"No se puede soñar con tener un gran carácter. Usted debe bregar y forjarse uno"
--James A. Froude
Algunos días, cuando llego al gimnasio y cargo las barras con los pesos que vengo trabajando, a penas empiezo a entrenar me doy cuenta de que pesan mucho más que la sesión anterior.
Dado que los discos y las mancuernas no varían su peso, entiendo que, por alguna razón, ese día no estoy en mi mejor condición y me va a costar mucho terminar la rutina.
Algunos días, cuando me siento a meditar, no logro, por más que lo intento, fijar la atención en nada. Me doy cuenta que mi mente está agitada y que me va a costar centrarme.
Algunos días, cuando me siento a escribir, me doy cuenta que mi mente está vacía. Sin ideas. En ese momento comprendo que me va a tocar mirar la pantalla en blanco durante un buen rato.
Algunos días, poco después de despertarme, me doy cuenta de que estoy siendo atacado por antojos de comida basura: dulces e hidratos de mala calaña. Ahí entiendo que comer sano ese día va a ser una labor colosal.
En esos días en los que no me encuentro en mi mejor condición, en los que todo me cuesta más, siempre pasa por mi mente la opción de dejarlo y volver a intentarlo al día siguiente. Resulta tentador decir: «lo intenté y no se pudo».
Incluso en algunas ocasiones lo he dejado. Son los días en los que han ganado los: «Hoy rompo la dieta y mañana empiezo de nuevo», «Mañana escribo, hoy no se me ocurrió nada», «Ya no lo intento más, no se pudo meditar. Quizá mañana si».
Esos días, en los que nuestro compromiso es puesto bajo riguroso examen, es cuando debemos debemos luchar con mayor determinación y fiereza por mantenernos firmes en nuestros propósitos.
Es ahí, cuando superamos los días malos, cuando más avanzamos, cuando crece nuestra capacidad de compromiso y de esfuerzo.
No son los días en los que todo transcurre en calma, y todo sale como lo deseamos los que nos ayudan a forjar un carácter determinado y ganador.
Son los malos.
Aquellos días en los que todo se hace más difícil, en los que todo es cuesta arriba, son los días que, si logramos persistir, nuestra convicción y esperanza de éxito futuro se verán fortalecidos.
Las virtudes se asientan y tonifican cuando son puestas a prueba.
La paciencia no se desarrolla cuando todo está en calma y las cosas ocurren como nos gusta que ocurran. Es en los días en que todo son contrariedades cuando podemos practicar ser más pacientes.
Ser disciplinados en ausencia de tentaciones es fácil hasta para los pequeños más impulsivos. Nuestra disciplina crece cuando nos resistimos a los seductores cantos de sirenas que nos invitan a desviarnos de nuestros objetivos.
Así que la próxima vez que te enfrentes a un mal día, no te quejes. Considéralo como una oportunidad para crecer y fortalecer tu compromiso. Para darle tono a tu determinación. Esos, los días malos, son los que forjan tu carácter.
Dado que los discos y las mancuernas no varían su peso, entiendo que, por alguna razón, ese día no estoy en mi mejor condición y me va a costar mucho terminar la rutina.
Algunos días, cuando me siento a meditar, no logro, por más que lo intento, fijar la atención en nada. Me doy cuenta que mi mente está agitada y que me va a costar centrarme.
Algunos días, cuando me siento a escribir, me doy cuenta que mi mente está vacía. Sin ideas. En ese momento comprendo que me va a tocar mirar la pantalla en blanco durante un buen rato.
Algunos días, poco después de despertarme, me doy cuenta de que estoy siendo atacado por antojos de comida basura: dulces e hidratos de mala calaña. Ahí entiendo que comer sano ese día va a ser una labor colosal.
En esos días en los que no me encuentro en mi mejor condición, en los que todo me cuesta más, siempre pasa por mi mente la opción de dejarlo y volver a intentarlo al día siguiente. Resulta tentador decir: «lo intenté y no se pudo».
Incluso en algunas ocasiones lo he dejado. Son los días en los que han ganado los: «Hoy rompo la dieta y mañana empiezo de nuevo», «Mañana escribo, hoy no se me ocurrió nada», «Ya no lo intento más, no se pudo meditar. Quizá mañana si».
Esos días, en los que nuestro compromiso es puesto bajo riguroso examen, es cuando debemos debemos luchar con mayor determinación y fiereza por mantenernos firmes en nuestros propósitos.
Es ahí, cuando superamos los días malos, cuando más avanzamos, cuando crece nuestra capacidad de compromiso y de esfuerzo.
No son los días en los que todo transcurre en calma, y todo sale como lo deseamos los que nos ayudan a forjar un carácter determinado y ganador.
Son los malos.
Aquellos días en los que todo se hace más difícil, en los que todo es cuesta arriba, son los días que, si logramos persistir, nuestra convicción y esperanza de éxito futuro se verán fortalecidos.
Las virtudes se asientan y tonifican cuando son puestas a prueba.
La paciencia no se desarrolla cuando todo está en calma y las cosas ocurren como nos gusta que ocurran. Es en los días en que todo son contrariedades cuando podemos practicar ser más pacientes.
Ser disciplinados en ausencia de tentaciones es fácil hasta para los pequeños más impulsivos. Nuestra disciplina crece cuando nos resistimos a los seductores cantos de sirenas que nos invitan a desviarnos de nuestros objetivos.
Así que la próxima vez que te enfrentes a un mal día, no te quejes. Considéralo como una oportunidad para crecer y fortalecer tu compromiso. Para darle tono a tu determinación. Esos, los días malos, son los que forjan tu carácter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario