El cerebro trabaja mejor cuando no está sometido a una gran presión, cuando funciona en “modo relajado”. De hecho, se ha demostrado que después de dar paseos relajantes en la naturaleza o incluso luego de una pequeña siesta mejoran nuestros procesos cognitivos, en especial la atención y la memoria. Un estudio realizado en la Universidad de Ámsterdam incluso desveló que cuando debemos tomar una decisión importante es mejor que nos tomemos nuestro tiempo y descansemos. Una vez que hayamos asimilado todos los detalles necesarios, darle vueltas al asunto no siempre nos conduce a tomar la mejor decisión, lo mejor es asumir una distancia psicológica. De hecho, unas vacaciones permiten que nuestra red neuronal por defecto se active e integre la información, ayudándonos a decidir mejor.
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