miércoles, 1 de junio de 2016

Innovación: ¿el tamaño importa?

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IMAGE: Bram Janssens - 123RFLlevo un cierto tiempo en mi trabajo como profesor de innovación encontrándome casos de compañías grandes que, de manera lastimera, me contraponen innovación a tamaño. Me alegan que los unicorniosdeben su rápido crecimiento y su capacidad de lanzar nuevos productos o servicios al hecho de ser pequeños, ágiles, o de no estar sujetos a regulación.
Es un poco como aquel conocido chiste de informáticos que decía que “dios había podido crear el mundo en seis días… porque no tenía base instalada”. Sí, por supuesto que el tamaño importa: afecta a la flexibilidad, a la capacidad de hacer algunas cosas, al desarrollo del isomorfismo, a la necesidad de más reglas y normativas para organizar una complejidad mayor… Pero también permite disponer de muchos más recursos de todo tipo: para una compañía, ser grande suele significar un acceso más sencillo a financiación, a una atracción de talento más persuasiva, a más llegada y poder de negociación con proveedores o clientes, un lobby más potente, etc.
Lo normal era, al menos en la sociedad de hace algunos años, que las compañías mas grandes tuviesen siempre un cierto plus de atractivo porque ofrecían más posibilidades de desarrollo y de carrera, porque podían pagar mejor, ofrecer más beneficios, plantearse atraer a los mejores  profesionales o incorporar recursos con más alegría. En muchas compañías grandes, el tamaño es algo que se jalea como una gran ventaja: en cierta empresa española muy grande que conozco, se suele recurrir en reuniones y discusiones a una frase tan contundente como “¡Claro que se puede hacer, somos XXX!!”
Y sin embargo, de un tiempo a esta parte el discurso parece haberse revertido, y se habla del tamaño como un problema, como algo que dificulta, cuando no impide, generar procesos verdaderamente innovadores, suficientemente radicales. El discurso zoológicamente incorrecto de “unicornio come dinosaurios” parece haber calado hondo: nos van a comer, se mueven más rápido que nosotros, no están condicionadas por la regulación, son más atractivas y simpáticas, atraen más talento… lo veo enfintech, en la industria aseguradora, en educación, en automóvil, en casi todas partes. Cuando preguntas a algunas fintech cómo lo han hecho, se sonríen y dicen que, en gran medida, gracias a las personas con experiencia relevante que han podido fichar de los bancos de toda la vida.
De acuerdo, el tamaño implica más rigideces, más necesidad de control, más burocracia, más estructura. En una gran estructura, la especialización y la pérdida de visión de conjunto es a veces casi inevitable. Pero, si el problema para desarrollar estructuras innovadoras y para competir es el tamaño… ¿no estamos mostrando un problema absurdo, una supuesta “maldición” que vendría a decir algo así como “crece todo lo que puedas, hazte grande, que ya llegará un momento en el que tu tamaño te impida innovar y morirás a manos de otras”? No, la sola idea es absurda: existen empresas grandes que sí son capaces de plantear y desarrollar ideas nuevas, que consiguen mantener el músculo de la innovación en envidiable forma. Algunas de las empresas consideradas más innovadoras del mundo son, de hecho, empresas muy grandes.
La gran verdad es que la idea de que el tamaño impide innovar es una simple excusa. Una falacia. No es el tamaño lo que impide innovar, sino otras cosas. La ausencia de prioridades claras, por ejemplo. O al revés, el hecho de que las prioridades señalen precisamente al mantenimiento por encima de todo de la actividad principal, y releguen la innovación a categorías como “cosas de chalados”, “extravagancias de los de aquel departamento” o “tonterías para enseñar a las visitas”. Si la innovación es de verdad tan crítica y tan importante para el futuro, a lo mejor será preciso segregar estructuras y hacer spin-offs que puedan innovar al margen de una organización que no se lo permite, aunque eso tiene mucho de reconocimiento de un fracaso. O marcar la dirección a seguir (a algunos se les llama “directivos” por algo, ¿no?) de una manera tan clara, tan decidida, que aquellos que no vean la innovación como una prioridad se encuentren con que ya no encajan en esa organización.
Cuando lo que está al otro lado es una fuerza tan poderosa como el isomorfismo, la prioridad de la innovación ha de marcarse así, a sangre y fuego… tonterías, las justas. Mientras no lo hagas, seguirás alimentado la falacia: “es que somos muy grandes y no podemos innovar”. Seguirás perdiendo a algunos de tus mejores efectivos, seducidos por las posibilidades de innovación en otras empresas (pocas cosas frustran tanto como ser bueno en tu trabajo, querer innovar, y no poder hacerlo), mientras retienes únicamente al poso, al sedimento que no quiere arriesgarse a poner a prueba su valor en otro sitio. Como la falacia, seguirás siendo grande. pero solo durante un tiempo…

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