lunes, 5 de noviembre de 2012

¿Por qué soy emprendedor?

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Menuda pregunta ¿Verdad?, me la hacen muchas veces y nunca tengo clara la respuesta porque nunca me lo he planteado seriamente. Lo soy y punto, me sale de dentro, es una especie de necesidad. Podría decir que ningún emprendedor tiene una respuesta clara. Y no me vale la típica de “porque no quiero tener jefes” porque me parece demasiado simplista.

Así que voy a hacer un esfuerzo en reflexionar la respuesta y voy a intentar materializar con palabras las diferentes emociones que he tenido desde el principio de mi trayectoria profesional hasta ahora.
Lo primero que descubro es que, probablemente, las motivaciones para emprender han sido diferentes en el tiempo según el momento y las circunstancias. Mi vida no era igual cuando tenía 18 años y me puse a vender bolsas de plástico, que cuando tenía 34 y fundé Logocomunica después de haberme recuperado de la ruina que tuve con el cierre de otra empresa anterior. Pero siempre he decidido emprender, independientemente de la motivación. Entonces ¿Es una motivación la que te lleva a emprender o una excusa para justificar algo que no se puede explicar?
Así pues he decidido dividir estas reflexiones en 5 momentos de mi vida para analizar las 5 principales razones que me han llevado a emprender.
El primer momento es el de la inocencia.
Con 18 años y compatibilizándolo con los estudios empecé, casualmente, a vender bolsas de plástico a comercios como panaderías, pastelerías, carnicerías, fruterías, etc. Solo tenía un Seat 127, muchas ganas de ganar dinero y mucha curiosidad por aprender eso de “la venta”. En 2 años fui incorporando más productos al catálogo como portaprecios para escaparates, envases, papel para máquinas de turnos, cartelería y un sin fin de cosas.
Para ponerte en contexto he de decirte que fue hace más de 20 años y no había internet. Casi no había ni teléfono móvil, yo por lo menos no tenía. Y eso de la palabra “emprendedor” creo que no se escuchaba en ningún sitio. No estaba de moda.
Un detalle poco importante en ese momento, pero que creó muchas bases en mi vida, es que en esa época empecé con el boxeo, también casualmente. Además acababa de terminar en el internado de Murcia en el que había pasado los últimos 4 años de mi vida casi “exiliado” (jejeje) y acababa de volver a Alicante, desconectado de todo, sin saber muy bien que hacer y casi sin conocer gente en el terreno profesional. Lo que viene siendo un “pipiolo recién llegado” que quería hacer muchas cosas a la vez.
Y te preguntarás ¿Por qué no buscaste trabajo? Pues porque no sabía hacerlo. Creo que ni me había planteado como se buscaba trabajo. Además, ¿En qué iba a trabajar si no sabía hacer nada? Por otro lado necesitaba hacer mil cosas a la vez, terminar mis estudios, conocer gente, entrenar, etc, etc. Así que no podría haber compatibilizado eso con trabajar un horario fijo para alguien. Pero la verdadera razón creo que era que no me motivaba nada porque no sabía hacer nada.
Pero parecía que eso de vender no se me daba mal. Me gustaba entrar en las tiendas y decir aquello de – hola, soy comercial de bolsas de plástico y accesorios para comercios, ¿Podría enseñarle mi catálogo? – le decía a los nuevos clientes que intentaba captar con una mezcla de atrevimiento, ignorancia e inocencia. Bueno, el catálogo era una lista de precios que me había hecho con el viejo Amstrad 8086 monocromo de mi padre e impreso en papel continuo con una impresora matricial.
¿Estaba emprendiendo? Evidentemente si, pero ahora que lo pienso fue casual, nadie me enseñó a hacerlo, no era algo premeditado era inconsciente ya que, al no saber hacer nada, vi en la venta algo divertido que me hacía ganar dinero, y eso si que me gustaba.
El segundo momento es el de la necesidad.
Unos años después de empezar aquella aventura conocí a alguien de Maphre Vida que me convenció a dejarlo todo para vender seguros de vida y de jubilación. Era muy motivador, iba a conocer cosas interesantes, gente interesante, iba a ir de traje. Tenía buena pinta, así que dejé mi aventura emprendedora para practicar otro tipo de venta.
