lunes, 5 de diciembre de 2016

Exorcizando los demonios de la red

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The Exorcist (1973)Dos interesantes artículos hoy hacen referencia a experiencias que han resultado ser exitosas a la hora de eliminar de determinados servicios problemas como las noticias falsas o las dinámicas de acoso e insulto.
Por un lado, Fusion publica What GitHub did to kill its trolls, una pieza larga y detallada sobre cómo la mayor plataforma de publicación y colaboración para software de código abierto del mundofue capaz de conjurar un problema de dinámicas nocivas de interacción que amenazaba con convertir en muy incómoda la interacción en la página, que en el año 2014 llevaba ya algún tiempo viendo abandonos de usuarios que manifestaban quejas de trollingbullying, machismo, abuso, acoso e insultos.
¿La receta? Equipos de gestión creados con personas de orígenes muy diversos, con muy diferentes sensibilidades con respecto a los distintos temas, y muy comprometidos con su labor, con la idea no tanto de crear nuevas normas de conducta, sino de detectar todos los resquicios del funcionamiento del sitio que permitían o incluso fomentaban la aparición de ese tipo de dinámicas. Una respuesta muy diferente a la tomada por redes como Twitter, en las que esas dinámicas no son tristemente la excepción sino la norma, y que como mucho, llegan a ofrecer a los usuarios herramientas para que puedan llevar a cabo la absurda “estrategia del avestruz”, para poder ocultarse a sí mismos las dinámicas abusivas, pretendiendo aquello de “si no puedo ver el problema, ya no existe”.
En el segundo artículo, titulado Why Snapchat and Apple don’t have a fake news problem, Buzzfeed especula sobre las razones por las que determinadas plataformas de consumo de noticias, como Apple News o Snapchat Discover, no tienen los problemas derivados de la publicación de noticias falsas que sí sufren otras como Facebook. La respuesta, en este caso, parece clara: un nivel de control y supervisión mucho más rígido y manual, una aprobación particularizada de cada una de las fuentes, y mecanismos de interacción que no tienden tanto a premiar lo social entendido como acumulación de Likes, de follows o de algoritmos que puedan ser manipulados, sino mediante reglas mucho más sencillas, como la exposición cronológica.
No hablamos de casos aislados o poco importantes cuantitativamente: Snapchat, con sus 150 millones de usuarios diarios, supera ya en 10 millones de usuarios activos a redes como Twitter, y obtiene importantes ingresos gracias a Discover, la plataforma de compartición de noticias en la que muchísimos usuarios fundamentalmente adolescentes, que resultan muy difíciles de alcanzar para la mayoría de los medios, leen noticias de una serie de publicaciones que pasan por un riguroso proceso de admisión y control. No hablamos de un sistema en el que grupos de adolescentes macedonios puedan dedicarse a ganar un dinero generando noticias falsas que se convierten en virales, ni donde publicaciones de dudosa reputación puedan inyectar noticias completamente falsas e inventadas, sino de un sitio con reglas serias donde el derecho de admisión está claramente señalizado y tiene un coste, en absoluto trivial. En el caso de Apple News, hablamos de 70 millones de usuarios activos y de contenido disponible de más de 4,000 publicaciones, pero en la que el acceso está regulado por el miso tipo de reglas rígidas y conocidas que gobiernan la tienda de aplicaciones de la compañía: incumple las normas, y te verás rápidamente excluido.
¿De qué estamos hablando? Claramente, la responsabilidad de gestionar una plataforma debe ir bastante más allá de la posibilidad de crearla técnicamente. Si no aplicamos principios de gestión claros e inequívocos, el destino es el que es: caer víctimas de algo tan imparable como la mismísima naturaleza humana. Los problemas de las plataformas, en realidad, no lo son tanto de las plataformas como de sus usuarios, que necesitan aparentemente estar sujetos a procesos de control y supervisión que eviten que salga a la superficie lo peor de su naturaleza. Y para evitarlo, aparecen mecanismos como el control y la supervisión, expresados a través de distintos sistemas que van desde el trabajo de equipos de moderación, hasta el desarrollo de barreras de entrada. El primer caso, Github, termina por resultarme mucho más atractivo debido al componente democrático que posee: cualquier persona puede crear un proyecto en la plataforma, sin ningún tipo de limitación, y los problemas únicamente surgen si esa persona entra en dinámicas de comportamiento abusivo, momento en el que se encontrará con el equipo de gestión de la comunidad. En el caso de Apple o Snapchat, el mecanismo me resulta menos interesante: que las cosas funcionen mejor cuando las barreras de entrada son más elevadas, y como tales barreras, dejen fuera a muchos que podrían posiblemente generar contribuciones valiosas, me parece una manera de tirar al niño con el agua del baño, aunque indudablemente esté siendo capaz de probar su buen funcionamiento.
Lo que no cabe duda es que mecanismos de este tipo, en distintas combinaciones, son cada día más necesarios para gestionar plataformas en la red, y el estudio de casos como estos puede probarse muy valioso a la hora de pensar sobre ese fenómeno. El sueño buenista de una red completamente abierta y sin limitaciones a la participación ha llegado a un punto en el que, al encontrarse con lo peor de la naturaleza humana, ha terminado por probar sus numerosas limitaciones. Triste, pero desgraciadamente real.

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