"Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos más allá de cualquier medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, admirable, talentoso y grandioso? En realidad, ¿por qué no puedes serlo?... Tu timidez no le sirve al mundo. No hay nada iluminado en encogerse para que otras personas no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos estamos destinados a brillar, como lo hacen los niños... No está en sólo algunos de nosotros; se encuentra en todos. Y cuando permitimos que nuestra luz brille, inconscientemente damos permiso a otras personas a hacer lo mismo. A medida que nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente libera a otros"
—Marianne Williamson
Para aquellos que tenemos hijos pequeños (aunque la locura fue mayor en las niñas), Frozen, la película de Disney, fue todo un suceso.
Elsa y Anna, sus personajes principales, causaron un gran furor entre muchos chicos. Durante algún tiempo vivimos una verdadera frozenmanía que parecía que jamás iba a terminar.
Aunque es una película infantil, el argumento y su mensaje es algo que atañe tanto a chicos como a grandes. De él podemos extraer importante sabiduría.
Cada una de las adorables hermanas tiene que resolver su propio desafío. El de Anna es el amor. Desde muy pequeña se ha tenido que enfrentar a la soledad y a la falta de afecto. Sus padres murieron en un naufragio y su hermana la abandonó por temor a hacerle daño con su incontrolado poder.
Anna necesita amor con desesperación. Desea tenerlo más que cualquier otra cosa. Pero debe aprender a distinguir entre el amor verdadero, aquel que implica dolor y sacrificio, y un deslumbramiento pasajero.
Por su parte, Elsa nació con poderes extraordinarios que no sabe cómo controlar. Su desafío es dejar de huir de ellos. No ignorarlos y abandonar la lucha que tiene contra sí misma, contra su verdadera esencia.
Todos y cada uno de nosotros nacimos con grandes poderes. Y, como Elsa, a menudo los ignoramos y les damos la espalda.
No, yo no estoy diciendo que si te concentras con gran vigor serás capaz de congelar los mares y las montañas. Tampoco podrás volar si te atas un trapo al cuello. Y lo de doblar cucharas con la mente ya se demostró que era un fraude.
Nuestro poder reside en nuestro potencial. En nuestra capacidad, aún sin límite conocido, para aprender y desarrollar habilidades extraordinarias.
Las personas que han alcanzado grandes y admirables proezas no son diferentes a ti y a mi. No son extraterrestres ni han sido tocados por mágicas hadas otorgándoles inmerecidos privilegios.
Si, yo se que es más cómodo y consuela mejor pensar que sus triunfos son el resultado de haber ganado la lotería genética, y disponer de grandes ventajas desde el nacimiento; en lugar de reconocer que sus obras se deben a años de paciente y dedicado esfuerzo.
También se que a diferencia de Elsa, quien conocía desde muy joven sus poderes, la mayoría de nosotros no sabemos cuales son. Estos están ocultos dentro de nosotros y debemos buscarlos con paciencia e ilusión.
Pero esa búsqueda vale la pena. Es la puerta de entrada a la aventura más maravillosa que podemos encontrar: vivir una vida que adoremos.
Una de las cosas más excepcionales de los seres humanos es que pueden ser extraordinarios en casi cualquier cosa que se propongan. Gozamos de una capacidad ilimitada para desarrollar nuevas habilidades.
La clave reside en encontrar aquello que de verdad nos inspira, las cosas que de verdad nos apasionan.
Yo, por ejemplo, siento gran respeto y admiración por quienes tocan un instrumento musical, o por aquellos capaces de pintar hermosos cuadros o utilizar sus manos para esculpir atractivas figuras. Pero ese tipo de habilidades no son las que me entusiasma aprender. Yo prefiero los deportes. Disfruto más intentando patinar —cosa que hice hace poco— o practicando saltos y volteretas con mi hija gimnasta.
Lo que cada uno de nosotros debe descubrir es lo que le apasiona, aquello que captura por completo su atención y lo hace olvidarse del hambre, el cansancio y hasta del paso del tiempo. Lo que te hace fluir.
