Hay varias definiciones de ego. Una es el aprecio excesivo que una persona siente por sí misma. Otra, la que desarrollamos en esta nota, es la de instancia psíquica que se reconoce como “yo”.
El ego es una entidad que se va autoconstruyendo a nivel inconsciente a lo largo de la vida través de la adquisición de conocimientos, creencias, hábitos y experiencias. La falta de conciencia hace pensar que uno es eso que ha venido haciendo y experimentando.
Darse cuenta de la existencia del ego, el “yo” mental y emocional no creado desde adentro, sino impuesto por el medio, es un primer paso en la toma de conciencia y en el despertar de lo que permanece dormido.
Al disociar un yo observador de cómo funciona el ego, es posible dirigir la mirada hacia otra cosa. Hasta entonces se podía ser más o menos sano, centrado, equilibrado o feliz, pero la conciencia, esa otra cosa. Es la presencia que todavía no había llegado de lo que uno verdaderamente es. Y llega cuando la mente se conecta con su fuente espiritual y recién entonces el sujeto puede elegir por sí mismo.
Aprender a ser. Es el principio clave de las 4 A de la educación. Mientras tanto el Ego utiliza las 3 A restantes: aprender a hacer, aprender a aprender y aprender a convivir. Aprender a ser es un aprendizaje duro que muy pocos finalizan, porque el sistema educativo no da prioridad al autoconocimiento y privilegia la información.
Esto genera patologías de la personalidad como no saber lo que quiero ni lo que soy. Esto implica crear un ego distinto al real. Esa creencia falsa, lo que uno cree que es, le impedirá potenciar lo que podría llegar a ser. El sujeto se identifica con el ego que es un fragmento de sí mismo y desconoce la dependencia a la que se somete, hasta que un buen día se despierta e intenta vivir libremente.
El ego es el medio que usa la inteligencia para lograr sus fines en un sistema educativo y en un medio social donde reina la imperfección. El riesgo es no descubrir el genio interior y quedar atado a roles funcionales alejados del centro espiritual. En una sociedad así nadie esté contento con lo que hace. El test de la inteligencia emocional consiste en la alegría o en la apatía con que se encara cada jornada
No se puede operar sin una identidad. El creador del ego es la mente. Cuando no la gobierna la conciencia el ego se fragmenta. La mente es dirigida desde afuera por una sociedad de consumo que ofrece siempre algo nuevo y genera el miedo a perderlo. Así se rebaja la energía y se carece de paz y felicidad en el presente.
Un cuerpo sin mente sería un vegetal sin capacidad de sentir, de pensar o de actuar. Una mente sin conciencia produce un ego frágil.
El aprendizaje se da siempre en contextos sociales, pero aprender a ser es posible sólo cuando se llega al origen de lo que se experimenta, eso que las emociones se encargan de manifestar. Cuando la mente se alinea con la conciencia optimiza sus capacidades de elección.
Tomar las riendas. La mente que no abreva en su fuente espiritual carece de señales que orienten la acción, el ego vaga errante y las emociones no forman parte del espíritu. Disociadas del ser los éxitos son fugaces y los traumas se internalizan. En cambio ancladas al espíritu brindan la sensación de unidad, amor, integración y paz.
La mente es un software que brinda libertad creadora pero puede operar mal y originar un ego dividido, cuando el programa está infectado por los virus que pululan en el contexto. Se fabrica una prisión sin que se lo advierta porque nunca se vivió algo distinto.
El mundo es un espejo. Navegar en la falsa realidad no garantiza bienestar ni seguridad y el ego es presa fácil del contexto. La propagación de los virus crece rápidamente, provoca la impotencia y el temor, y lo anómalo es la norma. Al formar parte de eso con lo que se identifica, no conoce otro mundo. La mente lo hace adicto a esas falsas identidades que lo esclavizan y lo alejan del verdadero ser.
Esa moral se fundamenta en premios y castigos e impulsa a crear una identidad (ego) que permite desenvolverse socialmente, aunque se sienta que todo es mentira y se experimente la ausencia del amor.
Un fanático que se siente superior, miente, persigue, mata, revelando una mente disfuncional. Es difícil rebelarse al orden establecido o romper con una norma social muy arraigada. El ególatra es un autómata doliente, cuya mente busca en el desván de su cabeza pensamientos viejos del pasado que no se detienen en el presente.
