viernes, 22 de julio de 2016

Cómo convertir adversidad en fortaleza

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"Sin presión no hay diamantes" --Thomas Carlyle

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Imagen: Green Chameleon (clic sobre la foto para más info.)
Es imposible vivir una vida libre de adversidad. A todos, en algún momento, nos tocará enfrentar momentos desfavorables.

Y la manera como reaccionamos ante tales circunstancia determinará en gran medida la dimensión de nuestra vida. Si permitimos que un contratiempo se convierta en una derrota definitiva, terminaremos viviendo vidas más pequeñas, de menos alcance de lo que hubieran podido ser.

Por el contrario, si podemos hallar sabiduría en los infortunios, y la utilizamos para crecer, para convertirnos en seres más valientes y decididos; estaremos mejor capacitados para emprender proyectos más grandes y ambiciosos y, de esta manera, acabaremos viviendo vidas más emocionantes y satisfactorias.

“Lo que no nos mata, nos hace más fuertes”, afirmó Friedrich Nietzsche. Es común que cuando nos vemos enfrentados a duras pruebas, descubramos habilidades ocultas, y también que tengamos una medida más precisa de lo que somos capaces de soportar. Es muy difícil saber qué tanto resistimos si jamás hemos sido puestos a prueba.

Está bien documentado por las investigaciones que cuando las personas son capaces de sobreponerse a la adversidad, se convierten en mejores versiones de sí mismas. Incluso algunos psicólogos piensan que el más alto nivel de crecimiento y desarrollo personal (como lo pensaba también Nietzsche), está solo disponible para aquellos que han superado grandes adversidades. Así lo expresó la psiquiatra Elisabeth Kubler-Ross (1926-2004):
Las personas más hermosas con que nos hemos relacionado son aquellas que han conocido la derrota, la lucha, el sufrimiento, la pérdida, y han encontrado la manera de salir del abismo. Estas personas tienen un aprecio, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, de dulzura, y de un profundo interés amoroso. La gente hermosa no surge por casualidad.
El doctor en psicología James Pennebaker investiga sobre la relación que existe entre el lenguaje y la recuperación de los infortunios. Sus averiguaciones encontraron que las personas que escriben sobre las adversidades que han afrontado se recuperan más pronto.

No obstante, la sanación no se produce por el hecho de desahogarse en el papel, para que ella ocurra, debemos ser capaces de extraer sabiduría de dicha circunstancia, debemos entender las causas y aquello de provecho que podemos aprender.

En el estupendo libro La hipótesis de la felicidad, su autor Jonathan Haidt, describe el método de escritura curativa aplicado por el doctor Pennebaker:
No importa qué tan bien o mal preparado se encuentre cuando aparezcan problemas, en los meses siguientes, en algún momento agarre un pedazo de papel y empiece a escribir. Pennebaker sugiere que escriba de forma continua durante quince minutos al día, durante varios días. No se edite o censure a sí mismo; no se preocupe por la gramática o la estructura de la oración; simplemente continúe escribiendo. Escriba sobre lo que pasó, cómo se siente al respecto y por qué se siente de esa manera. Si no le gusta escribir puede utilizar una grabadora. Lo fundamental es conseguir que afloren sus pensamientos y sentimientos sin imponer ningún orden sobre ellos; al cabo de unos días, es probable que surja por sí solo un poco de orden. Antes de concluir su última sesión, asegúrese de que ha hecho todo lo posible para responder a estas dos preguntas: ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Qué provecho podría yo sacar de aquí?
Antes de leer el libro de Haidt, yo ya venía practicando un tipo de escritura similar a la que propone James Pennebaker, y puedo dar fe de los inmensos beneficios que aporta. Son muchas las mañanas que me he visto sorprendido y deleitado por el repentino entendimiento de situaciones por las estoy pasando.

También estoy convencido que tras superar duros contratiempos ganamos fortaleza y sabiduría. Es muy cierto el viejo dicho: "No hay mal que por bien no venga"

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