viernes, 9 de septiembre de 2016

Las escaleras

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"Las escaleras son tu maestro; te enseñan a ser más fuerte. Ama a tu maestro y cada vez que la vida ponga unas escaleras enfrente de ti, ¡aceptarlas como un regalo!" --Mehmet Murat ildan

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Durante años he intentado renunciar a los elevadores y usar solo las escaleras. Peroeste hábito siempre se me ha resistido.

Cada vez que he intentado establecerlo he tenido comienzos sólidos y entusiastas. Sin embargo, a los pocos días estaba de vuelta usando los cómodos aparatos de manera habitual.

La secuencia siempre ha sido la misma: chico comienza fuerte con mucha convicción, pero poco a poco chico empieza a hacer excepciones: “hoy vengo del gimnasio y estoy muy cansado”, “este paquete pesa mucho”, “aprovecho hoy que ya está aquí y no lo tengo que esperar”. En pocos días... chico ha fracasado. De nuevo.

Ese es el problema con las excepciones y las indulgencias: tienden a volverse la norma casi sin darnos cuenta.

Algunos estudios señalan que hasta dos copas de vino para los hombres y una para las mujeres tienen efectos positivos para la salud (¡la vida es buena! ¿A que sí?). Algunas personas que han querido beneficiarse de esta agradable terapia han terminado tomando más de lo que desearían.

Al principio eran muy estrictos y solo se tomaban una copa, sin embargo algún día se permitían una segunda. Al poco tiempo dos eran la norma y en ocasiones caía una tercera y luego… ¡que viva la fiesta!

Hoy, para mi complacencia querido lector, tengo el placer de anunciarte que esta vez sí, que todo parece indicar que ¡por fin! me voy a convertir en un chico que usa las escaleras. Siempre.

Ahora siento que el hábito está prosperando con crecientes y robustas raíces.

¿Qué he hecho esta vez para que sea distinto? Creí que no me lo ibas a preguntar. Esta vez la regla ha sido: “No a las excepciones”.

Que vengo cansado del gimnasio… pues te jodes y subes. Que voy con bolsas del supermercado… tira pa'rriba. Que la niña se durmió en el coche y ya pesa mucho… ¿no dizque vas al gimnasio? ¡Tira!

Yo estoy convencido de que hasta la moderación es buena con moderación. De vez en cuando es bueno darnos un respiro y salirnos de la norma. Sin embargo, hay situaciones o comportamientos con los cuales es mejor ser más radical. Especialmente al principio, cuando las raíces del nuevo hábito aún son frágiles.

Esta misma aproximación la he utilizado con otra de mis eternas batallas —los platos sucios— y ha funcionado también de maravilla.

Cuando dividimos con mi mujer las tareas que le corresponden a cada uno, en mi paquete venían incluídos los dichosos platos sucios, ¡ay bendito!

Mi poco afortunado método era: “los lavo todos al final del día”. Con lo cual, durante el día se iban acumulando trastos sucios que le daban a la cocina un aspecto desagradable, y por la noche la montaña resultaba intimidante. Peor aún, si en alguna ocasión cenábamos fuera y llegábamos tarde, el desorden se quedaba para el día siguiente y la cosa ya era delicada.

Hoy mi norma es: “lavo después de cada comida y la cocina debe quedar limpia cada noche”. Siempre. Sin excepciones. Así la cocina permanece limpia y agradable en todo momento.

Como lo dije antes, hay algunos hábitos con los cuales es bueno ser un poco flexible, y otros con los que no. Ahora bien, saber cual es cual ya es cuestión de arte.

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