lunes, 19 de diciembre de 2016

La tragedia educativa

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La tragedia educativa se manifiesta en la escuela pero es el resultado de una humanidad que ha perdido el rumbo.
Los progresos mayores del siglo 21 no ocurrirán por los avances de la tecnología, sino por la expansión del ser Humano.  Lo esencial para encarar el futuro es la educación  y  por lo tanto debe ser una política de estado. Pero los años pasan, las escuelas no mejoran y los maestros están disconformes con su salario y condiciones de trabajo. Son pocos los que encuentran atractiva la docencia y los que puedan impactar en los chicos generando su capacidad de asombro y de cuestionamiento. En el interés por algo siempre existe antes un maestro que enciende la llama.
Un sistema educativo expresa los valores de la sociedad. Sócrates enseñaba por medio del diálogo. En su época la enseñanza era oral y casi todo era aprender de memoria textos religiosos. Las sanciones eran con el látigo y llegaban hasta enviar los niños al calabozo.
Hoy, el problema es  interpretar la información, analizar la realidad y ejercitar el pensamiento crítico para decidir con datos objetivos y no con prejuicios o usando el  principio de autoridad. Es una empresa que excede los retoques administrativos, un compromiso que no debemos soslayar.
La tragedia educativa se manifiesta en la escuela pero es el resultado de una humanidad que ha perdido el rumbo.
Silvana Corso es una de las 50 finalistas del Global Teacher Prize, “el Nobel de la educación” que entrega un premio de un millón de dólares. Es la directora de una escuela de Buenos Aires a la que asisten más de 500 alumnos del barrio humilde Fuerte Apache, muchos con parálisis cerebral, hidrocefalia, espina bífida o esquizofrenia.  Pero, detrás de la buena noticia, hay una tragedia personal. Silvana, de 46 años, es profesora de historia y directora de la escuela E.M.E.M. Nº 2 “Rumania”. Fue seleccionada entre más de 20.000 maestras de 179 países de todo el mundo.
Mi maestra fue mi hija. Catalina. Se asfixió con el cordón cuando nació y le provocó una parálisis cerebral severa y falleció a los 9 años, y con ella arrancó este proyecto inclusivo y la visión de escuela que hoy tengo. Me demostró que se podía crear una sociedad diferente, porque se incorporó a través de un jardín de infantes y eso nos devolvió a la vida porque nos habíamos alejado de todo. Me demostró que podía aprender pese a sus limitaciones y que se podía comunicar. Los chicos la aceptaban porque no tienen prejuicios. Los prejuicios se aprenden de los grandes.
Acá están premiando el día a día. Al reconocer nuestra escuela están premiando eso. Lo importante es dar a conocer un proyecto escuela, reconocer a los docentes que lo hacen y demostrarles a los chicos que la escuela puede hacer un cambio en sus vidas. No hay una solo modo de aprender, Cata tardó 45 minutos para erguir su cabeza y luego se cayó en un segundo y volvió a empezar. La escuela inclusiva se construye. Cada día es un desafío. En nuestra escuela no hay barreras, ni selección. Se los incluye a todos en un contexto de riesgo, de vulnerabilidad y pobreza.

El desastre educativo

El 63% de los estudiantes de Latinoamérica carece de habilidades básicas y es uno de los mayores obstáculos para el progreso económico. La prueba PISA, un test estandarizado tomado a 500.000 estudiantes de 70 países, es considerada el medidor internacional de la educación en ciencia, matemáticas y comprensión en la lectura. En Matemáticas, Singapur fue primero, seguido por Hong Kong, Macao, Taiwán y Japón.  La mayoría de los países latinoamericanos, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires en la Argentina (42) y Chile (48), está cerca de los últimos lugares en matemáticas. En Singapur, China y otros países asiáticos hay una obsesión por la educación y estudian hasta las 9 de la noche y salen de sus casas a las 6:30 de la mañana. Una parte considerable de la población tiene una cultura familiar de educación: los padres y los abuelos invierten  su tiempo y dinero en la educación de sus hijos. La principal ambición es que logren entrar en una buena universidad extranjera. No es sorprendente que más del 31% de los estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses sean de China, y que incluso pequeños países asiáticos como Vietnam y Taiwán tengan más estudiantes en las universidades estadounidenses que Brasil (1.9%) y México (1.6%). Es hora de que América latina ponga la educación de calidad en el centro de su agenda política. Si no mejoran su nivel académico se van quedar muy atrás.
La tragedia educativa es que en los hogares no se valora el conocimiento más que como un recurso económico.  Hay un problema de valores.
Familias pobres. Hoy en EEUU, las familias más ricas ejercen la opción de enviar a sus hijos a escuelas privadas. Los pobres no tienen esa opción. Trump propone, como objetivo nacional, proporcionar a los padres de los 11 millones de niños en edad escolar, que viven en la pobreza, el derecho a elegir la escuela que se adapte a las aptitudes de sus hijos, ya sea pública o privada: “Voy a ser el mayor promotor del derecho de los padres a elegir la escuela a la cual concurrirán sus hijos. Quiero que los niños de familias humildes tengan la libertad de asistir a la escuela de su elección. De llevar a cabo su propuesta, Donald Trump se convertiría en la mayor sorpresa política de nuestro tiempo. Ojalá así sea.