Pero aquello no duró más de tres meses y me surgió una oportunidad de trabajar en telefónica. Así que mis aventuras emprendedoras cesaron definitivamente y conseguí estar casi un año trabajando por cuenta ajena en algo que me encantaba, también vinculado a la venta, y que además me permitió empezar a conocer la tecnología y la informática.
En esa época, año 96, tuve mi primer teléfono móvil, todo un descubrimiento impresionante. Y me compré mi primer ordenador cuando me enteré de que algo llamado Internet estaba revolucionandolo todo. Un clónico con procesador 386 y windows 3.11 para redes. Jajajaja suena a prehistoria.
Recuerdo que en telefónica trabajaba muchas horas y ganaba mucho dinero (para mi edad y para la época) haciendo lo que me gustaba, vender. Y por las noches me enganchaba a internet. Aquello era una pasada, podías hacer tantas cosas, ver fotos que tardaba en cargar varios minutos, hacer páginas web con un editor de texto para meterle muchos gifts animados, y chorradas similares.
Además podías chatear con los amigos a través del IRC en frías salas de texto. Así nacieron los emoticonos y muchas otras cosas que hoy son tan comunes.
También empecé a aficionarme al retoque de imágenes y a trabajar con programas de edición gráfica que me llamaban mucho la atención.
Había días que iba a trabajar sin dormir y después de haber estado toda la noche con el ordenador. Se me pasaba el tiempo volando. Era joven y solo necesitaba dormir un día si y otro no. Que tiempos! :)
No estaba emprendiendo, pero estaba preparando mi futuro (sin saberlo) con conocimientos que después serían mi salvación profesional a la vez que seguía aprendiendo en el impresionante mundo de la venta.
Y un día llegó la noticia de mi despido de telefónica, que conté en el post de “Los trabajos soñados se crean, no se encuentran“. Y por motivos absurdos pero legales no tuve más remedio que emprender. Buscarme la vida con lo que sabía hacer, que era vender, y con lo que estaba empezando a aprender, que era el retoque de imágenes.
Conseguí hacer clientes a la vez que aprendía más cosas y me fui introduciendo, sin saberlo, en el mundo del diseño, la comunicación y la publicidad.
¿Estaba emprendiendo? Rotundamente si, no me quedaba otra, o espabilaba o me comía los mocos uno detrás de otro. Si no hubiera comprado aquel ordenador, y hubiera estado tantas noches sin dormir, no se que hubiera hecho cuando me despidieron.
Como cuento en ese post, estuve varios años así, trabajando por cuenta propia, peleando por conseguir clientes, aprendiendo lo que era llevar un negocio sin tener ningún conocimiento del mundo empresarial.
Fue una época dura pero genial. Tuve que emprender por necesidad, pero cada logro, cada meta conseguida, cada pelea ganada, era tan satisfactoria que merecía la pena en todos los sentidos.
El tercer momento es el de unos años sin emprender.
Estaba tan hambriento de conocimiento que todo lo que hacía y todo lo que conseguía me sabía a poco, quería más, pero en Alicante no lo podía conseguir.
Mi familia tenía un piso en Madrid que no se usaba, así que les pedí las llaves y permiso para utilizarlo. Dejé todo lo que tenía aquí y decidí empezar de cero. Me puse como objetivo trabajar en algo relacionado con la publicidad o el diseño pero en la capital, quería aprender.
No lo tenía fácil, no conocía a nadie y además no tenía ningunos estudios en ese área, solo algo de edición de imagen por ordenador y lo que leía y veía a mi alrededor. Pero tampoco tenía nada que perder. Si no me salía bien solo tenía que repetir la historia del retoque de fotos pero en Madrid.
Nada más llegar me puse a enviar currículums, eso si, muy currados. Unos eran en formato CD, otros eran montajes con diferentes tipos de papel y cartulina. Movidas que hice para intentar ser diferente y que en una semana dieron sus frutos.
