"Nos salvaremos si nos separamos de la masa" —Séneca
Investigaciones llevadas a cabo por psicólogos han encontrado que la gente puede ser influenciada con relativa facilidad.
Ya se que a ti no. A mi tampoco. Tu y yo somos distintos. No caeríamos en esas trampitas.
Pero la gente si. Es fácilmente manipulable.
Y, ¿quien es la gente? Todos los demás. Menos tu y yo.
Resulta que los seres humanos tenemos una predisposición natural a actuar como lo hacen los demás, a ir en manada. Preferimos encajar, que llevar la contraria.
Esta necesidad de acoplarse al grupo puede llevarnos a actuar de forma contraria a nuestros deseos y valores.
Ken Robinson en su buen libro El Elemento: Descubrir tu pasión lo cambia todo hace referencia a una investigación que encontró cómo se produce el pensamiento grupal:
Ya se que a ti no. A mi tampoco. Tu y yo somos distintos. No caeríamos en esas trampitas.
Pero la gente si. Es fácilmente manipulable.
Y, ¿quien es la gente? Todos los demás. Menos tu y yo.
Resulta que los seres humanos tenemos una predisposición natural a actuar como lo hacen los demás, a ir en manada. Preferimos encajar, que llevar la contraria.
Esta necesidad de acoplarse al grupo puede llevarnos a actuar de forma contraria a nuestros deseos y valores.
Ken Robinson en su buen libro El Elemento: Descubrir tu pasión lo cambia todo hace referencia a una investigación que encontró cómo se produce el pensamiento grupal:
Hay varios estudios famosos —y algunos infames— sobre los efectos del pensamiento grupal, incluidos los experimentos de Solomon Asch. En 1951, el psicólogo Asch reunió a estudiantes universitarios en grupos de ocho a diez personas y les dijo que estaba estudiando la percepción visual. Todos los estudiantes excepto uno eran «infiltrados». Conocían la naturaleza del experimento, y Asch les había dado instrucciones para que diesen respuestas incorrectas la mayor parte del tiempo. El verdadero sujeto de estudio —la única persona a la que Asch no había preparado de antemano— tenía que responder a todas las cuestiones después de haber escuchado la mayoría de las respuestas que daban los otros integrantes del grupo.
Asch mostró a los estudiantes una cartulina con una raya. Luego sostuvo en alto otra tarjeta con tres rayas de diferente tamaño y les preguntó cuál de ellas tenía la misma longitud que la línea de la otra tarjeta. Una de ellas era obviamente igual, pero Asch había dado instrucciones a los estudiantes infiltrados para que dijeran que la equivalente era una de las otras rayas. Cuando le tocó responder al sujeto de estudio, se activaron los efectos del pensamiento grupal. En la mayoría de los casos, el individuo respondía como el grupo y en contra de una clara prueba visual, como mínimo, una vez durante la sesión.
Cuando más tarde los entrevistaba, la mayoría de los sujetos decían que sabían que estaban dando respuestas erróneas, pero que lo hacían porque no querían destacar. «La tendencia a la conformidad en nuestra sociedad es tan fuerte —escribió Asch—, que jóvenes razonablemente inteligentes y bienintencionados están dispuestos a llamar blanco al negro. Esto es preocupante. Plantea interrogantes acerca de nuestra forma de educación y los valores que guían nuestra conducta».
Hace casi dos mil años el filósofo estoico Séneca, con gran agudeza, ya se daba cuenta de esta preocupante inclinación:
Aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña...Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por la aprobación de muchos, tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación.
El problema del pensamiento grupal radica en que podemos terminar tomando algunas de las más importantes decisiones de nuestra vida no conforme a nuestro criterio, sino de acuerdo a lo que piensa la mayoría.
Por ejemplo, algunas personas hubieran deseado seguir carreras profesionales muy diferentes a las que terminaron escogiendo. Quizá habrían preferido ser artistas, bailarines, futbolistas o cualquier otras cosa; pero como eso no era lo que sus padres y su círculo más próximo esperaba de ellos, decidieron que mejor era acoplarse.
Una vida satisfactoria debe ser auténtica. Ser el fiel reflejo de nuestros valores, creencias y preferencias. Vivir según la opinión de los demás es errar el camino.
Por ejemplo, algunas personas hubieran deseado seguir carreras profesionales muy diferentes a las que terminaron escogiendo. Quizá habrían preferido ser artistas, bailarines, futbolistas o cualquier otras cosa; pero como eso no era lo que sus padres y su círculo más próximo esperaba de ellos, decidieron que mejor era acoplarse.
Una vida satisfactoria debe ser auténtica. Ser el fiel reflejo de nuestros valores, creencias y preferencias. Vivir según la opinión de los demás es errar el camino.
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