domingo, 25 de septiembre de 2016

EL SUEÑO Y EL SILENCIO SE HAN VUELTO PRODUCTOS DE LUJO

http://pijamasurf.com/2016/07/silencio-y-sueno-las-dos-necesidades-de-la-mente-que-se-han-vuelto-lujos/ 

Vivimos en un mundo donde lujos, caprichos y fantasías son
 transformados en necesidades por la maquinaria 
mediática-económica. Creemos que necesitamos el nuevo iPhone, 
el cuerpo de una modelo de Victoria's Secret o la vida
 estereotípicamente feliz de una familia moderna. Mientras 
esto sucede cosas que realmente sí son necesarias, como el 
silencio y el sueño, se convierten en carísimos lujos que sólo algunos
 pueden pagar o que sólo algunos tienen la estabilidad mental
 necesaria para recordar su importancia, inmersos en el frenesí 
de estímulos y estrés de la realidad actual.
La confusión en la que estamos envueltos puede apreciarse por
 el hecho de que hasta hace algunos años dormir poco era 
considerado un signo de éxito y admiración, ya que significaba que
 una persona estaba muy ocupada, era importante y estaba 
mayormente transformando su tiempo en dinero. Esto todavía puede
 apreciarse en ciertos ambientes urbanos competitivos, como en 
en el trabajo como símbolo de que la persona está entregada
 a su labor y está permanentemente disponible, por lo cual amerita
 mayor responsabilidad, promoción y salario.
En los últimos años estudios científicos han mostrado que
 prácticamente no hay nada tan dañino para la salud en general
 como consistentemente descuidar nuestro tiempo de sueño. Dormir
 mal --y esto significa cantidad de horas pero sobre todo calidad, lo
 cual tiene que ver con el silencio-- es casi equivalente a
 asegurarse que estamos apilando un fardo de enfermedades, estrés, 
mal humor y bajo desempeño. Puede que algunos sean más resistentes
 que otros, pero si una persona simplemente no le da mucha importancia
 a su sueño, esto acabará costándole muy caro en términos de salud.
En esto observamos una tendencia en la que se prioriza el dinero
 sobre la salud, se cree que el dinero puede resolverlo todo y se
legitima entonces dormir poco --o en realidad cualquier actividad--
 para ganar más dinero (el cual puede redimir cualquier cosa).
Vivimos en un mundo que se rige por la economía, una economía 
de crecimiento infinito en la que lo fundamental es generar 
más ingresos pero no necesariamente generar más prosperidad,
libro. En el afán de generar más ganancias, hemos atiborrado 
nuestros espacios de objetos ruidosos, de tecnología que perturba 
los ciclos naturales y de un imperativo moral de ser productivos. Nuestra
 visión económica de la realidad opera de manera predatorial, en 
todos lados buscando extraer valor --aunque esto signifique 
explotar y saquear la naturaleza-- para seguir presentando
 resultados de crecimiento. Esto ha llevado a que el sistema incluso 
haya convertido el dormir en un producto de lujo, habiendo
 antes orillado a los ciudadanos a llevar una vida de estrés y alta 
presión, en general poco conducente del sueño, en el intento de
 perseguir el otro sueño: el sueño del éxito, el sueño aspiracional de 
tener más cosas, el sueño americano, etc. En estos casos de dinámicas
 todos pierden, el único que gana es el sistema capitalista y las 
grandes corporaciones que son entidades abstractas, cada vez
 más parecidas a algoritmos que operan más allá del control humano. 
Dormir bien se ha convertido en un lujo y no se han tardado
 diferentes empresas y personalidades en capitalizarlo. La fundadora 
del Huffington Post, Arianna Huffington, ha embanderado la importancia
 de obtener las 8 horas diarias --lo que el médico ordenó-- y 
ha publicado The Sleep Revolution, un nuevo libro sobre este
 tema. El Huffington Post predice que los salones de siesta serán
 tan comunes como las salas de conferencias en las oficinas corporativas. 
The Guardian detecta que empieza a haber un boom de
 productos y servicios relacionados al sueño y a su optimización; Un
 lugar como YeloSpa está cobrando a los ajetreados ciudadanos de
