domingo, 27 de diciembre de 2015

La neurociencia de las decisiones: ¿realmente crees que eliges las cosas racionalmente?

http://pijamasurf.com/2015/12/la-neurociencia-de-las-decisiones-realmente-crees-que-eliges-las-cosas-racionalmente/ 

AL ELEGIR SOMOS MANIPULADOS POR DIVERSOS ESTÍMULOS EXTERNOS Y TAMBIÉN, SE PODRÍA, DECIR POR DIVERSOS SUBSTRATOS DE NUESTRO PROPIO CEREBRO.

POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO 

heart 
Las facultades intelectuales se desdoblan de un estado de ignorancia a un estado de conocimiento. La naturaleza emocional se desdobla de una condición de instinto a una condición de intuición.
-Manly P. Hall

Cuando pensamos en las personas que toman decisiones irracionalmente, manipulados por fáciles estímulos, prejuicios, fanatismos, pasiones y cosas del estilo, siempre pensamos que son otros. Sin embargo, nadie o casi nadie escapa de ser víctima de factores emocionales e inconscientes en sus decisiones y elecciones y no sólo en algunos momentos, sino cotidianamente; esto se debe a la forma en la que está construido nuestro cerebro.
Consideremos la investigación de Drew Westen en torno a la filiación partidaria en Estados Unidos. En un estudio personas de inclinación republicana y demócrata escucharon dos discursos en los que George W. Bush (republicano) y  John Kerry (demócrata) se contradecían de manera explícita. Los republicanos no notaban las contradicciones de Bush, pero rápidamente las de Kerry (y viceversa). Según Westen en este proceso cognitivo se apagaban los circuitos relacionados al razonamiento consciente:
Esencialmente, parece que los partisanos viran el caleidoscopio cognitivo hasta que obtienen las conclusiones que desean… Todos solemos razonar bajo juicios emocionalmente sesgados cuando tenemos intereses invertidos en “los hechos”.
Westen concluye que este tipo de procesos cognitivos tendenciosos operan a partir de un reforzamiento de las creencias puesto que el cerebro recibe una recompensa (de dopamina) cuando ve reflejado lo que piensa y así se autoafirma. En cierta forma nos volvemos adictos a que el mundo se ajuste a lo que creemos, como si éste estuviera dándonos el regalo de cumplir nuestro deseo.
Jonah Lehrer en su libro “How We Decide” nos presenta un ejemplo:
Digamos por ejemplo que estás analizando cereales para desayunar en el supermercado. Cada opción activa una serie de pensamientos en competencia. Tal vez la granola orgánica es deliciosa, pero demasiado cara; los Corn Flakes integrales saludables pero poco apetecibles; los Fruit Loops son una marca atractiva pero tienen demasiada azúcar. Cada uno de estos proceso detonará un conjunto particular de emociones y asociaciones que competirán por tu atención consciente.  Antoine Bechara, un neurocientífico de la Universidad del Sur de California, compara esta frenética competencia neural con la selección natural, con las emociones más fuertes (‘¡realmente quiero Honey Nut Cherrios!’) y los pensamientos más convincentes (‘debería de comer más fibra’) ganando terreno sobre los más débiles (‘me gusta el personaje de caricatura en la caja de los Fruit Loops’). El ensamble de neuronas que logre apuntalarse determinará lo que desayunes.  “El punto es que la mayoría  de la computación se hace a un nivel emocional, inconsciente y no a un nivel lógico”, dice Bechara.
La revista New Scientist pone un interesante ejemplo sobre cómo tomamos decisiones irracionalmente, principalmente por nuestra inhabilidad de hacer un juicio sin tener algo con que comparar. Consideren un menú:

Desayuno inglés completo £9.95
Salmón ahumado & huevos revueltos £5.95
Waffles con  miel de maple £4.75
Huevo hervido £4.00

