jueves, 28 de julio de 2016

¿Qué caracteriza al buen profesor? La investigación lo apunta (2/2)

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En la entrada anterior vimos cinco factores que caracterizan a los buenos profesores, matices aparte. Ahora seguimos con las cinco restantes. Es preciso observar que no todas las dimensiones señaladas tienen el mismo impacto ni importancia. La lectura del informe completo es más que recomendable.

6. Administrar la conducta de los alumnos

Curiosamente, esta dimensión no fue tan significativa como el conocimiento de la materia y la instrucción en el aula, como un factor que contribuye al éxito del maestro. Sin embargo, la gestión del aula - incluyendo lo bien que un maestro hace uso de las horas de clase, coordina los recursos del aula y gestiona el comportamiento de los estudiantes - se señaló como importante. Se podría añadir aquí que cuando el aprendizaje es activo y el espacio del aula se convierte en un espacio de discusión, trabajo en equipo, producción, etc., los problemas de conducta cambian de manera sustancial. Pretender que los alumnos estén meramente escuchando durante horas cada día es una quimera (además de una pérdida de tiempo). ¿Seríamos acaso capaces de hacerlo los profesores?

7. No hay evidencia de que el agrupamiento funcione

Poner a los estudiantes en grupos en función de su capacidad influye poco en su aprendizaje (sobre este punto ver mis entradas sobre agrupamiento en el blog, pues esto no se cumple en el caso de los más capaces, que sí se benefician notablemente). A pesar de que el agrupamiento puede, en teoría, permitir que los maestros trabajen a un ritmo que se adapte a todos los alumnos y acomodar el contenido, también puede crear un sentido exagerado, en la mente del profesor, de que en un grupo dado todos los alumnos son iguales. Esto puede dar lugar a que los maestros no se acomoden adecuadamente a las diversas necesidades dentro de un grupo y, en algunos casos, ir demasiado rápido con los grupos de alta capacidad y demasiado lento con los bajos. Me gustaría añadir, por lo señalado, que el problema seguro que no está tanto en el agrupamiento como en lo que hacemos con los alumnos agrupados.

8. No te preocupes mucho por los estilos de aprendizaje

Un estudio mostró que más del 90% de los profesores piensan que las personas aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido. Pero a pesar de la popularidad de este enfoque, la evidencia psicológica muestra que no hay pruebas de que esto funciona en realidad.
Este es un asunto al que le dedicaré algunas entradas cuando sea el momento. Se puede leer más acerca de la evidencia sobre los estilos de aprendizaje aquí.

9. El aprendizaje debe ser difícil al principio

Un hallazgo que puede sorprender es que los enfoques que parecen hacer el aprendizaje más difícil al principio pueden, de hecho, conducir a los estudiantes a que retengan más información a largo plazo. Elizabeth Ligon Bjork, profesora de la Universidad de Michigan y Robert Bjork, profesor de la Universidad de California, señalaron que el variar el tipo de tareas que se le piden a los alumnos que hagan, mejora la retención a pesar de que hace que el aprendizaje más difícil al principio.

10. Construir relaciones con los colegas y los padres

El comportamiento profesional de un profesor, incluyendo el apoyo a colegas y hablar con los padres, también tuvo un impacto moderado sobre el aprendizaje de los estudiantes. El informe dice que no puede haber un vínculo directo con estas prácticas y logros de los estudiantes, pero para abordar una amplia definición de la buena enseñanza deben ser incluidos.



Seguro que no es todo, seguro que cuando Albert Einstein decía aquello de que:"No todo lo que puede ser medido importa y no todo lo importante puede ser medido", tenía bastante razón. Pero es cierto que merece la pena echar un ojo a la investigación y apreciar que hay evidencias que hacen polvo aquello de que "cada maestrillo tenga su librillo". Tenemos que convertir la actividad educativa en una profesión tan basada en evidencias como la Medicina o la Ingeniería...; bueno salvando las diferencias y el hecho, no menor, del carácter situacional y contextual de la relación educativa, tan esquiva en ocasiones a la acción verificadora de la ciencia.

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