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Hay dos impulsos humanos que son complementarios o contradictorios, uno apunta a la autonomía personal y el otro a la pertenencia social. Para Erich Fromm la libertad sólo tiene sentido cuando se puede pensar por uno mismo. Hay una trampa mental que incentiva a aceptar y sostener ideas sin crítica previa, a separar un “nosotros” de “los otros”, lo que para nuestros ancestros representaba la diferencia entre la vida y la muerte.
Hoy el afán pertenecer hace creer que sólo los compañeros son fiables y los otros, los de afuera, una amenaza. Esto explica ilógicas rivalidades acríticas, como los conflictos raciales o simplemente por ser de River o de Boca.
Un experimento para cohesionar grupos rivales con actividades recreativas fracasó, funcionó mejor trabajar en conjunto resolviendo problemas comunes.
Pensamiento de grupo. El deseo de pertenecer crea la ilusión de unanimidad moral, acentúa la dependencia a las decisiones del grupo aunque contradigan la realidad y las propias convicciones y lleva a negar todo lo que las refuta.
Siempre se quiso controlar a la gente. Los tiranos griegos usaron la palabra como arma. La imprenta aceleró la información, la TV y la radio la potenciaron. En el siglo XXI la velocidad creció con la tecnología, así como
el intento de silenciar a la prensa libre, valerse de la violencia, la impunidad, las detenciones arbitrarias, los ataques verbales y la manipulación, para impedir la libertad de expresión y acceso a la información.
La SIP advirtió que los medios libres son hostilizados y que hay redes oficiales en su contra. La sociedad reproduce en gran escala el fenómeno grupal, así se llega del pensamiento de grupo al partido único.
Es necesario escuchar voces distintas. Como abogado del diablo no existe hay que inventarlo, para recobrar la autonomía y el pensamiento crítico.
Autonomía, dependencia y brecha digital. La tecnología sube por el ascensor y el hombre por la escalera. La tecnología no mejoró la educación. Por eso Elliot se preguntó: ¿dónde está el conocimiento que se perdió con la información y dónde la sabiduría que se perdió con el conocimiento?
Por las autopistas tecnológicas transita velozmente la información y las saturan. El cerebro es el mismo y la atención se debilita. El que se detiene es aplastado y no queda tiempo libre para analizar lo que está pasando.
El mensaje se hace simple, breve, superficial, carente de significado. Vale más que lo que dice. Estamos más informados pero cada vez sabemos menos. La autonomía requiere menos contacto, para ganar tiempo, la pertenencia precisa conexión ¿Es posible la cortesía digital? El libro de Carnigie “Cómo ganar amigos” debería adaptarse a estos tiempos.
Las estaciones de la vida. Lo importante no es correr, tener más y ser más grande, sino el desarrollo, que es lo que se hace con eso. Al cerrar una etapa hay que pasar a otra, tomar otro tren ante cada crisis evolutiva. El peligro es detenerse. Sin infancia perdemos creatividad y sin adolescencia rebeldía.
La concentración urbana disminuye el espacio físico. El abuelo que está fuera del mundo laboral podría ser el maestro de sus nietos. Pero hay menos espacio y ellos están en el geriátrico y los niños en la guardería. Un joven no puede ser sabio. La sabiduría asocia el conocimiento y la experiencia.
En el geriátrico aparecen las enfermedades, se pierde la capacidad adquirida por haber visto toda la película de la vida y de poder reflexionar sobre ella.
O el abuelo se convierte en sabio o le llega la senectud acelerada, preanuncio de la muerte, eso que los más jóvenes no aceptan. A todos nos llega porque somos uterotumbas, vamos del útero a la tumba. Sólo el que tiene un proyecto, se aleja de la muerte. La muerte está tan lejos como la esperanza. La paciencia es un árbol de raíces muy amargas y de frutos muy dulces.
Desperdiciamos a nuestros ancianos, que son nuestra “biblioteca nacional”.
La tecnología y el cerebro. Cuesta concentrarse, escuchar una sinfonía, leer sin ser invadido por ideas parásitas y crear relaciones. La atención es vagabunda, fragmentaria, múltiple, descrema la superficie sin llegar al fondo.
Para McLuhan los medios son redes extendidas en el cerebro y en el sistema nervioso. Es posible que el hombre se convierta en prótesis de lo que inventó.
Hay que sintonizar el sistema nervioso y el digital, no educar para un mundo inexistente. El átomo es pasado, el símbolo de la época son el chip y la red.