Cuando vemos un menú así generalmente elegimos el salmón ahumado, puesto que en comparación con el desayuno completo nos parece una gran oferta. Si quitamos el desayuno inglés completo entonces experimentos muestran que las personas eligen una de las dos últimas opciones la mayoría de las veces. Esto es lo que el investigador  Dan Ariely  llama irracionalidad predictiva.Este tipo de pequeños trucos son utilizados constantemente en el marketing.
Otro de los grandes factores que determinan nuestras decisiones y nuestra percepción es la percepción social. En su excelente libro “Global Brain”, Howard Bloom explica como prácticamente la realidad es una alucinación consensual. Un ejemplo llamativo es el experimento que hizo el famoso investigador Solomon Asch. Se mostraron cartas con unas líneas a un grupo, en una de ellas las líneas eran exactamente iguales y en la otra eran claramente diferentes. Se trajo a un individuo que no sabía lo que estaba sucediendo y se pidió a nueve voluntarios previamente seleccionados que exclamaran que las líneas que no empataban eran las mismas, y que las líneas que sí eran iguales eran distintas. Los resultados mostraron que al preguntarle a este individuo (y a muchos más que hicieron el mismo experimento) sobre las líneas éste contestó de manera equivocada coincidiendo con los juicios erróneos que habían sido vocalizados. Examinando a los voluntarios, los investigadores notaron que no sólo habían cedido a la presión de conformarse, sino que incluso algunos habían alterado sus percepcions inconscientemente para ver algo que claramente no estaba ahí, sino que existía solamente en el consenso de la multitud. 
Ejemplos como este hay muchos y muestran lo endeble que es nuestro aparato perceptivo y cognitivo y lo ligado que está a la influencia del entorno. Como escribiera el novelista Don Delillo: “Estar aquí es una especie de abandono espiritual. Sólo vemos lo que otros ven, los miles otros quienes estuvieron aquí antes, aquellos que vendrán después. Hemos acordado ser parte una percepción colectiva”. Vivimos cada uno en lo que Robert Anton Wilson llamó”un túnel de realidad”, el cual se entrelaza con los túneles de realidad colectiva que forman nuestras creencias. Los túneles de realidad son una especie de constructos de memoria, ideología, creencias y prejuicios que funcionan como una visión de túnel sobre nuestra percepción de la realidad, eliminando todo lo que no coincide con esta preconfiguración y sólo arrojando una angosta luz mental a aquello que sí entra dentro de este rango. Esto ocurre a un nivel básico, ontológico de nuestra aprhensión del mundo, limitados por la necesaria discriminación que hacen nuestros aparatos cognitivos para no verse inundados por un exceso de estímulos. Escribe Robert Anton Wilson:
Todo tipo de ignorancia en este mundo resulta de no darnos cuenta que nuestras percepciones son solo apuestas. Creemos lo que vemos y luego creemos nuestra interpretación de ello; la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que estamos haciendo una interpretación. Creemos que es la realidad.
Esto nos lleva a preguntarnos si podemos superar este escollo de filtrar la realidad a través de nuestros preconceptos, así como también si podemos dejar de ser víctimas de la manipulación emocional al decidir actuar. En este sentido tradiciones antiguas consideraron que existían facultades cognitivas más sutiles que podían acercarse más a una aprehensión pura de lo real. La neurociencia moderna tiene algunos casos raros en los que también parece coincidir con esta posibilidad.
El psicólogo holandés Ap Dijksterhuis descubrió que cuando se trata de decisiones complejas las emociones conocen razones que exceden las facultades de la razón. En un experimento se evaluó una serie de autos conforme a un conjunto de variables para determinar cuáles eran los mejores autos para un consumidor. Luego se les informó a un grupo de personas sobre las cualidades de cada auto (evidentemente sin decirles cuales eran los mejores evaluados). Posteriormente se les pidió que eligieran cuál era auto ideal para realizar una compra. Dijksterhuis descubrió que las personas que tuvieron tiempo para pensar de manera racional –cuidadosamente contemplar los datos duros y sopesar  cada alternativa—escogieron el auto ideal menos del 25% de las veces –una menor efectividad que una selección aleatoria. En cambio, personas que recibieron la información pero que luego se les distrajo realizando otra actividad –“aquellos que fueron forzados a decidir con sus emociones”, explica Lehrer en su libro “How to Decide2—eligieron el mejor auto un 60% de las veces. Otro estudio similar en el que expertos evaluaron las mejores mermeladas del mercado demostró que cuando a un grupo de sujetos experimentales se les pidió de botepronto que evaluaran las mismas mermeladas según su calidad, estos realizaron una evaluación a la par de los expertos, pero cuando se les pidió que realizaran esta evaluación pero explicando por qué habían hecho tales elecciones  su evaluación fue completamente distinta, sin lograr ajustarse al canon de la calidad de estos productos.
imagesOtro caso sobresaliente en este sentido es el del físico y jugador de póker profesional Michael Binger, quien sólo empezó a ganar cientos de miles de dólares cuando descubrió que saber contar las cartas no era suficiente para llevarse una mano de este deporte mental, que a veces había dejar de considerar las probabilidades matemáticas para apostarle a lo que sientes. “Como físico, es difícil admitir que simplemente no pueden razonar tu camino hacia una partida ganadora. Pero esa es la realidad del poker. No puedes construir un modelo perfecto para él. Esta basado en una aparentemente infinita cantidad de información. En ese sentido, el poker es cómo la vida real. Lehrer incluye otros estudios en su libro “How We Decide” que parecen indicar que cuando existe mucha información el cerebro racional entra en una especie de estado de pánico y no logra manejar los datos. El cerebro emocional, en cambio, al hacer uso de la mente subconsciente, que integra una mayor cantidad de información, resuelve con mayor soltura ante tal complejidad. A los indecisos, Ap Dijksterhuis recomienda: “Usa tu mente consciente para adquirir toda la información que necesitas para tomar una decisión. Pero no trates de analizar la información con tu mente consciente. Mejor toma un descanso mientras tu mente inconsciente la digiere. Lo que sea que tu intuición entonces te diga seguramente será la mejor elección”. Y Jonah Lehrer agrega, “las decisiones más difíciles son las que requieren de más sentimiento”.
Por último quizás sea prudente recordar la idea de Platón de que la educación debía estar destinada a abrir lo que llamó el ojo del alma o también el ojo de la mente. Aunque Platón y su maestro Sócrates están ligados en la historia del pensamiento occidental a la consolidación de la razón como la facultad mental por excelencia –y ciertamente Platón notó la importancia del proceder racional y la práctico con enorme profundidad–, el gran filósofo consideraba que la intuición era la culminación de la inteligencia. Lo más alto a lo que podía llegar un filósofo era al conocimiento intuitvo (noesis), puesto que así participaba en la región de las formas arquetípicas que descansaban en el alma y en la eternidad. Para Platón la facultad intuitiva era una forma de descubrir el conocimiento que estaba oculto en la propia alma, una forma de recordar (anamnesis). La noción que rige el planteamiento de Platón, es que sólo lo eterno es real, y entonces sólo las Formas (o Ideas) son reales en una cosa, la cual es sólo una sombra de esta realidad arquetípica.  
Si queremos aplicar la visión platónica a una decisión, debemos de considera entonces la posibilidad de que la mente humana puede desarrollar una facultad de ver en las cosas su naturaleza universal y no sólo particular, un destello de la esencia que revela o refleja en nuestra alma, el alma de cada cosa.

Twitter del autor: @alepholo

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