Programar el futuro

Programar le quita a la tecnología su aureola de inmanejable y mejora las habilidades matemáticas y lógicas. Se requieren cada vez más programadores pero baja el interés de los alumnos por esa disciplina. La solución es que desde edad temprana se facilite el acceso a esta competencia, sin tratar de convertirlos en expertos programadores. Usar la herramienta en diferentes materias permite aunar esfuerzos, ganar tiempo y generar sinergia.  En ciencias la programación sirve para resolver problemas, en literatura desarrolla la potencialidad para editar historias, y en el arte agrega la multimedia al diseño gráfico. Conviene aprender computación temprano porque a mayor edad hay mayor resistencia.  Los videojuegos les dan nociones de programación, porque trabajan paso a paso.  El juego es un buen ejercicio para mantener entrenado al cerebro.
7 de cada 10 adolescentes de hoy tienen perfil en redes sociales y hace un lustro veían 3 horas diarias la TV. Internet llegaba al 15% de las casas, el 50 por ciento no tenía celular y todos escuchaban música en CD ya que el IPOD y el MP4 eran para pocos. Estos cambios reflejan los consumos culturales en un mundo de pantallas. Las casas tienen más de ellas que libros, diarios y revistas. Los chicos viven pendientes de 3: celular/pc/tv. Todo cambió en 6 años. Un videogame  necesita un operario, un usuario pasivo que no puede programarlo. El riesgo es crear una inteligencia mecánica que repite lo mismo sólo porque es agradable. Lo elige porque le gusta pero no podrá evitar el efecto: crear un cerebro condicionado.
Programar es dar instrucciones que se controlan al instante, porque lo producido se refleja en la pantalla. Los nativos digitales pueden hacerlo si incentivamos y organizamos su tarea autodidáctica. Programar les permite aprender del error que es el mejor maestro. La programación es una metáfora del aprendizaje: le facilita reflexionar, hacer, errar, corregir y ver que puede usar su cerebro como la herramienta para lograr sus sueños.

¿Pero es así cómo estamos educando?

No. Hay cada vez menos “programadores” y cada vez más “programados”. Y eso amplía la brecha del conocimiento, del acceso al bienestar y la brecha social. Los dueños de la tecnología poseen los espejitos de colores, y pueden manipular a quienes tienen dificultades para asociar causas con consecuencias. Se necesita un cambio educativo para evitar que se cumplan las profecías sombrías.
Huxley en 1932 escribió Un mundo feliz. Allí pronosticó una democracia que sería una dictadura perfecta: una cárcel sin muros donde los prisioneros no querrían evadirse. A cambio de consumo y entretenimiento los esclavos amarían la servidumbre.
Los niños están sometidos al radar de la sociedad de consumo que le indica lo que debe hacer pero no cómo hallar su brújula interna, su genio interior. Les ofrecen productos enlatados  que tienen un programa único y que él sea su operador. Como usuarios pasivos sólo pueden usarlos.

Querer es poder

Programar  produce una gran satisfacción. El poder inteligente es querer con eficacia. Al programar el niño decide qué desea hacer, dirige su acción hacia la meta, y logra que su iniciativa se haga realidad. Esto le da autonomía, se siente responsable e importante. Su imaginación construye castillos en el aire, la programación logra que la idea se haga realidad. La motivación nace de hacer lo que lo apasiona.
En otras áreas es imposible comprobar el éxito de una decisión, por el lapso que la separa del efecto. Aquí no hay nada que esperar.

