miércoles, 28 de septiembre de 2016

¿Es el aspecto poco humano de un robot una barrera para su comunicación con seres humanos?

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El robot R2-D2 de la saga de ciencia-ficción “La Guerra de las Galaxias” (Star Wars) no se comunica en lenguaje humano pero, de todos modos, es capaz de mostrar sus intenciones. Es un ejemplo de que para la interacción entre humano y robot, este último no necesita tener forma humanoide, siempre y cuando sus señales de comunicación estén diseñadas de la forma adecuada. Así lo ha comprobado el equipo de Daphne Karreman, de la Universidad de Twente en los Países Bajos.

Se tiende a creer que, para que un ser humano sea capaz de comunicarse con un robot de manera parecida a como lo haría con otro humano, el robot debe poseer muchas características humanas. Pero lograr que un robot imite de modo convincente las expresiones faciales y otros movimientos corporales humanos naturales es complicado.

Quizá no sea necesario alcanzar un grado de emulación tan alto. Los humanos somos capaces de adoptar la conducta social pertinente incluso ante máquinas que tienen el aspecto de máquinas. Tenemos una tendencia natural a traducir los movimientos y señales de máquinas al mundo humano. Dos lentes sencillas en una máquina pueden hacer que las personas la miren "a los ojos" y la saluden.

En su investigación, Daphne Karreman ha explorado los límites de esta habilidad humana. Para ello se centró en un robot capaz de funcionar como guía en un museo o un parque zoológico. Si el robot, cuyo aspecto tiene muy poco de humanoide, carece de brazos, ¿puede aún señalar hacia algo que los visitantes deban mirar? Usando lenguaje hablado o escrito, una pantalla, una proyección de imágenes en un muro y movimientos específicos, el robot dispone de un conjunto de herramientas de comunicación que los humanos no tenemos y que él puede aprovechar para aumentar sus oportunidades de comunicarse lo bastante bien con humanos.

De hecho, equipado con las herramientas de comunicación ya disponibles o que lo estarán muy pronto, un robot poco antropomorfo puede disfrutar de una mejor capacidad de comunicarse con humanos que la mostrada por R2-D2, que se comunica en buena parte usando bips que deben ser traducidos primero.

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Un hombre escuchando lo que trata de decirle el robot FROG. (Foto: University of Twente)

Karreman analizó una enorme cantidad de datos videográficos para ver cómo responden las personas a los intentos de comunicación de un robot poco antropomorfo. Hasta ahora, este tipo de investigación se hacía principalmente en situaciones de laboratorio controladas, sin otras personas presentes o después de que el sujeto de estudio fuera informado sobre lo que iba a pasar. En este caso, el robot fue liberado entre personas que no estaban al corriente de los detalles del experimento. La gente podía encontrárselo por ejemplo en el Real Alcázar de Sevilla (España). Y cada persona decidía por sí misma si quería dejar que el robot la guiase por ese palacio.

El robot, llamado FROG (por las siglas en inglés de Fun Robotic Outdoor Guide), tiene una pantalla, se comunica usando lenguaje hablado y señales de luz, y posee un pequeño puntero en su “cabeza”. Por sí mismo, FROG reconoce si la gente está interesada en interactuar con él y en que ejerza de guía.

Usando un nuevo software analítico, Karreman analizó y clasificó la interacción humano-robot de una manera rápida y fiable.

Este software, llamado DREAM, hace más visible para su análisis la interacción espontánea de un humano con el robot. Esto ayuda a conocer bien las reacciones del público y esto a su vez permite optimizar el comportamiento del robot.

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