germano, un modelo que no concentra sus esfuerzos en algunos pocos sectores de alta tecnología, sino que los distribuye en el intento de tecnificar el conjunto de su industria. Una estrategia que se enfoca en el soporte a los clústers industriales, los centros tecnológicos y la formación del personal. Harvard Business Review nos explica por qué el modelo alemán es mejor que el americano.
El mundo cambia rápidamente. Hay que tomar decisiones. No hacer nada es hacer algo. Y aquí, las noticias de la semana no son positivas: aunque los datos son provisionales, España sigue alejándose de la UE en innovación. Y Euskadi, que ya conoce sus datos 2015, cae estrepitosamente. Un duro golpe a los que en Euskadi siguen luchando por construir un país decente. Esta semana tendremos estadísticas definitivas del INE. Veremos qué pasa en Catalunya.
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