Aprender es divertido

Scratch es un programa fácil,  divertido y  con una interfaz muy atractiva. Este software permite programar mezclando medios gráficos, fotografías, música o sonidos.  El niño puede agregar escenarios, sonidos, etc. Este juego ayuda a practicar el razonamiento secuencial y lógico. El niño sigue la secuencia de su idea y la traduce al modo de entender de la computadora. La idea se transforma en algo concreto y palpable. El pensamiento culmina en acciones directas. Lo simbólico, intuitivo y abstracto se materializan. De este modo, el manejo, el cambio, la elaboración y la corrección se logran con facilidad. La programación es el traductor de la fantasía que se convierte en realidad.
Los niños modifican constantemente sus proyectos que además comparten, aprendiendo recíprocamente. Es muy excitante levantarse a la mañana y ver que pusieron en la web. Enseñarle a tu hijo a programar será la próxima versión de enseñarle a andar en bicicleta. Ya no hace falta enseñar quien fue el primer rey de Francia, eso se encuentra en todas partes, sino que analicen sitios para determinar cuál es mejor. Deben saber comparar.

Benchmarking con jóvenes triunfadores

La aptitud de los jóvenes programadores es evidente. Esto les permite a los niños identificarse con ellos. Benchmarking es la comparación, lo que no se mide no se puede mejorar. PNL (programación neurolingüística) es el método que permite recorrer el camino para parecerse al modelo. Nick D’aloisio demostró que cualquier pibe puede crear maravillas.
El programa summly, resume textos para móviles y lo desarrolló en 2011 cuando tenía 15 años. Tras el acuerdo, por el que recibirá 30 millones de dólares su empresa se unirá a Yahoo. Trabajará a tiempo completo y estudiará de noche. “Mi motivación nunca fue el dinero”, dijo. ¿Cómo gastará sus millones? “Bueno, realmente no se puede tocar el dinero. Está en un fideicomiso a nombre de mis padres, así que va a ser manejando por ellos”. “Va a ser diferente estar en una compañía tan grande. Es mi primer trabajo, pero será divertido”, agregó. 

Programar es razonar

Cuando se programa se usa un procesador de información artificial y cuando se razona se usa el cerebro, que procesa  información natural. Los lenguajes de programación comparten conceptos y estructuras, que son una abstracción del  pensamiento humano.
Hasta ahora los chicos se la pasan en facebook  sacando fotos para subirlas a internet. Más que “alimentarlos” con hechos, habría que entrenar las habilidades que van a permitirles asimilar cualquier información. El marco metodológico del aprendizaje es dominar su computadora biológica, que es su propio cerebro. Cómo trabaja, cómo se puede optimizar su funcionamiento, como se mejora el pensamiento, creativo, estratégico y científico, cómo administrar los instintos y las emociones, cómo comprender los ciclos de la historia. Otras habilidades a aprender son trabajo equipo,  autoeducación, investigación, lógica y la autocrítica, cómo desarrollar su autoestima y aprender a aprender.

El problema de la educación actual es que los profesores no saben programar

Además de regalar computadoras se debería formarlos. La secundaria debe reformatease para brindar menos enciclopedismo y más habilidades y marcos conceptuales. Aprender a programar es saber procesar información para cumplir un objetivo. Es enseñar a pensar en forma racional. El programa nace de un diagrama que es traducido a un lenguaje.  Aprender un lenguaje es aprenderlos todos, adaptándolo a las particularidades de cada uno. Lo central es aprender a analizar y definir un problema, planificar la solución, ordenar los pasos de la implementación y desarrollarla. Es un proceso, como cualquier proyecto de ingeniería.
De esta forma, los niños descubren la programación al controlar dispositivos reales de entrada y salida, física (energías, fuerza y velocidad) y conceptos matemáticos (trigonometría, geometría). Con clases tradicionales no se entiende. Con el robot comprenden la aceleración y la inercia. Los materiales muestran los fenómenos físicos. Toman un episodio histórico, lo recrean virtualmente y luego lo pasan al mundo real con los robots.
Cada vez más profesiones obligan a tener conocimientos de programación: la biogenética, las artes gráficas, el mundo empresarial. Así es que se debería incluir como materia. Un niño, a quien nada ni nadie lo obliga, lo tiene claro: “Necesito aprender programación para hacer nanorrobots y trabajar con células madre”. Ya nadie duda de Confucio (551-478 a. C.): Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.
Programar es  planificar cómo alcanzar el futuro anhelado. Esto requiere la alianza estratégica de los hemisferios cerebrales. Como dijo Einstein la lógica te lleva de A hasta B, pero la imaginación te lleva a cualquier parte. El creador innovador es el mejor imitador de Dios en la tierra. El que falla al programar programa fracasar. Debemos evitar la tragedia educativa. Como dijo Marx la historia se repite como comedia o como tragedia.
Dr. Horacio Krell Director de Ilvem, mail de contacto: horaciokrell@ilvem.com

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