No existe la receta para la felicidad, pero tanto se ha escrito sobre ella que entre los muchos libros y manuales se pueden extraer algunas bases de aproximación
Tu mejor amigo, los gurús mediáticos, tu psicólogo, los filósofos más sabios de la historia, los manuales de autoayuda, tu cuñado, Al Bano y Romina Power... Todos tienen una fórmula para la felicidad. Lo malo es que ¡vaya por dios! Ninguna coincide con otra.
No existe la receta para la felicidad... Con esta frase nos acabamos de ganar nosotros también un puesto entre la lista de los sabios que venden fórmulas. Permítenos con todo quitarnos responsabilidades y reconocer que al acabar este artículo no te vamos a dar la solución definitiva que te hará levantarte cada mañana con una sonrisa de anuncio.
Eso sí, no es nuestra intención sembrar el desánimo y dar el tema por imposible. Tanto se ha escrito sobre la felicidad que entre los muchos libros y manuales se pueden extraer algunas bases que nos permiten acercarnos un poco más a ella. Veamos, pues, cinco interesantes conclusiones, difíciles de cuestionar, aportadas por la así llamada ciencia de la felicidad.
1. Solo la controlamos en parte
Ergo, existe otra parte sobre la que no podemos hacer nada. En concreto, un 50% está condicionado por nuestra genética, y a este 50% se suma otro 10% relacionado con nuestras circunstancias personales. En total, solo un 40% de la felicidad queda bajo nuestra responsabilidad. Es lo que defiende la investigadora en psicología y profesora de la Universidad de California Sonia Lyubomirsky en su libro 'The How of Happiness'.
Que toda nuestra felicidad no dependa exclusivamente de nosotros es ya quitarnos un peso de encima que nos debería hacer sentir más dichosos.
Entre ese 10% referido a las circunstancias personales, estarían nuestro lugar de residencia, nuestro trabajo, nuestra apariencia física o incluso nuestro cónyuge. No todo el mundo tiene el dinero ni los recursos ni el tiempo para poder cambiar estos condicionantes, y en el caso de poderlo hacer, la gente se suele adaptar tan rápidamente a su nueva situación que la felicidad alcanzada por esas vías suele durar muy poco.
Que toda nuestra felicidad no dependa exclusivamente de nosotros es ya quitarnos un peso de encima
¿Qué entra entonces dentro del 40% restante? Las actividades que realizamos desde nuestra intención particular, tanto si vemos esas actividades de una manera positiva. Y es que la gente que es feliz no se queda embobada en su sentimiento: actúa. Hace cosas.
2. Relaciones personales de calidad
En su libro 'Triumphs of Experience', el psiquiatra George E. Vaillantestudiaba cómo a pesar de que muchos hombres desarrollaban carreras de éxito, ganaban mucho dinero o disponían de una buena salud, se mostraban infelices si no habían madurado relaciones que supusieran un firme apoyo en su vida.
Estar solos no nos conduce a ninguna parte y es una de las principales causas de depresión. No hablemos ya de las personas que sufren exclusión social o aislamiento. En el lado opuesto, tener demasiadas relaciones no es tampoco una garantía para alcanzar la felicidad. La clave parece residir en que dispongamos de un pequeño círculo social que sea estable y que se preocupe por nosotros.
3. Una vida llena de sentido
Nadie es feliz veinticuatro horas al día los 365 días del año. Por este motivo, el investigador Roy Baumeister diferencia entre la felicidad en sí misma y que nuestra vida esté cargada de sentido.
La felicidad es un estado transitorio referido exclusivamente al presente. Lo importante, sin embargo, es que exista una conexión entre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, generar una trayectoria personal querefuerce actitudes positivas. Por ejemplo: tener más dinero puede darnos una felicidad momentánea; cómo lo gastamos, un sentido.
4. La gente feliz tiene más éxito
En otro de sus libros, concretamente en 'Los mitos de la felicidad', Lyubomirsky nos advierte de que cometemos un error centrándonos demasiado en alcanzar metas que no nos harán felices durante mucho tiempo.
El problema es que el punto de partida es erróneo. Hay que darle la vuelta a la ecuación: la felicidad tiene que ser el combustible para el éxito y no al revés. Cuando somos positivos, nuestros cerebros están más motivados y comprometidos. Son más creativos, tienen más energía, resisten mejor a las adversidades y se vuelven más productivos. Ello nos permite lograr mas éxitos, pero los éxitos en sí no tienen por qué ser una causa de felicidad, por lo menos no a largo plazo.
5. Seamos felices o nos arrepentiremos
Es fácil quedarnos anclados en nuestros hábitos. El miedo a realizar actividades que venzan a un archienemigo de la felicidad como el aburrimiento es a veces demasiado fuerte, pero el tiempo transcurre en ese tedioso confort y al final lo que viene es el arrepentimiento.
Cometemos un error centrándonos demasiado en alcanzar metas que no nos harán demasiado felices durante mucho tiempo
Si el lector no se fía de lo que dice la ciencia de la felicidad, ahí está Séneca: “Pequeña parte de vida es la que vivimos: porque lo demás es espacio, y no vida, sino tiempo”. Para evitar que se despierten tales remordimientos (y que tengamos que ponernos cargantes citando al filósofo cordobés), está bien recordar lo que decíamos en el primer punto: la gente feliz es activa, hace cosas. Entre esas ocupaciones, los expertos incluyen participar en actividades que permitan dar algo de nosotros a los demás (como los trabajos de voluntariado), saborear las experiencias diarias como si fueran una magdalena proustiana, buscar siempre el punto de vista positivo de la situación, practicar la gratitud o, incluso, meditar (según la ciencia, el hombre más feliz del mundo es un monje budista).
Y si estas sugerencias no nos bastaran, queda un duro trabajo para conocernos a nosotros mismos y entender entonces nuestras motivaciones, porque, querido lector, como ya sugeríamos al inicio de este artículo, en el camino hacia la felicidad los atajos en forma de recetas no existen.
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