El radar o la brújula. Dejar de juzgar y valorarse desde afuera, de imitar a la moda o a los ricos y famosos, inicia el proceso de cambio. Hasta aquí no se usaba la brújula para conocer el mundo interior. Todo lo que daba sentido a la vida estaba afuera, desde donde se regulaba la existencia, la moral, la identidad, el estilo de vida y las creencias.
Se producía así la desconexión con la identidad real. Ni siquiera se sospechaba de la existencia del verdadero centro vital. Sin embargo ese algo con lo que se nace no se puede separar, pero si ocultar.
Al perder la conciencia de la verdad, se actúa en piloto automático.
Esto genera seres vulnerables, dependientes, reactivos, adictos a los estímulos, que se frustran, se tensionan y se atemorizan con frecuencia.
Son seres que se irritan cuando no suceden las cosas que desean.
El falso ego lleva a la desdicha. Cautiva con promesas de un futuro mejor que a la larga las defrauda. Distorsiona la realidad y causa el sufrimiento por identificarse con creencias falsas. El ego siempre encuentra razones para sufrir con excelentes argumentos. Se especializa en crear víctimas que padecen injusticias. La preferida es: el día que tengas esto o seas aquello podrás ser feliz. Se enseña a sobrevivir a situaciones que no se pueden apartar. Sólo aprendiendo a elegir y a dejar de lado la desdicha, se deja de ser esclavo de la mente.
La batería del auto usada para iluminarlo se arruina, pero conectada con el encendido del motor se recarga. Del mismo modo hay que conectar los deseos y los recursos con los altos valores.
Al ego hay que conocerlo y aceptarlo, toda pelea desgasta. Hay que agradecerle el haberse construido: ha sido y es muy útil. Ha puesto energía y dedicación. Hay que entender para qué sirvió y para qué no. En qué facilitó las cosas y en qué las trabó. Hay que saber cambiarlo, después de todo el ego es una construcción. Fue una construcción inconsciente y automática, hecha sin haber prestado la debida atención.
El comienzo es importante. Al notar que el ego es disfuncional, se advierten sus diversas caras. En la desdicha se pueden cerrar los ojos, inspirar y percibir la presencia que se oculta. Se necesita enfocar la atención en el presente, ver que las cosas no son como parecen, retirar la capa superficial hasta detectar la presencia de la ausencia. Así aparecen dos presencias. Descubrir cuál es falsa es el principio. No hay que correr, sólo es cuestión de observar y tomar conciencia.
De pronto se descubre que se perdió la identificación y se la abandona. La mejor forma es que caiga como caen las hojas secas, sin hacer nada más que advertir su presencia. A las hojas secas se las lleva el viento.
Al madurar el poder de la conciencia se reconoce que el ego era causa de desdichas y que se desvanece al dejar de alimentarlo. La mente y el ego dejan de gobernar, se convierten en súbditos de la conciencia y la presencia es el verdadero centro. Presencia del Ser, sin identificación con máscaras. Solo consciencia y sentimiento puestos en el presente.
Las técnicas de meditación permiten desprenderse de esa construcción y sumergirnos en lo que compartimos con todos los seres. Es otro estado de consciencia. Pero es difícil desprenderse del ego aunque se es más consciente de que existe, hay que dejar de ser su víctima, aprender a manejarlo, prestar atención al diálogo con el cual uno se habla a sí mismo, se explica el mundo e intenta que las cosas encajen en los conceptos con los que acomoda el mundo externo al interno.
Conócete a ti mismo. La libertad es la capacidad de tener actos conscientes. Pero la racionalidad es limitada y cada observador puede ver otra realidad. Existe el pluralismo y la relatividad. Construir la verdadera identidad consume energías pero es peor la falsa identidad, asumir como propios planes ajenos, eludir compromisos, diferir la resolución de la crisis y caer en la parálisis por exceso de análisis.
Para que la identidad no sea un sueño y para evitar que como dijo Rousseau: el hombre nazca libre y sin embargo por todas partes se lo encuentre encadenado, hay que dominar la metodología que desarrolla el potencial eligiendo los mejores proyectos y modelos, para convertirse en el arquitecto que diseña su propio destino. El creador innovador es el mejor imitador que tiene dios en la tierra. Es el que aprendió a convertir su espíritu en materia.
Dr. Horacio Krell, es el Fundador y CEO de Ilvem, entidad educativa cuya misión es el desarrollo de la mente humana en el marco de la teoría de las inteligencias múltiples. Su correo es: horaciokrell@ilvem.com
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