Con el nuevo paradigma de innovación abierta, todo el mundo está llamado a participar en la innovación en la empresa. Al margen de si las empresas están dispuestas a dar este salto cultural, y si facilitan la innovación entre sus empleados, la pregunta que cabe hacerse también es ¿están los trabajadores dispuestos a innovar?
Si en una empresa se dan las condiciones adecuadas, el caldo de cultivo necesario para que los trabajadores participen de la innovación, ¿por qué no hacerlo? Debería de hecho ser algo natural, no premeditado. Y, si no se dan dichas circunstancias, ¿por qué resignarse y no luchar por ello?
Innovar es algo más que contribuir a la salud financiera de una empresa, que dotarla de productos o servicios nuevos, o mejorar sus procesos. Innovar va en la propia salud personal y profesional del trabajador. Veamos por qué.
Trabajos creativos
Existen trabajos más o menos creativos. Por su propia naturaleza, los trabajos creativos implican no hacer siempre lo mismo, asumir nuevos retos. Retos que pueden sernos dados o, mejor todavía, creados por nosotros mismos. Porque la verdadera dificultad estriba en saber hacer las preguntas adecuadas, no tanto en resolverlas (aunque también, por supuesto). Y es por esto que cualquier persona que aspire a tener un trabajo creativo debe tener una actitud innovadora.
Una actitud proactiva de cara a la innovación no solo produce resultados positivos para la moral, la motivación, del trabajador. Innovación es diferenciación. Diferenciarse de lo que hace el resto, buscar la excelencia en el camino menos transitado, como en el poema de Robert Frost.
Igual que ocurre en las empresas, que establecen sus océanos rojos compitiendo básicamente por calidad o precio, lo mismo sucede con las personas en una organización. Si se establece una competencia insana, en el que todos compiten por ser el mejor en una misma disciplina o habilidad, o por precio (es decir, sueldo), dicha organización (y, con ella, sus trabajadores) está abocada al fracaso. Si te estancas, si haces siempre lo mismo, alguien vendrá desde atrás y te adelantará por la derecha. Y, en la situación actual, probablemente lo hará más barato.
En definitiva, hay que ser indispensable, como vimos en el artículo de Seth Godin. Buscar nuestro propio océano azul, llevada al campo de lo profesional en la organización.
Trabajos no tan creativos
¿Y todo esto de ser indispensable, cómo se traduce en uno de los llamados trabajos mecánicos, no creativos? Todo trabajo es creativo. Mejor dicho, todo trabajo puede tener sus momentos de creatividad si uno se lo propone. Y (algunas) empresas lo saben. Y lo utilizan.
Supongamos que una persona realiza una tarea repetitiva en una fábrica, 8 horas al día, 5 días a la semana. Si le dieran a elegir una forma alternativa de desempeñar dicha tarea de manera más cómoda, ¿crees que la aceptaría? Yo creo que sí. ¿Por qué los trabajadores no deben entonces tratar de buscar dichas alternativas más eficientes? No hacerlo es un sinsentido. El buen empresario debe ser consciente de esto, y fomentar la mejora a todos los niveles.
Si, como decíamos antes, se da un entorno propicio para la innovación en forma de confianza, recompensa, reconocimiento y ausencia de represalias ante el fracaso, todos, absolutamente todos los trabajadores, verán en las propuestas innovadoras una parte consustancial de su trabajo. Como algo no forzado en el que todo el mundo, incluyendo al propio interesado, tiene qué ganar.
De hecho, algunas empresas organizan concursos de ideas entre sus trabajadores, para mejorar tanto los productos como los procesos internos. Aunque, lamentablemente, la situación suele ser la contraria. Empresas, departamentos, equipos regidos por señores feudales que matan cualquier iniciativa de cambio, no por miedo a la supervivencia de la empresa (como en la analogía del padre de los Croods), sino a su propia supervivencia. Miedo fruto de su propia incompetencia e incapacidad de hacer las cosas de otra forma.
Conclusiones
Innovando no solo gana la empresa. También lo hace el trabajador. A la inyección extra de motivaciónque supone trabajar en proyectos innovadores, la actitud innovadora conduce a la diferenciación profesional, a salirse de la fila. A ser indispensable y, por tanto, no sustituible. Y, sí, se puede innovar en todos los ámbitos, muy especialmente en la mejora de todas aquellas tareas rutinarias que complican nuestro día a día, y para las que hemos hallado solución. La innovación no es un don. Es una actitud.
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