El poder inteligente reúne el querer con la eficacia. Sin esa brújula el cerebro no tiene orientación y sin eficacia el querer nunca se alcanza.
Para alcanzar una meta se necesita un plan. Este criterio se contradice en la vida cotidiana. Así como no admitiríamos que un edificio se construya a ojo, en la vida personal se deja todo librado al azar. Planear no es un don que se lleve en la sangre, hay que aprender a planificar. Para manejar un mundo cambiante hay que adelantarse a los sucesos.
Planear requiere definir el querer, fijar con precisión la meta y describirla por escrito. Un plan tiene un cómo y un cuándo del cómo, porque el objetivo debe alcanzarse en tiempo y forma. El tiempo es el juez de todos los planes. Y el que falla al planear planea fracasar.
Invertir en planear. A veces se siguen metas utópicas malgastando la energía o se confunden ilusiones con visiones concretas.
Explorar el espacio era un propósito del gobierno americano en un momento de la historia, llegar a la luna fue su visión.
Como el camino al infierno está plagado de buenas intenciones se necesitan metas viables y atractivas. Para seleccionarlas hay que viajar al mundo interior buscando talentos, cualidades, ideas, gustos y proyectos dormidos u olvidados, transformarlos en metas magnéticas, y grabarlas en la mente.
Gillette tuvo un propósito: “inventar algo que obligara a los hombres a comprárselo durante toda su vida”, pero cuando diseñó la meta de un objeto con cuchilla y soporte, dirigió su mente al invento que le daría fama y dinero, su plan le permitió crear el aparato de afeitar.
Metodología intelectual del plan. Cuando se trata de cumplir con un propósito, hay que asociar muchas metas y planes en el proceso. Un planteo estratégico parte del propósito, selecciona metas y confecciona planes coordinados que apunten en la misma dirección.
Los enemigos de los proyectos son el olvido, la postergación, la ineptitud y la falta de capacitación. Para seguir a la deriva no hace falta un plan. A quien le parece bien cualquier momento, cualquier momento nunca llegará. No es cuestión de registrar prioridades en la agenda, sino de ordenar la agenda a las prioridades.
Como el día tiene 24 horas hay que saber usar el tiempo. El plan quita presión sobre los temas que nos sacan del aquí y del ahora, contribuye a la ocupación y no a la preocupación.
Los beneficios de planear. Con el plan el crecimiento no es accidental, se dirige a la meta y no al suceso, activa la memoria, sacude los olvidos y las postergaciones, agiliza la percepción de la oportunidad, evita la mentalidad de bombero, entrena para pensar en el futuro como construcción y no como un determinismo, convierte al planificador en el arquitecto de sus logros, elimina la tendencia a atribuirlos a la buena o a la mala suerte, aprovecha el promedio de los estados de ánimo integrando al plan las ideas que resultan de los mismos, da tiempo para disfrutar de lo pequeño y de lo grande.
Cómo planear bien. Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé, sus nombres son, Cómo, Cuándo, Dónde, Qué, Quién y Por qué”, dijo Rudyard Kipling. El buen plan es una hoja de ruta que responde al cuestionario y hace el inventario de lo que falta.
El “Por Qué”se refiere a las primeras decisiones. El “Cómo” a la estrategia, a cómo llegar a la meta propuesta y las acciones que se proponen . El “Cuándo” es el tiempo del plan. El “Dónde” el escenario pasado, actual y futuro. El “Qué” indica los objetivos y fija las metas. El “Quién” es el equipo, la gente y la retroalimentación
Ejecutar el plan. Planear es crear valor creativamente. Lo que no cambia es la esencia: es gestionar el conocimiento. Al intangible hay que sumarle los recursos de la gente: destrezas, conocimientos, aptitudes y actitudes. Un cambio eficaz no se logra explicando por qué no se puede, sino con un plan que guíe como una brújula al resultado.
El pensamiento estratégico opera hacia el futuro, se basa en el cálculo, en la lógica y en la experiencia. Prevé una secuencia razonable: si ocurre tal cosa ocurrirá tal otra y de esa manera planea.
Otro modelo es partir del futuro deseado y retroceder a través de las acciones necesarias. Es como ver una película desde el final, pero la película todavía no existe y uno mismo la debe realizar. Si la guía es el pasado, la experiencia lleva a repetirlo. Planear desde el objetivo supone que el mejor modo de adivinar el futuro es inventarlo.
El pensamiento estratégico chino. Xiaoping Deng prefirió los resultados a la ideología. Dijo: no importa si el gato es blanco o negro; si atrapa ratones es un buen gato.
El occidental parte de lo que aspira y apela a la voluntad para alcanzarlo. El pensamiento chino altera el modelo del sujeto héroe del cambio, por el análisis de la situación: ¿qué y cómo sucede?, ¿hacia dónde se dirige lo real?; luego observa el curso de los acontecimientos y espera para aprovechar sus frutos.
