"La preocupación no disminuye el dolor de mañana, sólo disminuye la alegría de hoy"
—Leo Buscaglia
Digamos que tienes una reunión trascendental en el otro lado de la ciudad y, por cualquier razón, te has retrasado.
Al darte cuenta que es imposible llegar a tiempo, tu ansiedad se dispara. Empiezas a pensar en todas las consecuencias negativas que tendrá tu falta: la pérdida de la venta/contrato/entrevista de trabajo; la reacción airada de tus jefes, clientes o compañeros; la vergüenza al explicar tu imperdonable error.
Nada se te escapa. El más lúgubre panorama se presenta ante ti con total claridad.
El frenético camino hacia la reunión es un verdadera tortura. Cada semáforo, cada atasco se hacen insufribles e interminables. Lo cual no hace sino aumentar tu desesperación.
No obstante, la realidad es que ese estado de ansiedad en el que a veces caemos, es del todo innecesario y no aporta nada positivo a la situación. La situación es la que es: vas tarde. Sobre el tráfico no se tiene ningún poder. Es decir, nuestra preocupación no tiene ningún efecto sobre la realidad.
"Lo que va a pasar, pasa. Nos preocupemos o no" afirmó la poetisa y educadora Ana Monnar.
Peor aún, entre más alta sea la ansiedad, menor será nuestra habilidad para lidiar con el asunto de manera constructiva.
Investigaciones llevadas a cabo por la doctora Barbara Fredrickson de la Universidad de Carolina del Norte, han demostrado que el estrés literalmente reduce nuestro mundo. Cuando se les mostró imágenes generadas por ordenador, complejas y abstractas, a unas personas que estaban bajo estrés, veían una porción más reducidas de ellas. Mientras que si las personas tenían un estado de ánimo optimista, veían las imágenes de manera más amplia y eran capaces de percibir más detalles periféricos.
Esta reducción del campo visual, llamada también visión de túnel, tiene efectos negativos sobre tu creatividad y capacidad para tomar decisiones, pues reduce el número de opciones que estás en capacidad de considerar en una situación determinada.
Lidiar con circunstancias adversas de una manera más serena y eficaz es posible, pero para poder hacerlo, antes debemos entender el origen de nuestras preocupaciones.
Nuestras preocupaciones y ansiedades provienen del futuro. Michel de Montaigne afirmó: "Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron". Las preocupaciones por hechos futuros, es decir, por hechos que aún no han ocurrido y que quizá nunca lleguen a ocurrir, nos distraen del único momento que sí existe y sobre el cual tenemos influencia: el presente.
Nos preocupamos por todo, por nuestra salud y la de nuestros seres queridos, por nuestra estabilidad laboral, por sí viviremos lo suficiente… Y ocurre que ese viaje al futuro nos aparta del presente.
Con esto no quiero decir que pensar en el futuro sea malo. Todo lo contrario. No sólo no es malo, es necesario. Lo que digo es que una cosa es pensar en él y tomar medidas ahora para protegernos, y otra es limitarnos a preocuparnos sin hacer nada, como la liebre que se paraliza presa del pánico ante las luces del coche que se acerca.
Si nos preocupa nuestra salud, lo mejor será ocuparnos de ella AHORA. Ejercitándonos y alimentándonos de forma apropiada, dejará de ser una preocupación.
Si nos preocupa nuestra estabilidad laboral, será mejor que desarrollemos nuevas habilidades AHORA, para que nuestra empleabilidad permanezca alta.
Ese es el mejor remedio para la ansiedad y la preocupación: aprender a enfocar nuestra mente en el presente, en el único momento que existe y en el que podemos hacer algo. Una mente ocupada en el presente es una mente que no está preocupada por el futuro.
El estudiante que ante la proximidad de un examen permite que su mente se distraiga, pensando en las terribles consecuencias que tendría perder el examen, está perdiendo tiempo valioso dejando de hacer lo único que puede hacer para prevenir ese futuro aterrador, estudiar.
Así que lo mejor para evitar preocupaciones innecesarias y disfrutar más de la vida es ejercitar nuestra mente para que viva en el presente.
Meditar es quizá la mejor herramienta para lograr esto. La meditación no es otra cosa que entrenar la mente para prestar atención al ahora.
Las investigaciones han demostrado que tras un corto tiempo practicando la meditación (ocho semanas), se fortalece y aumenta la actividad en el área del cerebro que se encarga de vivir la experiencia presente.