 las grandes urbes 1 dólar por minuto de sueño; existen nuevos 
"retiros de sueño", donde se pueden pagar hasta mil dólares 
por un par de días de terapia; nuevas innovaciones en el mercado
 de los colchones y camas en lo que se empieza a llamar
"performance bedding", tecnología del descanso orientada a mejorar
 el performance de los individuos, así como también salones de
 sueño como antes salones de belleza (y es que el sueño se
 transforma también en coeficiente de belleza)
A la par se han generado numerosas aplicaciones y gadgets, como 
máscaras para dormir que monitorean ondas cerebrales y estados
 REM, y cuyo fin es hackear el sueño ideal para presentar una
 ventaja competitiva al ejecutivo moderno. Todo esto está siendo 
vendido sobre todo bajo la rúbrica de que el sueño tiene una función
 esencial: mejora tu desempeño y aumenta tu producción. Así 
tenemos un círculo o negocio completo. 
Evidentemente pocas personas pueden pagar spas para dormir, o 
wearable tech de 200 dólares para mejorar su sueño y no todos tienen
 nueve asistentes como Arianna Huffington, para así poderse
 consagrarse a los brazos reparadores de Morfeo... y sin embargo,
 pocas cosas realmente son más importantes que dormir bien. 
Dormir se ha convertido en un símbolo de estatus: dormir como un 
bebé... o dormir como una mujer blanca de perfil socieconómico
 A- o A+. Estudios muestran que los pobres duermen peor que
 los demás y que las personas que mejor duermen --al menos en Estados 
Unidos-- son las mujeres blancas de clase alta. Dormir bien no se
 trata solamente de tener tiempo para dormir, es también necesario
 estar en el espacio adecuado --por ejemplo, un barrio donde no
 haya mucho ruido-- e incluso tener el cuerpo y la mente adecuada:
una persona sometida a alto estrés, enferma o con distintos achaques
 difícilmente podrá dormir bien. Cuando esto falla, es necesario tener
 la capacidad de abstraerse, de relajarse y hacer silencio. ¿Pero quién
 tiene tiempo para mantener una disciplina meditativa que le permita
 silenciar el ruido del mundo y paliar la altisonante locura colectiva, 
así como también silenciar sus propios pensamientos
 interpenetrados por las cuitas mundanas? Esto, nos dirían las personas
 que duermen 5 o 6 horas diarias para trabajar más y poder ahorrar 
para comprarse un mejor automóvil, es un lujo. 
La calidad del sueño, ese intangible en el reino de la cantidad, está 
relacionada con el silencio, lo cual también se ha convertido en 
un producto de lujo, reservado para los ricos o para aquellos dispuestos 
a abandonar las ciudades y las sociedades modernas, eligiendo
 una vida modesta, aislada y tranquila si bien teniendo que sortear las 
incomodidades de habitar lejos del gran supermercado o el gran centro 
comercial que es la urbe. 
Al igual que el sueño, el silencio también está siendo pasado por un
 branding y toda una campaña de producto de lujo. Finlandia, por ejemplo, ha centrado su campaña para atraer turistas en promoverse como un lugar donde
 el silencio sigue existiendo. Sabemos que vivir en lugares ruidosos
 se correlaciona con todo tipo de enfermedades, dese alta presión
arterial a mayor propensión a la esquizofrenia y otras enfermedades 
mentales. Por otro lado, estudios recientes muestran que el 
silencio promueve la generación de nuevas células del cerebro o
 neurogénesis. 
El silencio es importante también para las personas que tienen un 
interés en crecer --pero ya no económicamente sino espiritualmente. Un estado de silencio, paz y relajación, son los requisitos para el funcionamiento
correcto de la mente y la percepción precisa de la realidad, según 
filosofías como el budismo. El estado natural de la mente emerge 
cuando se logra cultivar el silencio --sorprendentemente la naturaleza
 de la mente no es la agitación, la aceleración o la excitación, es
 una amplitud más cercana a la vacuidad. El silencio en este sentido
es lo que nos permite sentir esta vacuidad de las cosas que es 
