Un emprendedor escribía el plan de negocios de una empresa mientras terminaba su diploma del MBA de la escuela de negocios de la Universidad de Stanford, en marzo de 1999.
Ese mismo año, comenzó a articular un equipo de profesionales para ponerlo en ejecución e inició operaciones en su país.
A inicios del 2000, la compañía operaba en varios países de Latinoamérica a través una alianza estratégica que logró con un “monstruo” para su industria.
Cinco años más tarde adquirieron operaciones de un competidor regional entrando agresivamente en los mercados de Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú, Uruguay y Venezuela. La empresa siguió creciendo hasta que en 2007 realizó su oferta pública inicial de acciones en el Nasdaq. Actualmente emplea más de 3.500 personas y factura millones de dólares.
El efecto de una empresa como esta no solo es directo en la generación de valor y agregación al producto de su país, sino en el efecto multiplicador de este emprendedor al convertirse en un modelo para un ecosistema.
Estudios globales indican que los países como Chile necesitan alrededor de 25 emprendedores como este, que en un plazo de 10 años crean una compañía y logran generar un número superior a 1000 empleados y facturación cercana a los US$100 millones. Esas pocas empresas movilizan el PIB de un país como el nuestro en un 1%. Por esta razón, que el ecosistema emprendedor chileno se vuelva cada vez más fuerte, grande y atractivo es una buena noticia para todos.
Las razones son varias, algunas cualitativas y otras cuantificables. Pero lo que es claro es que el proceso de consolidación de una empresa no debiera tomar más de 10 años, para lo cual una exigencia, clave y crítica, es que este ecosistema sea a la vez robusto; inversionistas que puedan invertir sobre la base de procesos de due diligence apropiados y que los emprendedores puedan sumar capital inteligente y aliados estratégicos claves a su empresa; compartir el valor de una “torta” más grande, que atesorar el total de una “torta” pequeña; darles fluidez a los procesos para permitir que las empresas avancen en el potencial de sus negocios y no a la velocidad de los ecosistemas. Tanto el inversionista como el emprendedor deben tener en cuenta el momento de mercado y el equipo que propone el negocio.
Nuestro país tiene una política consistente en los últimos años que ha apoyado creciente y contundentemente a los emprendedores en cualquiera de sus fases de crecimiento, a través de financiamiento semilla, fondos de inversión y redes de mentores. Existe una completa política que moviliza abruptamente el ecosistema local. Ciertamente un escenario privilegiado. Entonces, ¿qué nos falta para lograr ese 1% adicional al producto?
Emprendedores con potencial de alto impacto están, pero es una tarea pendiente de todos crear un ecosistema robusto, que permita dar velocidad a los procesos de consolidar estas empresas. Este cambio de paradigma, simplemente, podría cambiar la manera de abordar las temáticas de productividad en un país como el nuestro.
María de los Ángeles Romo
Directora Ejecutiva de Endeavor Chile
Directora Ejecutiva de Endeavor Chile
No hay comentarios:
Publicar un comentario