En los últimos tiempos el plan de negocios pasó de ser la vedette del proceso emprendedor, a verse como algo tedioso y poco útil a la hora de emprender. Como todo, la verdad pasa por el medio.
Escribir un plan de negocios es algo que insume mucho tiempo, al punto que muchos se cuestionan si aporta tanto valor, y encima queda obsoleto en el momento mismo en que sale de la impresora. Pero, hay un punto no menor: el proceso de creación del plan es lo más importante. El plan de negocios no es solo una herramienta para conseguir capital o presentarse ante instituciones de apoyo a la actividad emprendedora; es un proceso que ayuda a los emprendedores a obtener un mayor conocimiento de sus ideas de negocio. La disciplina del proceso de planificación, si está bien hecho, ayuda a evaluar la oportunidad y permite dar forma a un modelo de negocio para explotarlo.
¿Va a cambiar el modelo de negocio una vez que empiece a rodar el emprendimiento? Probablemente. Eisenhower decía: “Preparando las batallas, los planes me han resultado poco útiles, pero la planificación indispensable”. Pasar por el proceso de planificación del negocio se traducirá en modificaciones incluso antes de iniciar. Pero, es seguro que el hecho de planificar ahorrará innumerables horas y sumas de dinero en salidas en falso, simplemente porque ayudará a anticipar los recursos necesarios y las dificultades que puedan surgir. A pesar de que la planificación del negocio no anticipará cada problema potencial, el aprendizaje del proceso compensará el costo de hacerlo.
Los componentes del negocio
Cualquier proceso emprendedor incluye cuatro componentes que son dinámicos: las personas, la oportunidad, el contexto externo, y los acuerdos que realice.
Por las personas nos referimos a aquellos individuos o grupos que prestan servicios o proporcionan recursos para la empresa, sean o no empleados directos de la empresa: gerentes, empleados, abogados, contadores, proveedores de capital, entre otros.
Por oportunidad entendemos a cualquier actividad que requiere la inversión de recursos con la esperanza de rentabilidad futura, sea esta en efectivo o en especie; y por contexto a todos aquellos factores que afectan el resultado de la oportunidad, pero que están generalmente fuera del control directo del emprendedor: nivel de las tasas de interés, regulación, variables macroeconómicas, etc.
Por último, por acuerdos realizados entendemos a todo el conjunto de relaciones contractuales implícitas y explícitas entre el emprendimiento y todos los proveedores de recursos. Desde los contratos con los proveedores de capital a las condiciones de empleo para el personal.
Luego de analizar cientos de emprendimientos exitosos y no exitosos, se puede afirmar que la integración, el "ajuste", el grado en que encajan las personas, la oportunidad, los acuerdos y el contexto determina el potencial de éxito de un emprendimiento.
El plan de negocios, más allá de la estructura que elijamos, tiene que mostrar este encaje. Tiene que responder las preguntas: ¿Hasta qué punto las personas involucradas tienen la experiencia y habilidades dada la naturaleza de la oportunidad, el contexto y los acuerdos realizados? ¿En qué medida la oportunidad tiene sentido o es viable, dadas las personas involucradas, el contexto y los acuerdos realizados? ¿Hasta qué punto el contexto es favorable para el emprendimiento, dadas las personas involucradas, la naturaleza de la oportunidad y los acuerdos realizados? ¿En qué medida los acuerdos realizados en el emprendimiento tienen sentido, teniendo en cuenta a las personas involucradas, la naturaleza de la oportunidad y el contexto?
Estas preguntas centran la atención en el hecho de que la excelencia en una sola dimensión no es suficiente: la perspectiva adecuada desde la cual hacer una evaluación tiene en cuenta todos los elementos al mismo tiempo. Como en el fútbol, no es suficiente con tener a los mejores jugadores individuales en cada posición; más bien, el éxito será una función de la forma en que juegan juntos, cómo se maneja el equipo, qué acuerdos y relaciones tienen dentro y fuera del equipo, y qué más sucede en el resto del campeonato.
Pero no es suficiente centrarse en estos elementos y su relación desde una perspectiva estática. La gente, la oportunidad, el contexto y los acuerdos (y la relación entre ellos) cambian con el tiempo, especialmente a medida que va creciendo. Es bueno pensar: ¿Qué puede salir mal? ¿Qué puede ir bien?
Qué poner en el plan de negocios
Una preferencia personal es que no me gusta pensar en el plan de negocios como un índice tipo que los emprendedores siguen. Cada negocio es diferente, por ende cada plan debería serlo. Lo que sí está claro, es qué preguntas deberían ser contestadas luego de pasar por el plan de negocios:
¿Quiénes son las personas involucradas? ¿Qué han hecho en el pasado que podría llevar a pensar que van a tener éxito en el futuro? ¿Quién falta en el equipo y cómo lo van a sumar? ¿Cuál es la naturaleza de la oportunidad? ¿Cómo van a hacer dinero? ¿Cómo es probable que evolucione la oportunidad? ¿Existen barreras de entrada y pueden ser mantenidas? ¿Qué factores contextuales afectarán a la empresa? ¿Qué cambios de contexto es probable que ocurran y cómo puede responder a ello? ¿Qué acuerdos se hicieron dentro y fuera de la empresa? ¿Los acuerdos realizados aumentan la probabilidad de éxito? ¿Cómo van a evolucionar con el tiempo?
Su plan de negocios va a variar de muchas maneras. Si bien hay un núcleo coherente con el proceso de planificación de negocios, cada empresa tiene una historia única. La naturaleza de sus ventajas competitivas y el énfasis de cada componente de su plan de negocio varían. Al comenzar la historia de una nueva empresa o al darle un segundo vistazo a su negocio actual, vea el plan de negocios como un proceso, no un hecho puntual. El proceso de planificación de negocios es aprender, crecer y convertirse en un experto de su negocio y de la industria. Pasar por el proceso ayuda a anticipar el futuro y con ello ahorrar tiempo y dinero, será una inversión de alto rendimiento en su éxito futuro.
Este artículo ha sido escrito por Isabelle Chaquiriand, directora del Centro de Emprendimientos Deloitte del IEEM.
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