Dice el refrán que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones (a diferencia del camino del cielo, que se construye con buenas obras).
El verano, especialmente los últimos días, suelen ser fechas propicias para estas “buenas intenciones”. Decidimos que vamos a perder esos kilos de más que se han ido quedando con nosotros, que vamos a desarrollar hábitos de vida saludables, leer más y cosas por el estilo. Luego viene el día a día y nos recuerda la fuerza brutal que tiene la inercia de las rutinas sobre las que hemos ido construyendo nuestra vida, para bien y para mal.
Estas semanas estivales, me han llamado la atención dos artículos impregnados de ese espíritu de “buenas intenciones”, referidos en esta ocasión al papel de las empresas en la economía global.
El primero, en BCG Perspectives, “Saving Globalization and Technology from Themselves” explica con mucha claridad la imperiosa necesidad de que las empresas aborden el reto de una distribución más justa de la riqueza que crean. Y no por “responsabilidad social”, o por que vayan a conseguir beneficios fiscales, sino porque una sociedad rota por la desigualdad y la incertidumbre se revolverá contra la tecnología y la globalización (citan el Brexit como ejemplo concreto). Y eso complicará mucho la vida de las empresas, que verán como los dos pilares sobre los que están construyendo su estrategia se tambalean.
El segundo lo firma nada menos que Alan Murray (@alansmurray), el recién nombrado Chief Content Officer del gigante de los medios Time, Inc., (te sonarán las revistas Time, People, Fortune, Sports Illustrated, Entertainment Weekly, líderes de mercado en USA y UK). Este joven ha sido antes Executive Director de la versión online del Wall Street Journal (un nombramiento que recibió después de que el equipo del WSJ en Washington que él dirigía ganase 3 premios Pulitzer…)
Lo ha publicado en Fortune el 18 de Agosto y se titula “Why Milton Friedman Was Wrong” (me llamó la atención, ese mismo día lo publicó también en su perfil en Linkedin). Te traduzco el expresivo subtítulo que ha elegido “Los negocios tienen que prestar atención a los problemas sociales, porque si no…”. También anuncian que aparecerá en la versión impresa de la revista el 1 de septiembre con el título “The Fight for the Future of Business”
Ya sabes que el Nobel de Economía Milton Friedman decía eso de que la única y exclusiva responsabilidad social de las empresas se reducía a pagar sus impuestos. El mensaje de Alan Murray es exactamente el mismo que el del artículo de Boston Consulting Group, y contradice radicalmente a Friedman: a las empresas les interesa mucho ocuparse de verdad en una distribución más justa de la riqueza que crean.
El artículo cita a su vez el que han publicado el 18 de agosto Michael Porter y Mark Kramer, al hilo de la publicación de la lista “Change the World” (una iniciativa que reconoce las empresas que se toman en serio estas cosas).
Creo mucho en esta necesidad de generar un cambio substancial en la forma en la que hacemos empresa, en la que construimos lo que hemos venido a llamar “economía de los agentes privados” (también creo que es preciso un cambio substancial en la forma de funcionar del sector público y del tercer sector, pero de eso hablaremos otro día).
Así que me ha agradado leer estas “buenas intenciones” en los tres artículos publicados este verano, y te animo a leerlos. Pero no podemos menospreciar la fuerza que tiene la inercia de las rutinas sobre las que hemos ido construyendo nuestra economía, nuestras empresas.
Es preciso un gigantesco cambio cultural sobre qué es una empresa y cuál es su fin. Es preciso un trabajo constante y sólido en escuelas de negocio, en los medios de comunicación, en las grandes consultoras, en los prescriptores de las redes sociales. Es preciso también que los profesionales cambiemos el chip: no vale con pagar los impuestos, hay que comprometerse de verdad en construir una sociedad más justa.
No creo que sea posible hacerlo en solitario al sector privado. Deberemos trabajar juntos con el sector público en redefinir el “estado de bienestar” y el “sistema público” que pueden pagar los impuestos sin ahogar a los agentes privados, y con el tercer sector para entender la cara B de la globalización, la que no nos gusta mirar.
Así que tú verás. Si te dejas llevar por la inercia, en unos días estarás quejándote de la incapacidad de los políticos, de la ineficacia de las ONGs, y pensando que bastante tienes con sacar tu empresa adelante como para meterte en más líos. Avisado quedas de que ese camino es el que llevará a las empresas al infierno de un sistema económico que la sociedad se dedicará a destrozar, como ha hecho tantas veces en la Historia.
El camino del cielo es el de pasar de las buenas intenciones a las buenas acciones. El de trabajar en generar riqueza y en distribuirla de una manera más justa. No sabemos muy bien todavía cómo se hace eso, y menos todavía cómo enseñar a hacerlo en las escuelas de negocio.
Lo que sí está cada día más claro, es que es el único camino para crear prosperidad para nuestros hijos, y ese objetivo debería ayudarnos a romper inercias.
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