domingo, 27 de diciembre de 2015

Steve Jobs y la Innovación. No es disruptivo todo lo que parece, por el creador del concepto

http://jccubeirojc.blogspot.com.uy/2015/12/steve-jobs-y-la-innovacion-no-es.html 

         Cuando Jobs trata de convencer a Sculley para que dirija Apple, él entonces CEO de Pepsi le dice: “Tal vez estemos hablando del mayor movimiento tectónico que desafíe el status quo desde” y Steve Jobs responde: “Desde siempre”. En la primera escena, la madre de la hija de Jobs le dice: “Tus acciones de Apple valen 441 M $ y tu hija y yo estamos en la indigencia”. Wozniak le dice: “Pronto veremos si de verdad eres Leonardo o solo te lo crees”. Y en otra escena, le responde Woz: “No hay que elegir entre la decencia y la riqueza”. La junta le echa a Jobs con las palabras de Sculley: “Eres insubordinado. Haces sentir miserable a la gente. La junta de accionistas cree que ya no eres necesario para esta compañía”. En otro momento, Jobs declara: “Empecé en un garaje e inventé el futuro”. “Lo que haces no es lo mejor de ti cuando eres padre. La paternidad debe ser lo mejor de ti”, le reprende Joanna. “Los dos mayores eventos del siglo XX son los aliados en la guerra… y éste” (presentación del iMac en 1998).
         Grandeza y oscuridad. Aaron Sorkin ha hecho de Steve Jobs un digital “Ciudadano Kane”, como se explica en este artículo de Wharton:http://knowledge.wharton.upenn.edu/article/citizen-steve-aaron-sorkins-wellesian-perspective-on-the-life-of-steve-jobs/
Me he traido a este viaje el número de diciembre de la Harvard Business Review. En portada, ‘El lado más blando de la negociación’. Más atractivo es el de Clayton Christensen, que hace 20 años acuñó el término “innovación disruptiva”.
El profesor Christensen creó el concepto en 1995, en un libro ya clásico, ‘El dilema del Innovador’. Desde entonces, se ha convertido en uno de los más utilizados (sobre-explotados) del management. Pero “no es oro todo lo que reluce”. Clayton nos recuerda que lo realmente disruptivo es un proceso en el que una empresa pequeña retumba los cimientos de una industria. Son los clientes quienes compran en tromba el nuevo producto o servicio.
Uber, por ejemplo, ¿es innovación disruptiva? Esta compañía de transporte creada en 2009 se ha establecido en 60 países, en múltiples ciudades, y ha conocido un éxito colosal. Su valor de mercado es de 50.000 M $. Ha transformado el negocio de los taxis en EEUU… sin embargo, no es disruptivo. No ha partido de un segmento marginal de clientes para adueñarse de la mayoría, sino que se inició con el principal. ¿Y eso importa? Según Christensen, sí, porque la disrupción es un proceso, generado por un modelo de negocio diferente, que a veces triunfa y en ocasiones no. El mantra “sé disruptivo o alguien lo será contigo” da lugar a engaños. Cuidado, porque como nos enseña el autor, todavía tenemos mucho que aprender sobre la innovación disruptiva.
Me ha interesado también la investigación de Devon Proudfoot y sus colegas Aaron Kay y Christy Koval (Universidad de Duke) sobre por qué incluso las mujeres creen que los hombres son más creativos. Porque la autonomía, independencia y pensamiento divergente se consideran “más de chicos”. Todo un reto. Cambian las condiciones, cambia la productividad.
Sobre la retribución, un estudio de PayScale (71.000 empleados) demuestra que el 35% de los profesionales con sueldos por encima de mercado se consideran mal pagados. Y un 60% de ellos está buscando fuera. El 64% de los profesionales con salarios en mercado se consideran infravalorados. Moraleja: paga bien y explícalo.
Tres expertos alemanes (Kilian Moser, Andranik Tumasjan e Isabel Welpe) han analizado que atrae al talento hacia las start-ups. A los profesionales “hedonistas” les gusta la localización, por ejemplo, “los auto-dirigidos” se sienten atraídos por la autonomía y la innovación; quienes prefieren la seguridad, porque la empresa sea sólida. Diferentes personalidades, distintos imanes.
Y tres ideas más: ‘Encuentra la innovación donde menos la esperas (Tony MacCaffrey y Jim Pearson, de Innovation Accelerator): Evita la “fijación funcional” y cambia la perspectiva de lo que haces; ‘Saber cuándo toca reinventarse’ (Mark Bertolini de Aetna y David Duncan y Andrew Waldeck de Innosight): atención a las “líneas preventivas” de necesidades del cliente, rendimiento, posición de mercado, modelo de negocio y talento… antes de que sea demasiado tarde; entrevista de Daniel McGinn a Katie Couric (Today Show de la NBC): tras 25 años entrevistando a líderes, tiene muy claro que la autenticidad es la cualidad más importante.
En el famoso discurso de Stanford, Steve Jobs nos enseñaba que todo tiene sentido en retrospectiva. “No puedes conectar los puntos mirando hacia delante; solo podrás hacerlo mirando hacia atrás. Así que debes confiar en que esos puntos se conectarán de alguna forma en el futuro”. Nada es casual; sin embargo, ignoramos la conexión a priori. Solo podemos entenderla a posteriori.
El gurú del marketing Gay Kawasaki, que trabajó en Apple de 1983 a 1987 como “evangelista en jefe” de Macintosh y posteriormente de 1995 a 1997 de nuevo en la compañía de la manzana (y a quien se le menciona en la película por un artículo suyo en Computerworld en el que vaticina el regreso de Jobs) explica 12 lecciones que aprendió de Steve:
-       Los expertos no sirven para nada.
-       Los clientes no te van a decir lo que necesitan.
-       Los mayores retos merecen la pena.
-       El diseño es esencial.
-       Utiliza grandes gráficos y una gran fuente.
-       Salta la curva (no lo hagas un 10% mejor sino 10 veces mejor).
-       Cambiar de opinión es un gran signo de inteligencia.
-       El Valor se diferencia (claramente) del precio.
-       Los mejores profesionales contratan a los mejores.
-       Si eres el CEO, haz tú la presentación.
-       Los verdaderos emprendedores llevan la nave.
-       Algunas cosas primero hay que creerlas para luego verlas (Si no lo creo, no lo veo).

Gracias a Guy Kawasaki, a Aaron Sorkin y a Danny Boyle por enseñarnos tanto de este genio (por otro lado, jefe tan tóxico) que fue el difunto Steve Jobs. Y a Clayton Christensen por refrescarnos la “innovación disruptiva”.  

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