Entré a trabajar en un estudio de autoedición que trabajaba para las mejores agencias de publicidad de Madrid. La verdad es que no entendí por qué me cogieron, lo cierto es que lo hicieron y estuve más de un año trabajando con ellos. Mi jefe años después me dijo que me contrató porque me vio valiente jajajaja. Pues gracias amigo :)
Así que volví a abandonar eso de “emprender”. Trabajé más horas extra que horas normales, pero me encantaba. Aprendí una barbaridad, me metía en todos los saraos, no me frenaba nada. Era una experiencia increíble que me hizo aprender lo que necesitaba saber del mundo del diseño, de la comunicación y de la publicidad gracias a trabajar en cuentas muy importantes. Pero un año después (parece mi límite temporal por cuenta ajena), me cansé de Madrid y conseguí una oportunidad de entrar en el departamento de diseño y publicidad de Panama Jack, una importante firma de calzado española que está ubicada en Elche (Alicante).
No me lo pensé, me despedí y volví a mi tierra para entrar en otro de mis sueños, estar dentro de una marca y verlo todo desde dentro. Otra aventura trepidante. Fueron solo 6 meses, no encajé bien con alguno de mis jefes y no continué, pero fue tiempo suficiente como para aprender lo que me había faltado en Madrid. Vivir el mundo de las marcas, empezar a conocer el mundo del calzado, y continuar con la publicidad y el diseño. Ese tiempo, aunque corto, dejó un importante rastro en mi futuro.
Terminé en Panama Jack y entré en Cesser, una empresa tecnológica dónde vi nacer el ecommerce allá por los finales del año 1999. Ahh, también me comí allí el famoso efecto 2.000 jejejeje.
Estuve otro año y medio (vamos, mi límite de trabajo por cuenta ajena), y aprendí todo lo que necesitaba saber sobre ERPs, CRMs, Navision, SAP, servidores, y mil cosas más. A parte de ganar grandes amigos que marcaron mi destino posterior y a los que admiro profundamente.
He de decir que por aquella época tuve varias tentaciones de emprender, pero no encontraba el producto, o la necesidad, o la chispa, pero rondaba dentro de mí ese gusanillo que no te deja dormir.
Para no alargarme mucho en esta época, año 2001 justo después de la caída de las torres gemelas, me surgió la oportunidad de entrar a trabajar en Inditex-Tempe. Me presenté a la oferta con un ppt de lo que pretendía hacer en el departamento de comunicación de calzado de Massimo Dutti y sorprendentemente me eligieron a mí. Curiosamente la persona que me eligió terminaría siendo mi socio, unos meses más tarde, en la que fue mi primera aventura emprendedora y empresarial realmente seria.
Si, he dicho meses porque la aventura de Inditex no duró más de 6. En esa época aprendí muchísimo, sobre todo de lo que es una multinacional por dentro. Cosa que sirvió para mi siguiente etapa.
El cuarto momento es el de la arrogancia.
Como digo, 6 meses después me asocié con la persona que me contrató y con otro compañero del departamento. Se planteó hacer lo mismo que hacíamos, es decir, diseño y gestión de fabricación de calzado para las marcas de Inditex, pero para otra cadena de ropa. Y nos pusimos a buscar marcas a las que presentar el proyecto y el ppt que desarrollamos para mostrar la idea. A veces lo veo de nuevo y pienso “pero ¿dónde íbamos con esa locura?”.
Pues funcionó. Una de las marcas nos aceptó el proyecto, nos planteó ayuda en el arranque y nos lanzamos. Dejamos nuestro trabajo, nos juntamos donde podíamos para iniciar la empresa y empezamos a vender los primeros modelos.
La verdad es que aquella época la recuerdo trepidante. Emprendí con mis dos socios porque pensé que estaba preparado. Había vivido tantas cosas y tantas experiencias que pensaba que me iba a comer el mundo. Pero no caí en la cuenta de que no tenía ni la más remota idea de lo que era una empresa de verdad lidiando con los grandes.
Me fui enterando poco a poco, a medida que recibía leñazos por todos los sitios. Fue la época en la que me tuve que enfrentar por primera vez a los primeros despidos de trabajadores, a las primeras pólizas de crédito y gestiones complejas con los bancos, a los primeros enfrentamientos con socios y trabajadores.
