sábado, 29 de octubre de 2016

“No todos deben ir a la universidad para ser felices”

http://www.lavanguardia.com/lacontra/20161029/411414594720/no-todos-deben-ir-a-la-universidad-para-ser-felices.html 
Marc Oliveras, director de escuela
Tengo 41 años. Soy de Barcelona. Soy doctor en Economía y Empresa, y presido el patronato de la escuela L’Horitzó, en Barcelona. Vivo en pareja y pronto seré padre. ¿ Política? Libertad individual y responsabilidad, eduquemos para eso. ¿ Creencias? La enseñanza de Jesucristo
“No todos deben ir a la universidad para ser felices”

Unesco y Escola 21

Los padres de Marc eran profesores en los años sesenta. Disconformes con la educación que se impartía entonces, abandonaron sus trabajos y fundaron una nueva escuela: L’Horitzó. Horizonte que jamás se alcanza, porque esa es la educación buena, la continuada, la que enseña a aprender toda la vida. Marc se doctoró en Esade con una tesis sobre el conocimiento reflexionado. Quiere que los niños aprendan a acoger todos los cambios del futuro con creatividad. La escuela L’Horitzó es la primera en Europa en aplicar un método diseñado por el Museo dela Ciencia de Boston.Y ahora forma a formadores de otras treinta escuelas catalanas, dentro del proyecto Escola Nova 21 de la Unesco.
Cómo se educó usted?

Fui alumno de la escuela fundada por mis padres en 1968, avanzada para su tiempo...
¿En qué?
Los niños no cargábamos libros de texto, nos movíamos libremente por las aulas, no nos llevábamos deberes a casa, ¡ni tampoco hacíamos exámenes!
Revolucionario para la época, cierto.
Ellos supieron ver que exámenes y notas responden a un modelo educativo más propio de la revolución industrial que de los tiempos que se avecinaban.
No es un debate cerrado...
Por eso he recorrido el mundo el último año, estudiando los mejores modelos educativos.
¿Con qué fin?
¡Soy un apasionado de la educación! Y ahora sucedo a mis padres al frente de la escuela. Tan apasionados como yo son los padres que me traen aquí a sus hijos...
¿Qué pretenden, usted y ellos?
Lo mismo: que los niños se formen para ser personas felices, unos adultos autónomos.
¿Y se puede educar para eso?
Sabemos que cuando sean mayores ¡habrá profesiones que ahora ni imaginamos! Se trata, por tanto, de educarles para potenciar su plasticidad cerebral, su creatividad, su ductilidad para adaptarse a la novedad, para comunicar y relacionarse... Y esto es posible desde la primera niñez.
Pero cada niño es diferente.
Y todos ellos pueden aprender a apren-der. Aquí cada niño se hace su propiolibro de texto. Disponen de una biblioteca con 23.000 títulos. Y desde muy pequeños aprenden experimentando con sus propias manos, tocando, rompiendo, moviendo...
Parece un juego.
¡Jugar es la más eficaz manera de aprender! Jugando y experimentando aprenden ciencias, tecnologías, artes y matemáticas.
Veo una sala llena de piezas de lego.
Parte del taller de ingeniería y robótica.
Veo tableros de ajedrez.
Paciencia, análisis, imaginación... Cada partida es metáfora de la vida y de sus trances.
Veo bancos de carpintero.
Tocar. Hacer. Prueba y error. Si hay que estudiar los volcanes, nos vamos a patear los de Olot. Aprenden matemáticas y geometría estudiando la catedral de Barcelona. Y verás la piscina, y estos huertos urbanos...
¿Seguro que aprenden?
Está demostrado: si te implicas en algo, no olvidas lo aprendido. Nada de memorizar.
¡Pero la memoria es muy necesaria!
Les proponemos actuar en obras de teatro... ¡y se lanzan a memorizar como fieras! ¿Hay mejor estímulo para aprender a memorizar?
¿Y qué se le pide a un profesor aquí?
Que preste mucha atención a cada alumno, para ayudarle a desarrollar sus propias capacidades y a reforzar sus debilidades. Más que profesores, les llamo maestros.
¿Cuál es la clave para que funcione?
La confianza. Del maestro en sus alumnos, y la recíproca. Se trabaja por proyectos, y cada alumno se autoevalúa.
¿Sin trampas?
¿Para qué? Cada tarde, al finalizar la jornada, el maestro reúne a todos sus alumnos y cada uno explica qué ha aprendido ese día.
¿De qué edades son los alumnos?
Desde los tres años hasta los 16 años. Y desde la primera infancia pierden toda vergüenza a hablar en público.
¡Qué útil y necesario es eso!
Y a responder con naturalidad y sinceridad a compañeros y profesores, que preguntan “¿de dónde has sacado eso?”, o lo que sea. Se establece un fuerte vínculo con los compañeros, ¡aquí no hay casos de bullying! Y cada alumno aprende a ser responsable de su aprendizaje, este es el valor máximo.
¿Y si alguno le sale muy espabilado?
Se le permite interactuar con alumnos de cursos superiores, no se le cortan las alas como en el modelo convencional. Aquí todos conocen el nombre de todos, hay fluidez relacional más allá de la edad.
¿Usan tecnología?
Tutelada por los maestros, que les enseñan a buscar información y a criticarla. Y a no orillar libros, revistas y diarios.
¿Y las humanidades, tan marginadas?
El cine, el teatro, la escritura, la historia, la filosofía, las artes... forman a la persona responsable. Y aquí nos ha venido a impartir su maestría el mejor pastelero, el mejor carpintero, el mejor organista...
No son materias universitarias...
¿Por qué cifrar el éxito en la universidad? Muchos pueden no servir para la universidad, ¡pero todos servimos para la felicidad!
¿Y todo esto enseña a ser feliz?
Sí, porque te enseña a buscar tu propio camino, a que nadie te diga qué tienes que hacer con tus días, con tu vida.
¿Y los deberes, qué?
Los chavales están aquí desde las ocho y media de la mañana hasta las cinco y media de la tarde, ¡tiempo para haberlo hecho todo!
Luego irán a una escuela de negocios y les enseñarán a ser tiburones.
No, ellos ya sabrán que el conocimiento debe ser aplicado de modo sostenible y no fraudulento, que el centro de la economía es la persona. Si no, nada tiene sentido.

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