Al advertir la lógica del proceso y su potencial de realización, deja que las cosas ocurran y obtiene el beneficio sin sacrificios y sin presiones, acompañando la evolución natural de las cosas
No valoran tanto la acción como la situación. Las acciones se adaptan continuamente, sin preconceptos. El estratega – si se sabe que a su adversario le agrada el peligro- le hará correr riesgos innecesarios, – si conoce que respeta a la autoridad- recurrirá a ella para dominarlo, sin el desgaste de planificar acciones meritorias.
No priorizan el camino a la meta, no consideran al fin como “un buen conductor”, no suponen que al retroceder hasta el origen encontrarán fuentes ni medios seguros; porque la multiplicidad de fuerzas generadoras de cambio harán imprevisible el desenlace, y presionar producirá el mismo efecto que un remedio que mata por accidente.
Dos facultades diferentes. El occidental se basa en la voluntad: fija el objetivo, hace la elección que cree correcta y selecciona los medios.
El chino no determina el fin sino que se beneficia cuando ocurre. Al anticipar el potencial de la situación; no invierte demasiado en los medios, le basta con observar las condiciones que generan la lógica del proceso, como las cosas que caen por su propio peso.
El efecto resulta de una propensión natural, no hay que actuar sino esperar. Los últimos serán los primeros y recogerán los frutos.
El modelo occidental. Las personas y las organizaciones actúan en contextos complejos que cambian continuamente presentando amenazas y oportunidades. Hay que estar atento para cambiar de estrategia con rapidez. El planeamiento estratégico contempla las fortalezas y las debilidades y analiza por qué los clientes nos prefieren.
El enfoque es reactivo –aprender a reaccionar con rapidez- y al mismo tiempo proactivo – actuar hacia el objetivo- . La estrategia ordena y clarifica el pensamiento para facilitar el proceso creativo y decisorio.
Para el planificador inexperto un cambio brusco e inesperado arruina la planificación. Pero no se debe detener la gestión estratégica.
Cuando se convierte en gimnasia el contacto con lo real, se inspira información y se exhala conocimiento. El feedback con la realidad evitará que un error en el plan se convierta en un fracaso.
Cuanto más rápido es el cambio, si se trata de aspectos estratégicos claves, hay que actuar de inmediato. Las decisiones estratégicas implican riesgos, pues se orientan a un futuro, siempre incierto.
Mientras que la dificultad del pensamiento y la decisión se complejizan nadie es infalible, cualquiera puede fallar. Pero el que cree en un seguro fracaso es porque no piensa estratégicamente.
Las compañías que inventan el futuro, saben dónde quieren ir, ponen pasión para llegar y superan los obstáculos de un modo flexible.
Los estrategas que ven mejor ganarán la batalla competitiva por superiores que sean sus competidores, porque también saben abandonar la batalla navegando y creando océanos azules. Google no existía hace 12 años, Apple estaba casi quebrada hace 14.
Pensar estratégicamente. Es un recurso esencial que no cuesta dinero, pero no hay dinero con el cual pagarlo. ¿En qué consiste? En responder cuatro preguntas: ¿ dónde estaba ayer? ¿dónde estoy hoy? ¿dónde quiero estar mañana? ¿cómo hará para conseguirlo’
La Estrategia es el elemento clave de la gestión. El enemigo principal del plan es el tiempo, cuanto más lejano es el objetivo más falible será.
La ley de Murphy. La estrategia busca reducir la incertidumbre, que debilita el planeamiento pero que al mismo tiempo lo hace necesario.
La estrategia ordena los conocimientos y los recursos para acortar la diferencia entre el plan y el resultado. Se mueve en dos polos: el de la reflexión y el de la acción y da prioridad a la segunda.
La estrategia es un pariente cercano del pensamiento reflexivo. La mejor forma de combatir la ley de Murphy -según la cual todo lo que puede salir mal va a salir mal- es ser cuidadoso en los detalles.
El intelectual y el hombre de acción. En el mundo coexisten el intelectual que trabaja con palabras y con ideas y el hombre de acción que lo hace con personas y cosas. El concepto de creacción es la unión de la creatividad, el plan y la acción ejecutiva.
Estrategia etimológicamente significa “general”. El líder no separa el plan de la acción, concreta sus propósitos enfrentando a los competidores que quieren lograr sus mismos objetivos.
El estratega y el planificador. El Planificador no conoce los resultados y no cuenta con instrumentos para prevenir los desvíos. El estratega debe lograr que la Acción garantice que la Reflexión se cumpla, y que la reflexión incorpore la lógica de la Acción. Ninguna Estrategia debe transitar ese camino sin tener claros sus objetivos.
Porque como dijo Séneca “no existen vientos favorables para el que no sabe a que puerto quiere llegar”.
Dr. Horacio Krell.· Ceo de Ilvem, consultas a horaciokrell@ilvem.com
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