“La resignación es un suicidio cotidiano”. Honoré De Balzac
Hasta ahora hemos hablado de la creación de empresas que valoren las ideas, estas además nos proporcionan una colaboración, dónde además intentamos definir la cultura de la propia organización para así definir las estrategias dentro de la empresa, como la mejora de los procesos. A todo ello si le sumamos la creación de una cultura de colaboración de gratitud, por fin podremos empezar a ver un poco de luz, hacía dónde podríamos ir.
Tiempo atrás hablamos de la importancia de la creación de la cultura en las empresas. La creación de la cultura necesita mucho trabajo. No es un uno y hecho. Requerimos el mantenimiento y el cuidado continuo para mantenerla sana y en consonancia con nuestros valores. La cultura no es un concepto abstracto etéreo que existe y funciona en un vacío. Se crea, influenciada y dependiente de la dirección. Y allí entra en el desafío, entra nuestro desafío.
Como líderes, somos seres humanos falibles que tienen necesidades y deseos, pero no olvidemos nuestra humildad, como signo de liderazgo y de personas. La cultura dentro de la organización nos proporciona un contexto en el que podemos, o no, alcanzar el éxito. Es un conjunto de normas sociales aceptables, comportamientos, lenguaje, símbolos, rituales, incluso en la vestimenta… donde obtenemos la imagen que queremos al final obtener. Como líderes, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de asegurarnos que la cultura sea beneficiosa para el resultado final, así como apoyar el desarrollo de todas las personas que operan dentro del mismo contexto.
Entonces, ¿qué ocurre cuando una persona tiene necesidades y deseos los cuales crean un conflicto entre la protección del propio ego y la protección de la cultura de toda la organización?
Lo hemos visto esto muchas veces. Incluso las personas, las que consideramos líderes, más bien intencionados pueden ser víctimas de este desafío. Tanto los líderes como la imagen de ellos mismos, pueden ser mermadas en cualquier momento, pero al fin y al cabo, todos somos seres humanos simplemente tratando de superarnos día a día. Necesitamos mucho trabajo para ir más allá de nuestro ego y así podemos proteger nuestra cultura, dentro de la organización como fuera de ella.
Mantengamos las alertas, a través de nuestro desarrollo, al final del día podemos hacer los check-in y check -out de las cosas que necesitamos o no:
Nuestra práctica sobre la auto-conciencia de nosotros mismos. El mayor riesgo para mimar a nuestro ego es no estar conscientes que lo estamos haciendo. Muchas veces, el mayor desafío que nos enfrentamos al hablar con personas que nos pueden estar dirigiendo o liderando, cuando hablamos sobre si nos estamos ayudando a llegar a un lugar en el que incluso podamos admitir que estamos protegiendo nuestro ego. Démonos una patada en nuestro propio culo y hagámonos algunas preguntas difíciles.
¿Qué papel juega nuestro ego en nuestras decisiones y el comportamiento que tenemos como lideres?
Buscamos los valores, nuestros valores de la organización. Por lo general, nuestro ego no se rige por los mismos valores que hemos utilizado para crear la cultura de la organización, creemos que vamos a facilitar el éxito de la organización. A menos que, por supuesto, queramos una cultura de ególatras que tratan de mantener su posición o status floreciente, como si fueran los “intocables de Eliot Ness”, esas personas tóxicas, que por salvar su cuello no muestran ni compasión ni ganas de trabajar de forma conjunta, por falta de humildad, por falta de cultura organizacional o simplemente, por no perder lo que tienen, aplastando a los demás a través de la cultura del miedo. Sí, no pensamos. Cuando damos un paso atrás por un momento y vemos si estamos en alineación con los valores que hemos creado o que se han creado, nuestro ego se vuelve mucho más claro, nos podemos ajustar en consecuencia al mismo para ir a la par.
Encontramos un “sargento de armas tomar”. Habríamos de tener al menos una persona en nuestra red que nos diera una patada en las regiones inferiores cuando nos portamos mal o hacemos algo mal. (Yo las tengo, las he tenido y las sigo teniendo, encima les doy las gracias por esa patada, porque gracias a ella mejoro). Tengamos a una persona de confianza, un mentor o lo que sea de nuestro agrado. Sólo asegurémonos que son dolorosamente honestos y no nos dejan pasar nada, es decir, que no nos consienten. Los egos son como las setas; crecen bien en la oscuridad y cubiertas con las hojas caducas de los arboles, es decir con la basura del bosque natural.
Reflexionemos. Tomémonos nuestro tiempo para pensar de nuevo acerca de nuestro comportamiento y sobre las decisiones que hemos adoptado en el pasado. No nos limitemos a recordar de vez en cuando, pongamos como una fecha en el calendario, para actuar, pasar a la acción. Sí, nos acabamos de decir que nos pongamos una acción en nuestro calendario. Sin culparnos aquí. La cantidad de tiempo que pasamos tratando de apagar incendios culturales causados por un ego sin control es mucho menos que el tiempo que tardaríamos si dedicáramos de 15-20 minutos de reflexión. Nuestro poder en la reflexión.
Empieza a ser hora, que los egos queden atrás, si realmente queremos construir algo, si queremos cambiar, si queremos crear, si al final lo que queremos es mejorar nuestra cultura organizacional , de equipo, de grupo o individual ¿qué otras cosas podríamos hacer para proteger la cultura dentro de la organización delante de los ego?
“Ahora no es un fragmento de tiempo. AHORA es el tiempo total, eterno”. Alejandro Jodorowsky
Gracias por leerme, por disfrutar, por compartir.
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