Por: Pilar Jericó |
Cuando la Organización de las Naciones Unidas celebró su 50 aniversario, organizó una jornada que duró dos días. Invitó a grandes ponentes para tratar sobre el liderazgo y cada participante pagó la friolera de 5.000 dólares por asistir. Al finalizar el evento, rellenaron una evaluación sobre qué mensaje había gustado más. Y como cuenta Brian Bacon, presidente de Oxford Leadership Academy, el más valorado no fue ninguno de los grandes conferenciantes, sino una mujer que no estaba en el programa y a la que la organización invitó a dar un discurso improvisado. Dicha mujer fue la madre Teresa de Calcuta, quien apenas en unos segundos dijo lo siguiente:
"Así que queréis cambiar a la gente, pero ¿conocéis a vuestra gente? ¿Y les queréis? Porque si no conocéis a las personas, no habrá comprensión, y si no hay comprensión, no habrá confianza, y si no hay confianza, no habrá cambio.¿Y queréis a vuestra gente? Porque si no hay amor en lo que hacéis, no habrá pasión, y si no hay pasión, no estaréis preparados para asumir riesgos, y si no estáis preparados para asumir riesgos, nada cambiará.Así que, si queréis que vuestra gente cambie, pensad: ¿conozco a mi gente?, ¿y quiero a mi gente?…"
En un discurso tan breve se resume el principio de cualquier líder: Conocer y apreciar a su equipo, algo que no todos los jefes saben hacer. Es imposible conocer a los equipos si nos quedamos parapetados en los despachos bajo mil argumentos. El poder es la excusa perfecta para quedarnos solos. Conocer a la gente es preguntarles por sus cosas, más allá de solo mandar tareas (o marrones). Significa escuchar, tener tiempo para ellos, tiempo que se ha de incluir en la agenda. Porque ya sabemos, lo que no está en la agenda no existe en el día a día de un profesional. Y no hablamos de intenciones, sino de hechos concretos. Recuerdo una vez en un taller de liderazgo que una persona que trabajaba con un equipo de doce personas confesaba que no sabía casi nada de dos de ellos, ni tan siquiera de sus aficiones o familia. Eran auténticos desconocidos. Pues así es difícil que lograra su confianza o un minúsculo cambio por su parte.
Apreciar al equipo o quererlo, en palabras de Teresa de Calcuta, significa reconocer su trabajo y aún más importante, luchar por ellos. Aquí no vale ponerse medallas que no corresponden, tapar los éxitos de tu gente delante del superior o sucumbir a la primera de cambio a peticiones de otras áreas. Defender al equipo es quererlo. Así de simple. Podrás enfadarte con algunas cosas, pero un buen líder no puede traicionarles fuera del departamento. Recuerdo a un director de una gran empresa que jamás daba visibilidad a su gente. ¿Motivo? El de siempre: inseguridad encubierta. Por mi experiencia, ese tipo de personas terminan cayendo en su propia trampa al cabo de un tiempo, como le ocurrió de repente a este director, que fue relegado del comité de dirección y a quien se le asignó a otra persona por encima a la que reportar. Se lamentaba a su equipo diciendo que “el nuevo” no se iba a poner sus medallas. Cuando su gente lo escuchó, comentaron entre ellos: “Eso es lo que él ha estado haciendo durante todo este tiempo”. Y es curioso, un mal jefe no siempre es consciente de los errores que comete.
Tenemos auténticas zonas ciegas de nosotros mismos (todos, todos), por lo que hace falta tener la humildad y crear la posibilidad de que las personas de tu equipo te den su opinión sobre lo que haces. Y por supuesto, aguantar el tipo. No siempre es fácil. Pero tenemos dos opciones: o escuchamos las opiniones de nuestro equipo para mejorar o es muy difícil que nosotros tomemos conciencia de nuestros errores o de nuestras zonas ciegas. Y si queremos apreciar, reconocer o querer a nuestra gente, necesitamos mejorar nosotros mismos como profesionales y como personas. Solo así lograremos la pasión que da fuerza al cambio.
En definitiva, a lo largo de los años he conocido líderes brillantes y jefes que tenían brillantes equipos, pero que no estaban a su altura o que no se lo merecían. Como todos somos humanos y por ello, no siempre sabemos si estamos en un lado o en otro, deberíamos comenzar con el consejo de la madre Teresa de Calcuta: Conocer y querer, es decir, escuchar, luchar por ellos y estar abiertos con humildad al aprendizaje constante de ser mejores profesionales.
Fuente imagen: Fotalia.
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