"Las personas con metas tienen éxito porque ellas saben hacia donde se dirigen"—Earl Nightingale
En el artículo anterior escribí sobre por qué los hábitos son tan importantes y cómo la mentalidad y la motivación son claves para asentarlos con firmeza en nuestra vida.
Pues bien, existe otro pequeño truco que, después de revisar 84 estudios sobre el mismo, los cuales involucraban a más de 8.000 personas, los psicólogos llegaron a una conclusión unánime: funciona.
Se llama: Implementación de intenciones.
Resulta que en muchas ocasiones declaramos nuestras buenas intenciones de forma vaga: “me gustaría hacer más deporte”, “quiero comer más saludable”, “estaría bien ser más productivo”, “ahorrar mas…”.
No obstante, a nuestro cerebro no le enganchamos tan fácil con planes ambiguos. Si queremos involucrarlo de verdad, debemos ser más precisos con nuestras intenciones. Debemos decirle con exactitud lo que queremos hacer.
Así que en lugar de afirmar algo tan nebuloso como “hacer más deporte”, es mejor expresar nuestras intenciones de forma concisa.
Las investigaciones han encontrado que si establecemos planes del modo “si ocurre esto, entonces aquello” aumentamos las probabilidades de que aquello ocurra.
Si decimos, por ejemplo, “cuando me despierte salgo a correr” o “al salir del trabajo voy al gimnasio” o “cuando reciba la paga voy a ahorrar el 10%” es mucho más probable que lo hagamos.
La implementación de intenciones funciona porque son instrucciones directas y simples que nos guían en los momentos críticos, cuando necesitamos actuar.
En lugar de vacilar, de pensar si deberíamos seguir durmiendo o ir al gimnasio; o cuánto ahorrar este mes, con la implementación de intenciones las instrucciones no dejan lugar a dudas: “10%” o “Me levanto y corro. Punto”.
Y si queremos aumentar aún más nuestras opciones de éxito, podemos establecer además planes de contingencia. Es decir, una vez que tengamos claro el comportamiento que queremos adoptar, podemos pensar de antemano en aquello que puede hacernos desviar de nuestro objetivo y establecer un plan para superar esa barrera.
Los planes de contingencia funcionan de la misma manera que la implementación de intenciones: “si surge el obstáculo X, entonces voy a hacer Y”.
De esta manera, si, por ejemplo, lo que queremos es ir al gimnasio todos los días después de salir del trabajo, en alguna ocasión puede ocurrir que no te sea posible salir a la misma hora de siempre. Así que podrías crear tu plan de contingencia de la siguiente manera: “si salgo tarde, entonces hago en el gimnasio una rutina de alta intensidad de solo 10 minutos”.
En una investigación se dividió a los participantes en tres grupos. Al grupo de control se le pidió que hiciera más ejercicio, el segundo grupo practicó la implementación de intenciones y el tercero realizó implementación de intenciones con planes de contingencia.
Al finalizar el estudio, el tercer grupo realizó una mayor cantidad de ejercicio que el segundo y casi dobló la cantidad realizada por el grupo de control.
La implementación de intenciones es efectiva no sólo en cuestión de hábitos, también funciona con eventos únicos.
Si llevas ya tiempo aplazando la realización de ese reporte que te pidió tu jefe hace una semana, puedes dedicar un par de minutos esta tarde a escribir tus intenciones para mañana: “a penas llegue a la oficina me voy a poner con el reporte” y “si surge alguna reunión inexcusable, lo haré a la hora de la comida”.
La implementación de intenciones no te garantiza el 100% de eficacia (eso solo lo pueden hacer los infalibles productos de la Tele-tienda ;) ), lo que hace es aumentar de forma considerable la probabilidad de que aquello que deseas hacer, lo hagas. Lo cual, no es poca cosa.
Pues bien, existe otro pequeño truco que, después de revisar 84 estudios sobre el mismo, los cuales involucraban a más de 8.000 personas, los psicólogos llegaron a una conclusión unánime: funciona.
Se llama: Implementación de intenciones.
Resulta que en muchas ocasiones declaramos nuestras buenas intenciones de forma vaga: “me gustaría hacer más deporte”, “quiero comer más saludable”, “estaría bien ser más productivo”, “ahorrar mas…”.
No obstante, a nuestro cerebro no le enganchamos tan fácil con planes ambiguos. Si queremos involucrarlo de verdad, debemos ser más precisos con nuestras intenciones. Debemos decirle con exactitud lo que queremos hacer.
Así que en lugar de afirmar algo tan nebuloso como “hacer más deporte”, es mejor expresar nuestras intenciones de forma concisa.
Las investigaciones han encontrado que si establecemos planes del modo “si ocurre esto, entonces aquello” aumentamos las probabilidades de que aquello ocurra.
Si decimos, por ejemplo, “cuando me despierte salgo a correr” o “al salir del trabajo voy al gimnasio” o “cuando reciba la paga voy a ahorrar el 10%” es mucho más probable que lo hagamos.
La implementación de intenciones funciona porque son instrucciones directas y simples que nos guían en los momentos críticos, cuando necesitamos actuar.
En lugar de vacilar, de pensar si deberíamos seguir durmiendo o ir al gimnasio; o cuánto ahorrar este mes, con la implementación de intenciones las instrucciones no dejan lugar a dudas: “10%” o “Me levanto y corro. Punto”.
Y si queremos aumentar aún más nuestras opciones de éxito, podemos establecer además planes de contingencia. Es decir, una vez que tengamos claro el comportamiento que queremos adoptar, podemos pensar de antemano en aquello que puede hacernos desviar de nuestro objetivo y establecer un plan para superar esa barrera.
Los planes de contingencia funcionan de la misma manera que la implementación de intenciones: “si surge el obstáculo X, entonces voy a hacer Y”.
De esta manera, si, por ejemplo, lo que queremos es ir al gimnasio todos los días después de salir del trabajo, en alguna ocasión puede ocurrir que no te sea posible salir a la misma hora de siempre. Así que podrías crear tu plan de contingencia de la siguiente manera: “si salgo tarde, entonces hago en el gimnasio una rutina de alta intensidad de solo 10 minutos”.
En una investigación se dividió a los participantes en tres grupos. Al grupo de control se le pidió que hiciera más ejercicio, el segundo grupo practicó la implementación de intenciones y el tercero realizó implementación de intenciones con planes de contingencia.
Al finalizar el estudio, el tercer grupo realizó una mayor cantidad de ejercicio que el segundo y casi dobló la cantidad realizada por el grupo de control.
La implementación de intenciones es efectiva no sólo en cuestión de hábitos, también funciona con eventos únicos.
Si llevas ya tiempo aplazando la realización de ese reporte que te pidió tu jefe hace una semana, puedes dedicar un par de minutos esta tarde a escribir tus intenciones para mañana: “a penas llegue a la oficina me voy a poner con el reporte” y “si surge alguna reunión inexcusable, lo haré a la hora de la comida”.
La implementación de intenciones no te garantiza el 100% de eficacia (eso solo lo pueden hacer los infalibles productos de la Tele-tienda ;) ), lo que hace es aumentar de forma considerable la probabilidad de que aquello que deseas hacer, lo hagas. Lo cual, no es poca cosa.
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