martes, 26 de julio de 2016

Cambiemos la educación o provocaremos el fin de la historia

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La educación deberá ser la industria pesada de este mundo, porque es la que deberá fabricar los ciudadanos del futuro.

Facundo, Civilización o barbarie fue un libro escrito por Sarmiento en 1845 donde proponía el diálogo entre civilización y barbarie como el conflicto primordial en la cultura latinoamericana. Esta polémica comenzó en el periodo colonial y continúa hasta el presente. La civilización actual corre el riesgo de seguir el destino de las que desaparecieron bajo el peso de su propia complejidad. Si bien tenemos una tecnología superior y conocemos las causas de sus caídas, la misma tecnología puede volverse hoy en contra como consecuencia de tendencias destructivas e imprevisibles, y por la complejidad creciente del planeta por la interacción entre fenómenos locales y globales y por una población que crece mucho  y que debe hallar el modo de sobrevivir. Desconocemos cuál es la solución pero estudiando cómo mueren las civilizaciones, debemos evitar que nos suceda lo mismo. La adaptación a los desafíos que ponen en riesgo su existencia requieren un cambio en la educación.
La educación no es una preocupación que esté en el tope del interés de los argentinos. Sarmiento decía que el problema de la educación es que el que no la tiene no la reclama, porque desconoce su valor. Su demanda es inversamente proporcional a su necesidad. La revolución educativa que busque la independencia de las personas y de los países debe ser un requerimiento social permanente y un compromiso de todos.
Educación, política de estado. Es el compromiso que hace falta, porque sin educación no hay desarrollo económico, humano o social, ni se puede llegar a la pobreza cero, a la derrota del narcotráfico y del terrorismo. Los cerebros nacen iguales en todo el mundo lo que hace la diferencia es la educación que reciben. Para verlo con claridad podemos comparar la educación en Finlandia, Japón y Argentina. No conocer la causa del problema puede ser la causa principal. Si un país rico como Argentina fracasó, conviene estudiar su sistema y compararlo con algunos países que están en los primeros puestos de la educación mundial, según el estudio Pisa de OCDE, que mide el rendimiento de los estudiantes de 15 años en ciencia, matemática y lectura,. También interesa saber cómo hizo Argentina para estar entre los último. En economía hay países con pocos recursos naturales que se hicieron potencias  Argentina potencia de los años 20 del siglo XX se convirtió en una fábrica de pobres. Finlandia hace 15 años cambió de rumbo haciendo de la educación su política de estado. Ahora para ser maestro hay que tener título universitario, para estudiar no hay que ser rico, todos tienen igualdad de oportunidades. Japón fue destruido en la 2da guerra mundial pero estudió cómo se fabricaban los productos en el mundo, los mejoraron y redujeron sus costos. Así transformaron una isla sin recursos en la factoría de productos elaborados más grande del mundo. La cultura del ejemplo es la mejor escuela, si todos progresan, si aprenden a aprender, si un proyecto país es la guía, si eligen a los mejores gobernantes, si la transparencia suplanta a la corrupción; se instala en la sociedad un círculo virtuoso de desarrollo.
Desarrollo no existe sin capital social. Desarrollo no es lo que tenemos sino lo que hacemos con lo que tenemos. Hoy vivimos en un mundo en el que se crean nuevos trabajos todos los días. Un chico de hoy tendrá a lo largo de su vida 7 empleos, 5 de los cuales aún no existen. No podemos prepararlos para eso, pero podemos formarlos para que aprendan a disfrutar de tal incertidumbre y para que salgan a crear esos empleos.
Ciudadanos del mundo global. Este mundo se vuelve cada día más complejo y seguirá cambiando cada vez más rápido. Para sobrevivir se necesitará la colaboración mundial. Todo lo que tenemos -comida, edificios, dispositivos electrónicos- requiere de la colaboración de todo el mundo. Si esa conexión colapsa, las consecuencias de no poder adaptarnos para trabajar colaborativamente serían desastrosas.
Si retrocediéramos a cómo estábamos hace 100 años no se podría mantener a la población actual de 7000 millones de personas, sino a 2000 millones. Si volviésemos a la Edad de Piedra, el máximo que podría soportar el planeta sería 300 millones. Debemos cambiar la educación para afrontar los desafíos del siglo XXI, porque el principal riesgo es que nuestra civilización colapse. O generamos un avance que permita una forma de vida colectiva o colapsaremos como civilización. No va a ser mañana, sino que puede pasar 50 años, pero el siglo XXI sin dudas es el decisivo.
Todo lo que se aprende hoy será obsoleto en 10 años. El Foro Económico Mundial predijo que los puestos de trabajos más prominentes en 2015 no existían en 2005. La educación debería abarcar también el ciclo de vida de las personas hasta los 100 años. Deberán estar activos y la educación no los prepara para eso. Los ciclos educativos deben ser más cortos y contener nuevas habilidades y una nueva alfabetización tecnológica. Ya no hay tareas tipo, sino que todas son creativas. Tampoco se pueden trabajar en soledad, sino en equipo. No se trabaja sólo con máquinas, sino con seres humanos y eso demanda sensibilidad emocional. Deben cambiar los contenidos, y crear una educación continua para toda la vida.
Hay que aprender a procesar información. Hacer síntesis informativas será una habilidad requerida para descomprimir la presión que crea estar online todo el tiempo, lo que produce hiperactividad y déficit de atención. Cada vez habrá más pantallas con las que interactuar y hay que saber cómo manejar y  filtrar datos. Se precisa entrenar al cerebro para lograr la atención consciente y la conciencia plena. Esto no se enseña hoy en día.