Los dos primeros años fui un arrogante, miraba a la gente por encima del hombro, había creado junto a mis dos socios una empresa que facturaba mucho dinero. Disfrutaba viendo como otros me miraban con envidia por no haberlo pensado ellos. Me creía superior por esos motivos y por muchos otros. Pero a los dos años algo empezó a funcionar mal.
En ese momento tuve la necesidad de formarme en el mundo de la empresa. Necesitaba conocer las bases de lo que estaba creando. No podía seguir avanzando sin formación porque el trompazo sería importante. Así que, a la vez que seguía con la empresa empecé a estudiar. Realicé dos Masters, uno de alta dirección y un MBA para ejecutivos. No necesitaba carrera porque demostré que tenía la experiencia necesaria para estar en la media y me aceptaron.
Fue impresionante. Desde la primera clase hasta la última iba absorbiendo conceptos y teorías que luego intentaba aplicar en la práctica. Pero ya era demasiado tarde. La empresa caía en picado y los estudios únicamente me sirvieron de paracaídas, por lo menos en ese momento, porque años después me han servido para muchas cosas más.
Emprendí por arrogancia, emprendí siendo un ignorante, y emprendiendo me arruiné. Pero como esta historia ya la conté en otro post “yo me arruiné emprendiendo, paso a relatar mi último motivo para emprender.
El quinto momento es el de demostrarse a uno mismo que puede hacerse.
Si, conseguí recuperarme de la quiebra personal volviendo a trabajar por cuenta ajena. Parece como si trabajar para otros fuese la válvula de escape de mis escarceos emprendedores. Así que, una vez recuperado de la ruina, el gusanillo volvió a tocar a la puerta y sentí la necesidad de empezar de nuevo, como conté en el post “volver a emprender después de un fracaso“.
En esta ocasión se juntaba el miedo con la necesidad, la desesperación con la ilusión, la ansiedad con la pasión. Había que hacerlo, no puedo explicarlo mejor. Debía arriesgarme de nuevo. Había descubierto una necesidad y pensé que podría cubrirla con una idea. NECESITABA hacerlo y demostrarme a mi mismo que todo lo que había vivido hasta ese momento solo era un entrenamiento.
Pero ahora necesitaba hacerlo yo solo, sin socios, sin implicar a nadie más. Era algo entre yo y yo. Solos los dos.
Y en ese momento, año 2008, empezó logocomunica (ahora kuombo), una aventura trepidante en la que ya llevamos 4 años, y digo llevamos porque, aunque empecé yo solo como emprendedor, siempre he estado acompañado por mi mujer (siempre incondicional), y enseguida empezamos a crear un equipo que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en lo que somos hoy.
En esta nueva aventura pensé que ya no querría socios, que debía hacerlo yo solo, pero a los 3 años de estar desarrollando el proyecto y a las puertas de que empezase a ser rentable, tomé una decisión que ha tenido unas consecuencias increíblemente buenas. Esa decisión fue compartir parte de la empresa con Laura (mi mujer) y Ricardo, que acabábamos de conocer pero su interés en ser socio de la empresa nos encandiló y nos llenó de seguridad.
Conclusiones.
Después de intentar escribir este post más de 5 veces, después de conseguirlo enrrollándome como las persianas y haciendo el artículo más largo del blog, y después de no haber sido capaz nunca de responder a la pregunta “¿por qué eres emprendedor?”, creo que he conseguido plasmar todas las emociones que me han ido surgiendo en estos 20 años.
Además, al hacer el esfuerzo de plasmarlo por escrito, he descubierto que dan igual los motivos que cada uno tenga para ser emprendedor. He llegado a la conclusión de que estos motivos que yo he tenido no serán nada parecidos a los del resto de millones de emprendedores porque cada uno tendrá los suyos y serán únicos. He entendido que los motivos para emprender no solo dependen de cuestiones emocionales si no temporales. Y sobre todo he descubierto que dichos motivos cambian con el tiempo, con la edad y con las experiencias.
Lo importante es que cada uno tenga sus motivos para emprender si realmente desea hacerlo. Pero siempre entendiendo que emprender no es un fin, si no un camino que hay que recorrer.
Emprende y disfruta del camino… Si quieres, claro :)

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