"Permíteme abrazarte, amarga adversidad, porque dicen los sabios que eres el camino más sabio" —William Shakespeare
El poeta David Whyte, autor de un estupendo libro que estoy releyendo, The Three Marriages, también ha sido un apasionado de la escalada. Incluso durante algunos años ha sido instructor de dicha práctica.
Cuenta Whyte que en algunas ocasiones, en medio de las prácticas, a los escaladores principiantes los paraliza el miedo.
Se ven incapaces de dar el siguiente paso, juzgan que no tienen el apoyo necesario y que si se mueven irremediablemente caerán al vacío.
Lo que esas almas aterrorizadas desean en ese momento es que algo o alguien se materialice (un helicóptero, su ángel de la guarda, una virgen o cualquier otro ser celestial) y los eleve directo hasta la cima.
Sin embargo, si esto ocurriera, el escalador dejaría de ser escalador, su ascenso a la cima carecería de mérito y significado alguno.
Se habría visto despojado de todo el placer que ofrece esta práctica.
En algunas ocasiones, en la vida, cuando nos enfrentamos a complejos desafíos, a contratiempos dolorosos, o luchamos por alcanzar objetivos distantes, nos comportamos como los escaladores aterrorizados.
También quisiéramos ser mágicamente transportados hasta la cima, salvados del peligro, exonerados del dolor; privándonos de esta manera no del placer de escalar, sino de la satisfacción de vivir. Porque en la vida, al igual que en la montaña, la mayoría de la diversión, del crecimiento, ocurre durante el trayecto, no en la cumbre.
Quisiéramos que nuestro sobrepeso se evaporara “sin necesidad de aburridas dietas ni agotadores ejercicios”. Que un par de pastillas deshagan todo el daño causado por años de malos hábitos. Que de nuestra guitarra, con solo un par de clases, salieran hermosas melodías. Que el dolor de la ruptura se desvanezca durante la noche y amanezcamos otra vez alegres y llenos de optimismo.
Por fortuna la realidad es muy distinta.
Toda gran conquista exige esfuerzo, disciplina, paciencia, sacrificio. Ningún gran propósito carece de dificultades. Porque son los obstáculos que superamos en la vida los que hacen que valga la pena vivir.
Que triste sería una vida en la que todo nos fuera dado y nada nos costara.
No es casualidad que algunos de los seres humanos más espléndidos que han existido sean aquellos que ha superado enormes dificultades. Las aguas mansas no forjan grandes marineros.
Para finalizar, una frase de Malcom X:
Cuenta Whyte que en algunas ocasiones, en medio de las prácticas, a los escaladores principiantes los paraliza el miedo.
Se ven incapaces de dar el siguiente paso, juzgan que no tienen el apoyo necesario y que si se mueven irremediablemente caerán al vacío.
Lo que esas almas aterrorizadas desean en ese momento es que algo o alguien se materialice (un helicóptero, su ángel de la guarda, una virgen o cualquier otro ser celestial) y los eleve directo hasta la cima.
Sin embargo, si esto ocurriera, el escalador dejaría de ser escalador, su ascenso a la cima carecería de mérito y significado alguno.
Se habría visto despojado de todo el placer que ofrece esta práctica.
En algunas ocasiones, en la vida, cuando nos enfrentamos a complejos desafíos, a contratiempos dolorosos, o luchamos por alcanzar objetivos distantes, nos comportamos como los escaladores aterrorizados.
También quisiéramos ser mágicamente transportados hasta la cima, salvados del peligro, exonerados del dolor; privándonos de esta manera no del placer de escalar, sino de la satisfacción de vivir. Porque en la vida, al igual que en la montaña, la mayoría de la diversión, del crecimiento, ocurre durante el trayecto, no en la cumbre.
Quisiéramos que nuestro sobrepeso se evaporara “sin necesidad de aburridas dietas ni agotadores ejercicios”. Que un par de pastillas deshagan todo el daño causado por años de malos hábitos. Que de nuestra guitarra, con solo un par de clases, salieran hermosas melodías. Que el dolor de la ruptura se desvanezca durante la noche y amanezcamos otra vez alegres y llenos de optimismo.
Por fortuna la realidad es muy distinta.
Toda gran conquista exige esfuerzo, disciplina, paciencia, sacrificio. Ningún gran propósito carece de dificultades. Porque son los obstáculos que superamos en la vida los que hacen que valga la pena vivir.
Que triste sería una vida en la que todo nos fuera dado y nada nos costara.
No es casualidad que algunos de los seres humanos más espléndidos que han existido sean aquellos que ha superado enormes dificultades. Las aguas mansas no forjan grandes marineros.
Para finalizar, una frase de Malcom X:
No hay nada mejor que la adversidad. Cada derrota, cada angustia, cada pérdida, contiene su propia semilla, su propia lección sobre cómo mejorar su desempeño la próxima vez.
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