La era de la digitalización por excelencia ha dado paso a un nuevo modelo de mundo que se crea, modifica y relaciona en el mundo de la tecnología cognitiva.
El cambio de era en el que nos movemos, donde la transformación digital ha cambiado no sólo los patrones de comportamiento de millones de personas, que viven a través de líneas de código y que crean su alter ego en Internet, también ha modificado la manera en la que se comprende el mundo de los negocios. No es el destino de millones de empresas, sino la base de todas aquellas que ya son mayores y esas de reciente creación y que se mueven bajo el paradigma del universo startup. Porque si nos ponemos a pensar, la entrada del mundo empresarial en la era digital supone la friolera de 2.500 millones de gigabytes de datos diarios. O, si nos ponemos conservadores, toda la información que contendrían 170 periódicos repartidos a cada persona viva de este planeta. Es más, de seguir está tendencia y según cifras de IBM, en 2020 cada ser humano tendrá la capacidad de generar 1,7 MB de información por segundo. Para lograr esta cifra, y teniendo en cuenta todo este entramado, la tecnología cognitiva será una de las protagonistas indiscutibles de aquí a unos años.
Y uno de los caminos para lograrlo es el afamado Watson y su inteligencia artificial. Lo que ante el mundo se ha conocido como la piedra angular de la computación cognitiva y que recientemente fue actualizado para estar a la altura de las circunstancias. El sistema de IBM, que vio por primera vez la luz en un concurso de Jeopardy! en 2011, ha sido capaz de comprender el lenguaje natural del ser humano, resolver preguntas complejas y aprender. A partir de este sistema se suceden millones de posibilidades que dejan la puerta abierta a todos los sectores: ayuda a entrenar perros guía a través de tecnologías cognitivas, cultivos inteligentes mucho más eficientes y productivos, diagnósticos para enfermedades más rápidos y precisos…
Entre ellas la de la analítica. Hasta la fecha, más del 80% de los datos generados por la humanidad han caído en saco roto y no sólo es que no se haya podido volcar este contenido, la realidad es que no somos capaces de analizarlo. En este contexto, una de las aplicaciones reales se podría ver en cómo funcionan los préstamos de las bicis en las ciudades y cómo, desde la analítica de datos, se puede mejorar el transporte limpio y eficiente en las grandes urbes.
Y en el volcado y procesado de datos se encuadra también todo lo que tenga que ver con la tecnología cloud. ¿Cómo funcionan los coches conectados? En especial los del afamados Car2Go que se encuentran en cada punto de casi todas las grandes ciudades de Europa o los polémicos coches de Tesla. Los sistemas de seguridad en la conducción, la interconexión, permite reducir costes, daños y, sobre todo, generar un sinfín de datos que van a parar a la nube. Según datos de la Comisión Europea, la computación en la nube está creciendo a una velocidad increíble en Europa, siendo un facilitador para transformar un negocio tradicional en uno digital, y alcanzará un valor de 44.800 millones de euros en sus previsiones para 2020.
Ayudaría, por otro lado, a proteger cualquier vehículo de los ataques o hackeos. Es cierto que su apertura al sector tecnológico de los coches supone más peligro, pero también aumenta la protección. Y, por qué no, al conocimiento total del cerebro humano; la reproducción de los chips sinápticos, estrechamente vinculados con los ordenadores cuánticos, daría la posibilidad de reproducir la actividad neuronal de un cerebro humano a un microchip y que este, con el tiempo, fuese capaz de aprender. Nada como el ser humano para inspirar los mejores avances de la tecnología.
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