"Necesito soledad para mi escritura. No como la de un ermitaño, eso no sería suficiente, sino como la de un muerto" —Franz Kafka
Al final de su trascendental libro, El Origen de las Especies, Charles Darwin escribió que esperaba que su teoría diera un nuevo fundamento al estudio de la psicología humana.
Sin embargo esto no fue lo que ocurrió. Mucho tiempo tuvo que pasar antes de que empezaramos a estudiar los vínculos entre evolución, selección natural y nuestra mente.
La reciente ‘Teoría de la felicidad en la Sabana’ propone que las respuestas emocionales de las personas tienen su origen en la Sabana africana, en donde hemos pasado la mayor parte del tiempo de nuestra historia evolutiva.
Los psicólogos hace tiempo descubrieron que las relaciones sociales juegan un papel fundamental en el bienestar emocional (lease, felicidad) de los seres humanos. Cuanto más tiempo pasamos con familia y amigos, más felices somos.
Al contrario, la falta de relaciones afectivas está relacionada con depresión, problemas de salud y mortalidad temprana.
Esta dependencia de otros puede ser explicada como una adaptación a la vida en la sabana.
Las buenas relaciones con amigos y familiares eran vitales para la supervivencia. Estos lazos facilitaban la caza, compartir alimentos, la defensa contra depredadores u otras tribus y hasta la crianza de los descendientes.
No obstante, aunque esto se aplica a la gran mayoría de las personas, existe un pequeño grupo para los que no es así: quienes poseen una inteligencia superior.
Una investigación publicada este año encontró que las personas muy inteligentes, a diferencia del resto de la población, no eran tan felices cuando su vida social era agitada.
La explicación sugerida por los investigadores es que estas personas tienen mayores probabilidades de estar comprometidos con proyectos y metas de largo plazo. Así que una vida social animada los distrae de sus ambiciosos objetivos. Cuanto más comparten, menos avanzan.
El prolífico y muy galardonado novelista Philip Roth es un ejemplo incuestionable de lo anterior. El autor vive una vida recluida en favor de su arte.
(Vía The Creative Habit)
Sin embargo esto no fue lo que ocurrió. Mucho tiempo tuvo que pasar antes de que empezaramos a estudiar los vínculos entre evolución, selección natural y nuestra mente.
La reciente ‘Teoría de la felicidad en la Sabana’ propone que las respuestas emocionales de las personas tienen su origen en la Sabana africana, en donde hemos pasado la mayor parte del tiempo de nuestra historia evolutiva.
Los psicólogos hace tiempo descubrieron que las relaciones sociales juegan un papel fundamental en el bienestar emocional (lease, felicidad) de los seres humanos. Cuanto más tiempo pasamos con familia y amigos, más felices somos.
Al contrario, la falta de relaciones afectivas está relacionada con depresión, problemas de salud y mortalidad temprana.
Esta dependencia de otros puede ser explicada como una adaptación a la vida en la sabana.
Las buenas relaciones con amigos y familiares eran vitales para la supervivencia. Estos lazos facilitaban la caza, compartir alimentos, la defensa contra depredadores u otras tribus y hasta la crianza de los descendientes.
No obstante, aunque esto se aplica a la gran mayoría de las personas, existe un pequeño grupo para los que no es así: quienes poseen una inteligencia superior.
Una investigación publicada este año encontró que las personas muy inteligentes, a diferencia del resto de la población, no eran tan felices cuando su vida social era agitada.
La explicación sugerida por los investigadores es que estas personas tienen mayores probabilidades de estar comprometidos con proyectos y metas de largo plazo. Así que una vida social animada los distrae de sus ambiciosos objetivos. Cuanto más comparten, menos avanzan.
El prolífico y muy galardonado novelista Philip Roth es un ejemplo incuestionable de lo anterior. El autor vive una vida recluida en favor de su arte.
(Vía The Creative Habit)
Vive solo en el campo. Trabaja siete días a la semana, se despierta temprano y camina hacia un estudio de dos habitaciones a cincuenta metros de su casa. Permanece en el estudio todo el día, y hasta que llega la noche: nada entra. Al final de la tarde hace largos paseos, a menudo tratando de resolver las conexiones y problemas en la novela que trabaja. "Yo vivo solo, no hay nadie más por quien ser responsable, o con quien pasar tiempo”, dijo Roth. "Mi horario es absolutamente mío. Por lo general escribo todo el día, y si quiero volver al estudio en la noche, después de la cena, lo hago; no tengo que sentarme en la sala porque alguien más ha estado solo todo el día. No tengo que sentarme allí y ser entretenido o divertido. Salgo y trabajo dos o tres horas más. Si me despierto a las dos de la mañana, esto ocurre raramente, pero a veces sucede, y algo se me ha ocurrido, enciendo la luz y escribo en el dormitorio. Tengo libretas de apuntes por todos lados. Leo todas las horas que quiero. Si me levanto a las cinco y no puedo dormir y quiero trabajar, salgo y voy a trabajar. Así que trabajo, estoy de guardia. Soy como un médico cuando hay una emergencia. Y yo soy la emergencia".
Roth ha reducido al mínimo el número de partes móviles en su vida. Cerca de su escritorio conserva dos pequeños letreros, en uno se lee: "Permanece quieto", en el otro: "Ningún esfuerzo adicional", estos son recordatorios para evitar la tentación y no hacer nada más que cinco cosas esenciales: comida, escritura, ejercicio, sueño y soledad. Podría sonar como una vida sombría y aislada, excepto por el hecho de que Roth vive feliz y en un estado de gloria realizada…
Y concluye Roth:
Es una experiencia maravillosa, vivir así es mi mayor placer. Creo que para cualquier novelista tiene que ser el mayor deleite vivir una vida muy austera.
Así que si te angustia tener una agenda muy movida, bien. Eso es buen síntoma. Quizá eres más inteligente de lo que pensabas. ¡Enhorabuena!
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