Existe consenso en que el emprendimiento es un motor activo de las sociedades, especialmente si se aprecia el alto porcentaje de fuerza laboral que genera y el significativo aporte que hace al Producto Interno Bruto (PIB).
Si bien el espíritu emprendedor es –básicamente- una característica personal, también es cierto que son muchas las experiencias en las que el estímulo por impulsar esta manera de ver la vida a un nivel más social ha generado un sólido impacto en las comunidades.
Si se entiende que la acción emprendedora tiene que ver con la capacidad de crear algo nuevo y con la generación de un valor novedoso, ¿cómo es posible desarrollar una cultura del emprendimiento?.
El contexto es difícil. Culturalmente las personas se forman con la idea de que en el ámbito laboral van a formar parte de un gran engranaje y pocas veces estarán encabezando algún proyecto.
No es poco común ver, por ejemplo, que si alguien emprende una actividad o negocio, en su entorno piensen que lo ha hecho porque “no consigue trabajo”.
Y relacionado con eso, otro complejo aspecto cultural arraigado es estigmatizar a quien ha fracasado en un intento de idea independiente. Si bien el emprendimiento tiene mucho de esta parte amarga, los expertos subrayan que son los fracasos previos los que forjan el éxito de una idea propia.
Cinco aspectos clave
1. El componente educativo. Es importante considerar el aspecto educacional al proceso de emprendimiento, ya que entrega fundamentos metodológicos para poner una idea en marcha en un contexto dinámico.
Crear un negocio implica también un proceso aprendizaje en el que se requiere el manejo de ciertas competencias y habilidades específicas. Muchas veces el liderazgo, la innovación y la toma de decisiones se van templando en la acción natural de un proyecto. Sería bueno una combinación de experiencia con aspectos de educación formal.
2. Compartir experiencias. Un aspecto importante es fomentar la interacción entre emprendedores, especialmente entre aquellos que han logrado acercarse al éxito con quienes se sienten atraídos por esa manera de ver la vida. El nexo entre ambos mundos tiene un impacto significativo en la comunidad, en general, y en el ecosistema emprendedor, en particular.
3. Una puerta para varios caminos. La importancia de una cultura emprendedora no sólo debe estar centrada en una dinámica de vocaciones de micro-empresarios, sino que comprender el fenómeno en todas sus perspectivas (social, pública, privada), ya que desde una perspectiva amplia puede dar cumplimiento a una eficiente variedad de expectativas.
4. El emprendimiento es un bien social. Los expertos subrayan que la dinámica emprendedora debe ser promovida, protegida y fomentada desde instancias púbicas a través de una generación de planes y políticas que garanticen el libre acceso para todos los habitantes de una nación.
Los diversos actores sociales deben garantizar el acceso de la cultura del emprendimiento como un bien social, considerando la trascendencia de su aporte.
Los diversos actores sociales deben garantizar el acceso de la cultura del emprendimiento como un bien social, considerando la trascendencia de su aporte.
5. La esencial tolerancia al fracaso. Si se considera que estadísticamente, el emprendedor tiene éxito en la tercera empresa que crea, un componente que surge para tomar en cuenta es la tolerancia a la frustración.
La frustración es una compleja emoción mixta que se forma de ira y tristeza. Surge cuando las cosas no avanzan como se quiere y en grados controlables es una reacción necesaria. En el caso del emprendimiento, permite estar alerta en las expectativas. Pero puede agotar.
La tolerancia a la frustración es una habilidad emocional entrenable que permite poner en juego la capacidad para reponerse ante las dificultades y seguir adelante.
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