La red no tiene centro, ni certezas. Combina lo simple del átomo con el caos. El chip de silicona y la fibra de silicato unen al mundo con un tejido de redes.
La red tiene nodos pequeños y conexiones. Células sin inteligencia crearon el sistema inmunológico y PC conectadas tejieron la “World Wide Web”.
La sabiduría retornará si se promueve un diálogo que descomponga el todo en partes para entenderlo y mejorarlo. Este entramado se paraliza sin ideas para trabajar en equipo. El poder consistirá en sacar provecho de la comunicación. En una red el talento se multiplica con el de los demás. Se trata de sincronizar el cerebro humano con las redes digitales, para desarrollar el cerebro social.
Las redes sociales son plataformas que gestionan usuarios, muestran su perfil, gustos, y preferencias. Sirven para difundir ideas y promocionar productos.
Son un recurso único para dar a conocer algo, cambiando el foco del producto al cliente. Hay que entender el potencial y la filosofía de cada red. El procedimiento de co-creación mejora la experiencia en cada punto de contacto. Hoy es comercial, de cara a los negocios, pero debe conservar su esencia, enfocada hacia la experiencia humana.
Negar la realidad. Creemos que la muerte es del otro. En un spot filmado en un restaurant una chica dice: es increíble cómo no se cuida la gente mientras mira a un señor poniendo sal a su comida. El señor repite la frase mientras aparece la chica que espera su comida fumando.
Nos resulta imposible pensar en nuestra propia muerte.
Steve Jobs perdió nueve meses haciendo terapias alternativas. Le diagnosticaron cáncer de páncreas y no se operó. Se trató con dietas y fue a espiritistas. Todos le pedían que se opere. Jobs se arrepintió más tarde del pensamiento mágico, el error de sentir que si uno ignora una cosa, si no quiere que exista, ese algo desaparecerá.
Todos sentimos que el que muere por lo que podría prevenir, es víctima de su propia estupidez. Es nuestro modo de decir “a mí no me va a pasar”, de ignorar que todos moriremos, incluso nosotros mismos. Es una realidad devastadora. Mientras más vivimos, más cerca está la muerte. Ignoramos lo que la razón confirma.
Steve Jobs quiso creer que “la muerte es el otro” para hacer su vida tolerable. Lo grandioso fue que siguió siendo genio cuando aceptó su muerte. Apostó por la irracionalidad siendo un racionalista. No pudo cambiar el destino, pero logró convertirse en sabio.
El Gran Hermano te vigila. George Orwell escribió en 1949 la novela 1984. El concepto llegó al programa de TV: Gran Hermano. La novela plantea un mundo en guerra dividido en bloques gobernados por un autocrático partido único.
El protagonista vive hastiado, sin espacio para lo nuevo ni para el amor, salvo el que debe profesar al Gran Hermano. Hay tres consignas: La guerra es paz, La libertad es esclavitud, La ignorancia es fuerza, y mecanismos que encierran las relaciones sociales. Hay una operación sobre el pasado, “quien controla el presente controla el pasado y así quien controla el pasado controlará el futuro”. El pasado es puesto al día según los intereses del partido. El término orwelliano es sinónimo de totalitarismo. Junto a Un mundo feliz, de Huxley, y Fahrenheit 451 deBradbury, 1984 habla de sociedades desoladoras, sintetizadas en la frase: el Gran Hermano te vigila.
Orwell no llegó a ver sus predicciones. La globalización aceleró tanto la destrucción como la toma de conciencia. El mundo fue guiado por ciertos intereses que crearon las tecnologías de la destrucción. Algunas mostraron el poder fuerte de la guerra, otras el poder débil e igualmente peligroso de la seducción. El cuento del tío llegó a todas partes. La culpa no fue del hombre común sino los que mandan. Los embaucadores engañan porque hay una distancia entre la acción y sus consecuencias. Somos libres de elegir, en eso consiste la autonomía, pero no podemos impedir sus efectos.
Huxley en “Un tiempo feliz” anticipó al hombre moderno que acepta la esclavitud a cambio consumo, placer y entretenimiento. El poder inteligente, en cambio, libra su batalla en la educación. Implica un cambio ético, un cambio que todavía no aparece. Pero el futuro no existe, podemos inventarlo.
Dr. Horacio Krell CEO de ILVEM Contacto horaciokrell@ilvem.com
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