Liberarnos de preocupaciones innecesarias e inexistentes mejora de manera excepcional nuestro bienestar. Y lo mejor es que está al alcance de todos mediante un pequeño esfuerzo. La decisión es nuestra.
Al darte cuenta que es imposible llegar a tiempo, tu ansiedad se dispara. Empiezas a pensar en todas las consecuencias negativas que tendrá tu falta: la pérdida de la venta/contrato/entrevista de trabajo; la reacción airada de tus jefes, clientes o compañeros; la vergüenza al explicar tu imperdonable error.
Nada se te escapa. El más lúgubre panorama se presenta ante ti con total claridad.
El frenético camino hacia la reunión es un verdadera tortura. Cada semáforo, cada atasco se hacen insufribles e interminables. Lo cual no hace sino aumentar tu desesperación.
No obstante, la realidad es que ese estado de ansiedad en el que a veces caemos, es del todo innecesario y no aporta nada positivo a la situación. La situación es la que es: vas tarde. Sobre el tráfico no se tiene ningún poder. Es decir, nuestra preocupación no tiene ningún efecto sobre la realidad.
"Lo que va a pasar, pasa. Nos preocupemos o no" afirmó la poetisa y educadora Ana Monnar.
Peor aún, entre más alta sea la ansiedad, menor será nuestra habilidad para lidiar con el asunto de manera constructiva.
Investigaciones llevadas a cabo por la doctora Barbara Fredrickson de la Universidad de Carolina del Norte, han demostrado que el estrés literalmente reduce nuestro mundo. Cuando se les mostró imágenes generadas por ordenador, complejas y abstractas, a unas personas que estaban bajo estrés, veían una porción más reducidas de ellas. Mientras que si las personas tenían un estado de ánimo optimista, veían las imágenes de manera más amplia y eran capaces de percibir más detalles periféricos.
Esta reducción del campo visual, llamada también visión de túnel, tiene efectos negativos sobre tu creatividad y capacidad para tomar decisiones, pues reduce el número de opciones que estás en capacidad de considerar en una situación determinada.
Lidiar con circunstancias adversas de una manera más serena y eficaz es posible, pero para poder hacerlo, antes debemos entender el origen de nuestras preocupaciones.
Nuestras preocupaciones y ansiedades provienen del futuro. Michel de Montaigne afirmó: "Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron". Las preocupaciones por hechos futuros, es decir, por hechos que aún no han ocurrido y que quizá nunca lleguen a ocurrir, nos distraen del único momento que sí existe y sobre el cual tenemos influencia: el presente.
Nos preocupamos por todo, por nuestra salud y la de nuestros seres queridos, por nuestra estabilidad laboral, por sí viviremos lo suficiente… Y ocurre que ese viaje al futuro nos aparta del presente.
Con esto no quiero decir que pensar en el futuro sea malo. Todo lo contrario. No sólo no es malo, es necesario. Lo que digo es que una cosa es pensar en él y tomar medidas ahora para protegernos, y otra es limitarnos a preocuparnos sin hacer nada, como la liebre que se paraliza presa del pánico ante las luces del coche que se acerca.
Si nos preocupa nuestra salud, lo mejor será ocuparnos de ella AHORA. Ejercitándonos y alimentándonos de forma apropiada, dejará de ser una preocupación.
Si nos preocupa nuestra estabilidad laboral, será mejor que desarrollemos nuevas habilidades AHORA, para que nuestra empleabilidad permanezca alta.
Ese es el mejor remedio para la ansiedad y la preocupación: aprender a enfocar nuestra mente en el presente, en el único momento que existe y en el que podemos hacer algo. Una mente ocupada en el presente es una mente que no está preocupada por el futuro.
El estudiante que ante la proximidad de un examen permite que su mente se distraiga, pensando en las terribles consecuencias que tendría perder el examen, está perdiendo tiempo valioso dejando de hacer lo único que puede hacer para prevenir ese futuro aterrador, estudiar.
Así que lo mejor para evitar preocupaciones innecesarias y disfrutar más de la vida es ejercitar nuestra mente para que viva en el presente.
Meditar es quizá la mejor herramienta para lograr esto. La meditación no es otra cosa que entrenar la mente para prestar atención al ahora.
Las investigaciones han demostrado que tras un corto tiempo practicando la meditación (ocho semanas), se fortalece y aumenta la actividad en el área del cerebro que se encarga de vivir la experiencia presente.
Liberarnos de preocupaciones innecesarias e inexistentes mejora de manera excepcional nuestro bienestar. Y lo mejor es que está al alcance de todos mediante un pequeño esfuerzo. La decisión es nuestra.
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