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Por Julen Iturbe
Nuestra sociedad global y planetaria ha decidido que necesita emprendedores. Las instituciones han bendecido el asunto y la nueva fe se despliegue en grandes actos mediáticos. Hay que ir a por una sociedad emprendedora, fijar modelos de éxito y trabajar duro para ello. Lázaro, levántate y emprende, que diría San Juan (11,38) en pleno siglo XXI.
Dice la RAE que emprender es “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.” Dificultad y reto. He aquí los acicates del moderno emprendedor. Las escuelas de negocios los preparan para lo peor. Que sepas que el mundo empresarial está lleno de tiburones y allí nadie regala duros a cuatro pesetas. Hay que luchar y trabajar duro porque la competencia es voraz y va a querer joderte cada segundo que pasa. Tienes que estar preparado para lo peor: hambre, interminables jornadas de trabajo y toda esa retahíla de tópicos bendecidos por el sistema.
Y he aquí que a resultas de ello, ya tenemos modelo emprendedor. Se le añade el ingrediente del tío Gilito amasando fortuna y ¡manos a la obra! Es difícil y supone un reto… pero en la cumbre hay un tesoro en forma de resultados económicos -bueno, o que te compre Google- u otras recompensas por las que merece la pena luchar.
Sin embargo, el modelo para mí tiene un pequeño problema: empuja hacia la competitividad pero no tanto hacia colaborar y compartir. Por defecto, el vecino es tu competidor. Eso se traduce en mantener, si no alentar, la protección del conocimiento y el trabajo en privado, para que los demás sepan de ti lo menos posible. Cada vez que alguien se entera de algo que llevas entre manos, tu competitividad peligra porque te va a robar y a copiar. Te va a levantar eso que tanto esfuerzo te ha costado.
Fomentar la colaboración
¿En cuántos programas de formación para el emprendizaje se habla de procomún, de copyleft, de una colaboración más allá del perímetro de seguridad de la empresa? ¿En cuántos programas se discute sobre el modelo opencourseware del MIT o de cómo utilizar licencias de Creative Commons u otras similares para compartir lo que sabemos y favorecer la reutilización del conocimiento que generamos? No, aquí el modelo sigue siendo el de que los clientes son míos y sólo míos y hay que defenderlos en cruentas batallas y, por supuesto, en que el conocimiento se protege con siete candados.
Visto el modelo Díaz Ferrán, vista la distribución de riqueza tan desigual que es seña de identidad de las grandes empresas, visto cómo tratan a sus clientes… visto todo ello quizá es mejor que no te capten para la causa.
Eso sí, la buena nueva es que existen alternativas. Y esto al menos da ánimos, ¡vaya si los da! Pero el repiqueteo monocorde de las campañas del emprendizaje me parece que conduce en la mayoría de los casos a la reproducción de un modelo gastado. Ah… y maldecido por una buena parte de la sociedad. En esto, como en tantas otras cosas, podemos tener un problema: asumir sin crítica los modelos de éxito del imperio americano.
Escrito el 21 de octubre, 2010 por Julen
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