domingo, 4 de diciembre de 2016

La gran coreógrafa Twyla Tharp sobre la creatividad, ¿hábito o genialidad?

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"Yo leo para crecer, creo firmemente que lo que eres hoy y lo que serás en cinco años dependerá de dos cosas: la gente que conoces y los libros que lees" —Twyla Tharp

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Gracias a Kent G. Becker por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Estaba yo conversando con un amigo que tiene un restaurante, me contaba lo mucho que disfrutaba del permanente contacto con sus clientes.

Basta con verlo durante unos minutos para darse cuenta que es así. La alegría y la cordialidad con que atiende a sus visitantes le sale natural.

Sin embargo, es también cierto que trabajar en un restaurante que abre desde primera hora de la mañana y cierra después de la cena, resulta agotador e impide disfrutar de muchas cosas que otros disfrutamos.

“Tu lo tienes más fácil —me dijo— estás sentado en casa frente al ordenador tranquilito escribiendo”.

La verdad es que no me puedo quejar, como él, también disfruto lo que hago y me siento privilegiado por ello.

Hay muchos trabajos que son de verdad duros de realizar, la hostelería es uno de ellos: largas horas y un gran desgaste físico.

No obstante, enfrentarse todos los días a una página en blanco, estrujándose la cabeza en busca de ideas útiles e interesantes que puedan ser de provecho para los lectores no es un desafío menor.

En muchas ocasiones me he pasado dos horas mirando la pantalla sin que nada aparezca. Cero. Lo peor es que durante esas dos horas se supone que has estado trabajando; sin embargo, no has producido nada.

La minería también es trabajo duro, y sospecho que algunos mineros, enfrentados a la página en blanco durante varios días, gustosamente se levantarán de la silla y se irán de nuevo a continuar excavando.

La famosa y consumada coreógrafa Twyla Tharp, en su delicioso libro The Creative Habit, expresa la dificultad de la creatividad:
Para algunas personas, el espacio vacío (la tarea de comenzar desde cero y recorrer el camino hacia la creación de algo terminado, hermoso y satisfactorio) simboliza algo profundo, misterioso y aterrador… Algunas personas encuentran este momento, el momento anterior al inicio de la creatividad tan doloroso que simplemente no pueden lidiar con él. Se levantan y se alejan de la computadora, el lienzo o el teclado; se toman una siesta, o se van de compras, o quedan para almorzar, o se ponen a hacer las tareas domésticas. Procrastinan. En su forma más extrema, este terror paraliza totalmente a la gente.
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Sobre el esfuerzo creativo siempre se asoma la sombra de la genialidad. Son muchos los que todavía piensan que las ideas novedosas son producto de un susurro celestial.
Es el eterno debate, nacido en la era romántica, entre las creencias de que todos los actos creativos nacen de (a) algún acto trascendente e inexplicable de inspiración dionisíaca, un beso de Dios en tu frente que te permite dar al mundo 'La Magia Flauta', o (b) trabajo duro.

Si no es obvio ya, yo estoy del lado del trabajo duro. Es por eso que este libro se llama El hábito creativo. La creatividad es un hábito, y la mejor creatividad es el resultado de buenos hábitos de trabajo. De esto se trata en pocas palabras.

[...]

Después de tantos años, he aprendido que ser creativo es un trabajo de tiempo completo, con sus propias pautas diarias. Por eso a los escritores les gusta, por ejemplo, establecer rutinas para ellos mismos. Los más productivos comienzan temprano en la mañana, cuando el mundo aún está en silencio, los teléfonos no están sonando y sus mentes están descansadas, alertas y no contaminadas por las palabras de otros. Pueden fijarse una meta para sí mismos: escribir mil quinientas palabras, o permanecer en su escritorio hasta el mediodía. Pero el verdadero secreto es que lo hacen todos los días. En otras palabras, son disciplinados. Con el tiempo, las rutinas diarias se transforman en su segunda naturaleza, la disciplina se convierte en hábito.

Es lo mismo para cualquier persona creativa, ya sea un pintor que encuentra su camino cada mañana al caballete, o un investigador médico que regresa diariamente al laboratorio. La rutina forma parte del proceso creativo tanto como el rayo de inspiración, tal vez más. Y la rutina es algo que está disponible para todos.

La creatividad no es sólo para los artistas. Es para los empresarios que buscan una nueva manera de cerrar una venta; es para los ingenieros que tratan de resolver un problema; Es para los padres que quieren que sus hijos vean el mundo de más de una manera.
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Gracias a Will Brenner por la imagen (clic sobre ella para más info.)
Pero y Mozart, ¿no era él un genio?
No existen genios "naturales". Mozart era el hijo de su padre. Leopold Mozart había pasado por una ardua educación, no sólo en la música, sino también en filosofía y religión. Era un hombre sofisticado y de pensamiento amplio, famoso en toda Europa como compositor y pedagogo. Esto no es noticia para los amantes de la música. Leopold tuvo una influencia masiva en su joven hijo. Me pregunto cuánto de "natural" era este joven. Genéticamente, por supuesto, probablemente estaba más inclinado a escribir música que, digamos, jugar al baloncesto, ya que sólo medía tres pies cuando capturó la atención del público. Pero su primera fortuna fue tener un padre compositor y virtuoso en el violín que pudiera tocar los instrumentos de teclado con habilidad y que, al reconocer alguna habilidad en su hijo se dijera: "Esto es interesante. A él le gusta la música. Vamos a ver hasta dónde nos lleva esto"

El destino, muy a menudo, es tener un padre determinado.

Nadie había trabajado más duro que Mozart. Cuando tenía veintiocho años sus manos estaban deformadas debido a todas las horas que había pasado practicando, actuando y sosteniendo una pluma para componer. Ese es el elemento que falta en el popular retrato de Mozart. Ciertamente tenía un don que lo diferenciaba de los demás. Era el músico más completo imaginable, uno que escribió para todos los instrumentos en todas las combinaciones, nadie ha escrito mejor música para la voz humana que él. Sin embargo, pocas personas, incluso aquellos enormemente dotados, son capaces de la aplicación y enfoque que Mozart mostró a lo largo de su corta vida. Como escribió Mozart a un amigo, "La gente se equivoca pensando que mi arte me viene fácilmente. Te aseguro, querido amigo, que nadie ha dedicado tanto tiempo y pensamiento a la composición como yo. No hay un solo maestro famoso cuya música yo no haya estudiado con mucha diligencia”.
Los creativos no nacen, se hacen. Es sólo trabajo duro. Y todos podemos trabajar de esa manera.

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