El artículo de portada del último número del The Economist se titula ‘Reinventing the company’ (Reinventando la empresa). Los emprendedores están rediseñando los pilares del capitalismo.
Se refiere a Uber, Airbnb, la nube y otras “compañías insurgentes” en las que la propiedad y la responsabilidad coinciden. Un contraste con las empresas cotizadas, con las que (siempre según The Economist) hay una creciente insatisfacción. Las mejores mantienen un sano equilibrio entre resultados trimestrales e inversión a largo plazo, profesionales con talento y productos innovadores. Pero tras un siglo de dominio, las empresas muestran signos de debilidad. Tal vez, porque los directivos no han servido a los intereses generales sino personales. La revolución “de la creación de valor” de los 80 se supone que resolvía esto, con incentivos salariales. Sin embargo, han dado la vuelta a la tortilla a su favor.
El ascenso de las entidades financieras (que son el 70% de la bolsa de EEUU) ha intensificado esta divergencia, sobre todo por los fondos. Además, desde el escándalo de Enron de 2001-2002 y la crisis de 2007-2008, la regulación se ha multiplicado. La suma de conflicto de intereses, cortoplacismo y regulación impone costes crecientes. En los últimos 30 años los beneficios de los Standard & Poors 500 han crecido a un 8% anual. Ahora caen por debajo del 5%. Entretanto, las empresas familiares y las híbridas van al alza.
La alternativa a las empresas que cotizan en bolsa son las start-ups de alto potencial, que reciben el nombre de gacelas y unicornios. La gran diferencia es la propiedad. Vizio fue la mejor marca en TV en 2010 con 200 empleados. Facebook compró WhatsApp por 19.000 M $ con menos de 60 empleados e ingresos de 20 M $.
La revolución está en marcha, como se puede ver en el Silicon Valley. Startups en todos los sectores, desde los espectáculos (Warby Parker) a las entidades financieras (Symphony). Airbnb puso 17 M de invitados durante la temporada estival, Uber millones de usuarios diarios, WeWork (que da espacio a startups) tiene 8.000 compañías clientes y 30.000 trabajadores en 56 localizaciones de 17 ciudades. Aunque puede ser que las cotizadas sean las que “rían las últimas”, porque las startups pueden acabar en la bolsa. Ahora, después de 11 años y en 1999 apenas 4 años. Y las startups están conectadas con empresas de capital riesgo con acceso privilegiado. Las personas pueden invertir directamente a través de plataformas como SeedInvest o indirectamente a través de fondos de mutuas como T. Rowe Price. Evidentemente, no ocurre lo mismo en energía (petróleo, gas), donde las empresas están en bolsa; Uber y Airbnb utilizan redes virtuales y tecnologías muy cambiantes. Las cosas están cambiando, qué duda cabe: en 2009 los acuerdos de capital-riesgo no llegaban al millón en EEUU y hoy se han más que triplicado; en los años 50, los accionistas individuales eran el 90% y hoy son el 30%, en tanto que los institucionales han pasado del 10% al 70%.
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