Cuando hallamos eso, nuestro súper poder, casi todo es posible. No hay límites para aquello que podemos alcanzar.
Vivir una vida que exprese nuestra esencia no es una quimera. Es algo que la mayoría podemos hacer. Y como lo dije antes, vale la pena intentarlo.
Elsa y Anna, sus personajes principales, causaron un gran furor entre muchos chicos. Durante algún tiempo vivimos una verdadera frozenmanía que parecía que jamás iba a terminar.
Aunque es una película infantil, el argumento y su mensaje es algo que atañe tanto a chicos como a grandes. De él podemos extraer importante sabiduría.
Cada una de las adorables hermanas tiene que resolver su propio desafío. El de Anna es el amor. Desde muy pequeña se ha tenido que enfrentar a la soledad y a la falta de afecto. Sus padres murieron en un naufragio y su hermana la abandonó por temor a hacerle daño con su incontrolado poder.
Anna necesita amor con desesperación. Desea tenerlo más que cualquier otra cosa. Pero debe aprender a distinguir entre el amor verdadero, aquel que implica dolor y sacrificio, y un deslumbramiento pasajero.
Por su parte, Elsa nació con poderes extraordinarios que no sabe cómo controlar. Su desafío es dejar de huir de ellos. No ignorarlos y abandonar la lucha que tiene contra sí misma, contra su verdadera esencia.
Todos y cada uno de nosotros nacimos con grandes poderes. Y, como Elsa, a menudo los ignoramos y les damos la espalda.
No, yo no estoy diciendo que si te concentras con gran vigor serás capaz de congelar los mares y las montañas. Tampoco podrás volar si te atas un trapo al cuello. Y lo de doblar cucharas con la mente ya se demostró que era un fraude.
Nuestro poder reside en nuestro potencial. En nuestra capacidad, aún sin límite conocido, para aprender y desarrollar habilidades extraordinarias.
Las personas que han alcanzado grandes y admirables proezas no son diferentes a ti y a mi. No son extraterrestres ni han sido tocados por mágicas hadas otorgándoles inmerecidos privilegios.
Si, yo se que es más cómodo y consuela mejor pensar que sus triunfos son el resultado de haber ganado la lotería genética, y disponer de grandes ventajas desde el nacimiento; en lugar de reconocer que sus obras se deben a años de paciente y dedicado esfuerzo.
También se que a diferencia de Elsa, quien conocía desde muy joven sus poderes, la mayoría de nosotros no sabemos cuales son. Estos están ocultos dentro de nosotros y debemos buscarlos con paciencia e ilusión.
Pero esa búsqueda vale la pena. Es la puerta de entrada a la aventura más maravillosa que podemos encontrar: vivir una vida que adoremos.
Una de las cosas más excepcionales de los seres humanos es que pueden ser extraordinarios en casi cualquier cosa que se propongan. Gozamos de una capacidad ilimitada para desarrollar nuevas habilidades.
La clave reside en encontrar aquello que de verdad nos inspira, las cosas que de verdad nos apasionan.
Yo, por ejemplo, siento gran respeto y admiración por quienes tocan un instrumento musical, o por aquellos capaces de pintar hermosos cuadros o utilizar sus manos para esculpir atractivas figuras. Pero ese tipo de habilidades no son las que me entusiasma aprender. Yo prefiero los deportes. Disfruto más intentando patinar —cosa que hice hace poco— o practicando saltos y volteretas con mi hija gimnasta.
Lo que cada uno de nosotros debe descubrir es lo que le apasiona, aquello que captura por completo su atención y lo hace olvidarse del hambre, el cansancio y hasta del paso del tiempo. Lo que te hace fluir.
Cuando hallamos eso, nuestro súper poder, casi todo es posible. No hay límites para aquello que podemos alcanzar.
Vivir una vida que exprese nuestra esencia no es una quimera. Es algo que la mayoría podemos hacer. Y como lo dije antes, vale la pena intentarlo.
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