Educación  dual. En países como Alemania existe la educación dual donde los estudiantes pasan la mitad del tiempo aprendiendo y la otra practicando en el trabajo.  No es posible preparar para empleos que aún no  existen, pero sí se los puede formar en destrezas de pensamiento que los ayuden a dominarlos o a crear su propio trabajo. Podemos formarlos para saber responder a la adversidad y a los desafíos, a ser más adaptables y flexibles, a aprender lo nuevo y a olvidar cosas que no son útiles. El cambio no radica en formar jóvenes para que busquen un empleo, sino logrando que vayan de la escuela al trabajo, para aplicar lo aprendido. La otra manera es tomar problemas del mundo real y volver con su solución.
La brecha de habilidades. Es la diferencia entre lo que buscan las empresas y lo que saben hacer los trabajadores. Las  Asociaciones de Habilidades solicitadas estudian dónde hay mayor déficit y arman Programas de Aprendices que capacitan en módulos específicos. Es un paso necesario para paliar el desempleo y  para crear empleo joven ya, mientras esperamos los frutos de la revolución educativa pendiente.
El juego permite desarrollar competencias. Los formatos más usados en la educación y la interacción social serán el juego y el trabajo en equipo. Más allá de que es motivante, el juego permite ejercer diferentes roles y desarrollar competencias que no tenemos en nuestras actividades rutinarias. Para tener éxito es necesario interactuar con distintas personas y para eso hay que entenderlas.
Inteligencias Blandas. Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo indica que la educación formal está “desconectada” y no enseña las habilidades que los empleadores valoran. Se destaca la falta de habilidades socioemocionales, como la capacidad de tomar decisiones, el pensamiento crítico, la responsabilidad, la empatía,  la planificación, saber formular objetivos, dominar estrategias de trabajo y tener fortalecida la autoestima. A los empresarios les gustaría enseñarles su tarea pero que, los que lleguen, sean jóvenes responsables y disciplinados, que crean en valor del trabajo y del esfuerzo, y que vayan todos los días a trabajar. Lamentablemente esas competencias “blandas” no las aprenden en la escuela. Esas virtudes especiales incluyen capacidad de expresarse, de desenvolverse en diferentes contextos sociales, incluso hasta cómo vestirse.
Hay un “desacople” entre lo que la escuela enseña y lo que el mercado necesita, una disociación entre la educación y el sistema productivo.
Más grave todavía es la intolerancia. Hoy se celebra la  pluralidad, pero el diferente la sigue pasando mal o peor porque el bullying – modalidad de burla potenciada– ha hecho las cosas más duras. Lo diferente asusta, hace temer la expulsión del grupo, como si se penalizara al que quiebra el pensamiento único. Ponerse en los zapatos del otro debería ser una clase de rol playing, que los chicos que protestan por: otra vez sopa, vayan al comedor de una escuela precaria. Que el pibe  que se burla del gordito escuche la soledad que genera sin apoyarse en la cobardía del montón. Aprender que el dolor que se provoca siempre vuelve, aunque no sea de forma directa.
El atacante de Munich del 23 de julio de 2016, David Ali Sonboly, nació en Munich. Sus padres llegaron a Alemania en los 90 como asilados. Esa condición de inmigrante parece haberlo marcado. Las puntas que investiga la policía tienen que ver con el maltrato de sus compañeros de escuela, era víctima de acoso escolar y llevó a cabo esta matanza para vengarse.Tiempo atrás, en medio del hostigamiento cotidiano, Sonboly dijo a sus compañeros del colegio Alfons Mittelschule de Munich: “Un día os enteraréis todos. Un día llevaré a cabo una matanza”.
El cerebro social. Formamos parte de grupos cuyo éxito debe ser el nuestro. Todo individuo es un aliado si lo integramos a redes de valor. El amiguismo obstaculiza el camino a la competencia. Los equipos deben integrar la diversidad: individuos creativos generando ideas, analíticos eligiendo las mejores, ejecutivos llevándolas a la práctica y sociales tejiendo lazos internos y externos.
Así, actuando en forma mancomunada, el todo superará a la sumatoria de sus partes. La clave es que solo no se puede. Dijo John Donn: “cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra. La muerte de cualquiera me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por eso: Nunca preguntes por quién doblan las campanas, las campanas doblan por ti”.
Aldous Huxley en 1932 escribió “Un mundo feliz”. Allí  predijo una democracia que sería casi una dictadura perfecta; una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no querrían evadirse. Un sistema donde, a cambio de consumo y placer, los esclavos amarían su servidumbre”. El desafío de la época agrega el terrorismo, el poder duro que produce un miedo que paraliza al poder blando, el lado creativo de la humanidad. Es natural el miedo, pero lo peor es la autocensura. Sin embargo existe en la mente de las personas, las hace más cautas y eso es lo grave. No hay recetas mágicas, pero es necesario un “no” incondicional al fanatismo, sin caer en la propuesta de los “ángeles vengadores” tan intolerantes como ellos. Debemos promover un diálogo con los creyentes no fanáticos, un grito de la humanidad ante la barbarie. Una apuesta por la civilización, una revolución educativa para evitar que suceda el fin de la historia.
La educación deberá ser la industria pesada de este mundo, porque es la que deberá fabricar los ciudadanos del futuro.
Dr. Horacio Krell- CEO de Ilvem horaciokrell@ilvem.com

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