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“La vida merece ser vivida con todo entusiasmo y alegría. Es el don más precioso que poseemos”. El poeta Rabindranath Tagore hacía así una de las mas bellas definiciones sobre el término pasión.
Vivir la vida con entusiasmo y alegría conlleva, añadir cariño y sentido a todo nuestros actos. Permite que la curiosidad nos impulse cada día, hacia saber y ser algo más. Nuestro entorno se vuelve amable y generoso, las miradas cambian tan sólo con poderse reflejar en una sonrisa.
La pasión no añade a nuestros días un motivo. Ella es el motivo en sí que nos impulsa y compromete a una vida mejor.
Todos conocemos esa entrañable sensación de bienestar que nos motiva a ser mejores a cada segundo, a mostrar y a dar lo mejor de nosotros a cada instante, ese estado de embriaguez eufórica que acompaña al enamoramiento. Y ¿porqué no habríamos de extender esa sensación a la vida misma? ¿Porqué no permitirnos apasionarnos por cada uno de nuestros actos?
Limitar nuestra felicidad a acontecimientos extraordinarios externos, es tanto como limitar nuestras posibilidades y deja en manos ajenas una responsabilidad que debe ser enteramente nuestra.
Escoge alimentar tu optimismo con pequeños gestos como dejar de incriminarte por los errores cometidos, no exagerar tus fallos ni los de aquellos que te rodean.
¡Transforma la queja en acciones activas que mejoren tu situación!
Plantéate la vida en base a objetivos, escoge el rumbo hacia el que quieres moverte, sin dejar atrás aquellos valores y principios que son esenciales para ti. La vida, te devolverá sin duda motivos para apasionarte junto a ella.
jueves, 7 de octubre de 2010
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