descrita también como radiante y como infinita potencialidad.
 Paradójicamente, al ciudadano moderno la vacuidad le produce 
horror y estrés y rápidamente busca llenar el espacio de objetos y
el silencio de ruido. 
El místico Valentin Tomberg escribe en sus Meditaciones sobre los
arcanos del tarot que el silencio es el punto de partida para todo 
camino espiritual y por ello está asociado con la carta del mago,
 la cual simboliza "una concentración sin esfuerzo", la cual sólo 
es posible una vez establecido un silencio interno.
La concentración sin esfuerzo –es decir, ese lugar en el que no 
hay nada que suprimir y en donde la contemplación se vuelve
 tan natural como la respiración y el latido del corazón– es el 
estado de conciencia (i.e., pensamiento, imaginación, sensación y
 voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa relajación
de los nervios y los músculos del cuerpo. Es el profundo silencio
 de los deseos, las preocupaciones, de la imaginación, de la memoria
 y el pensamiento discursivo. Uno podría decir que todo el ser 
se vuelve como la superficie quieta del agua, reflejando la inmensa 
presencia del cielo estrellado y su armonía inefable. [...]
Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se
vuelve un elemento fundamental siempre presente en la vida del 
alma... Esta “zona de silencio”, una vez establecida, es un 
manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como
 para el descanso. Entonces tendrás no sólo concentración 
sin esfuerzo, también actividad sin esfuerzo. 
El silencio interno nos permite no sólo dormir mejor sino también 
soñar mejor e iniciar experimentos controlados en el mundo onírico. 
Creemos que las 8 horas que dormimos, la tercera parte de la
existencia, son un desperdicio. Pero además de que cumplen con una
 importante función de restauración de la energía, aprendizaje y 
regeneración celular, sólo pensamos esto porque no recordamos
 nuestros sueños o no hacemos nada interesante ahí. Pero son 
numerosas las tradiciones que han practicado algún tipo de yoga de
los sueños y han considerado el tiempo del sueño como un mismo
 contínumm, no algo dividido de la vigilia. La clave en este sentido
 parece ser también el silencio; al haber calmado los pensamientos
y ruminaciones del acontecer diario, se hace más fácil entrar al
 sueño en un estado de calma lúcida, de observación y de integración
 de la experiencia (ya no se divide nuestra vida como si todas las 
noches bebiéramos del río Leteo). Esto se traduce en una mayor
 recordación --al no tener nuestra atención cautiva en un fenómeno
 obsesivo-- y a veces en la posibilidad de entrar en un estado
 lúcido en el que reconocemos que estamos soñando y que las 
experiencias oníricas son generadas por nuestra mente (una
 comprensión que podría ser llevada también a la vigilia).
El silencio es el estado fundacional que nos permite observar 
los fenómenos sin identificarnos con ellos y sin olvidarnos de lo que 
está sucediendo en el presente, aquí  y ahora. En buena medida esto
 es así porque entrar en silencio es similar a crear una receptividad,
 un espacio y una apertura en la cual caben todas las cosas y
 desde la cual uno no colapsa sobre un fenómeno en particular; en el
 silencio no existen los ruidos externos o internos (pensamientos) que
 capturan nuestra atención y la llevan de excursión a la distracción de
 nuestros conceptos y recuerdos o temores. Desde esta "zona
 del silencio" puede emerger la profundidad de la mente y del tiempo.
 En este sentido el silencio nos coloca en el estado original, 
en la quietud que paradójicamente nos integra con el flujo perpetuo de
las cosas, ante el vacío que es la inagotable fuente creativa. El Maestro
 Wáng Xiāngzhāi (王芗斋) dijo: “Moverse poco es mejor que 
moverse mucho; no moverse es mejor que moverse poco; moverse estando inmóvil es 
el movimiento de la creación”. 

Twitter del autor: @alepholo

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